Yann Tiersen no es solo el compositor que tuvo cierta fama en su día por ser el culpable de esta maravilla de banda sonora del film "Amelie". La carrera de Tiersen es todo un compendio de sensibilidad, hacedor de preciosidades como las que nos muestra en el que fuera su quinto disco.
¿Qué se puede decir cuando te pones "Kala", y nos encontramos a nuestra musa preferida, Elizabeth Fraser de nuestros amados Cocteau Twins? La Orquesta Nacional de París le arropa, en este sensacional trabajo, donde en temas como "Loin des villes" se dejan llevar por un clasicismo arrebatador.
Aparece el acordeón y los bulevares golfos en "La veillée", para de golpe toparnos con la gran Jane Birkin, que en "Plus d'hiver" nos deja sin palabras. El piano es el dueño indudable de "A ceux qui sont malades par mer calme", que da paso a "A secret place", donde el cantante de Tindersticks deja su granito de arena en esta bacanal de belleza.
"Le matin" y "Les enfants" se hermanan en la tranquilidad y el arrebato y "Le jour de l'ouverture" con Miossec y Dominique A te dejan la piel de gallina. Suenan las guitarras en "La boulange" entre violines que se divierten para toparnos de nuevo con Elizabeth Frazer en "Mary".
En resumen música inspirada de un músico que siempre supo conjugar a la perfección sus dotes para hacernos emocionar.
Esta banda de Chicago nunca falla. Sus cuatro discos son un compendio de punk y distorsión, de ruido y algarabía, un festín que no se deja llevar por lo manido (como nos muestra la canción que titula el disco), y elaboran todo un enjambre de canciones perniciosas ("Network").
El lp es un volcán que no cesa, con temas incendiarios que te atrapan en su telaraña mortífera ("Vacation"), con una contundencia voraz en cada tramo de canción, donde el goce y el disfrute está asegurado ("Sunlight").
Con Meat Wave no hay sitio para el respiro, para una tarde tranquila, para oxigenarse, lo suyo es bregar con distorsiones "Cosmic zoo", y jugar con nosotros al escondite como muestran en la solventa y casi experimental "Withcraft".
Lo tienen claro, Pegada, punk, y disparates ("Sham king"). Temas como "NRA" que son un viento que congela y apabulla, o ese pedazo de himno llamado "I was wrong". Punk del siglo XXI para que no nos despistemos demasiado.
Contando estoy los días para que llegue el 25 de noviembre y asistir al concierto del grupo que para el que escribe posee el mejor álbum de la historia: "Seamonsters". Ha pasado mucho desde esos añorantes 90, pero el bueno de David Gedge sigue en buena forma. No ha dejado de producir excelentes canciones desde aquella época, y ahora nos regala esta bomba de 24 canciones para que los enganchados a sus riffs poderosos y a esas melodías tan entrañables, tengamos excusa para volver a escuchar de arriba a abajo toda la discografía de estos grandes.
El disco reúne la colección de sencillos lanzados durante todos los meses de 2022, algo que ya hicieron en los 90 con esos necesarios e inigualables "Hit Parade" 1 y 2, que tanta dicha nos dieron, aparte de un un DVD con una presentación del disco y un documental que explica su gestación. Vamos, para los forofos, una tarta de cumpleaños.
¿Y que encontramos en 24 songs?. De todo un poco. Hits de esos que te hacen subir el volumen como ese frenético "I am not going....", quizás la mejor del disco, donde el lirismo de The Wedding Present se acompaña de una melodía arrebatadora. Y si luego te pones "Memento mori" no vas a poder dejar de moverte, con esas guitarras abruptas que te conmocionan y te acunan.
También hay medios tiempos abrumadores ("That would only happen....), o singles pegadizos para quebrarte la cintura ("We interrupt our programme"), que se unen a una comitiva de canciones repletas de nervio como la excitante "Strike" junto a otros sonidos que les acerca más a su otro proyecto como Cinerama, como la cándida "Science fiction".
Te rompen el corazón con la impactante "Each time your open your eyes", y también te encuentras con algún que otro bajón como "We all came from the sea", pero nada que no pueda salvar otra pegadiza tonada del tipo de "Kerplunk!".
"X marks the spot" tiene un final casi punk, y en "Plot twist" encontramos la solvencia que hallamos en toda una discografía plagada de triunfos sonoros que se activan en nuestra memoria cada vez que oímos la voz de David golpeando nuestros corazones.
"Whodunnit" puede ser el resumen de la forma de trabajar de The Wedding Present, con esos bajones y subidas, con esa sensación de que todo va a explotar en algún momento, cuando menos te lo esperes, una bomba racimo de tensiones y lamentos, de sonidos que son una jauría para los hambrientos de los rugidos con cariño ( la versión de Magazine que hacen "A song from under the floorboards" es para quitarse el sombrero desde los primeros arpegios sonoros).
Todo exuberante, todo excesivo, quizás a los que no amen con pasión a The Wedding Present, bien pudiera pasar que se les haga algo largo. Para mí ha sido todo un goce disfrutado de principio a fin toparte con canciones como "Once bitten" o "La La La".
Lo dicho, quitando hojas del mes para que llegue el momento de enfrentarnos con esta monumental banda. Para calentar motores, en bucle "24 songs", "Bizarro, "Seamonsters", "George Best".....
Matthew Sweet, que tanto nos cautivó en los 90 con su power por de alto poder adictivo, sacó este pedazo de disco en el 2008, para aseverar que el influjo de sus canciones tan redondas sigue impoluto pase el tiempo que pase.
"Sunshine lies" es una conjunto de canciones cargadas de melodías brillantes (en "Time machine" se nota el gusto del bueno de Matthew por los Beatles), acompañadas por un torrente de distorsión de esas que te hace vibrar como "Room to rock" donde se parecen a Godfathers.
Y luego están las canciones marcas de la casa como "Byrdgirl", que se te deshace en la boca de los oídos, o ese tono de garaje que despide "Flying", un regusto que se ve acompañado de inmediato con pequeñas baladas de esas que son un primor ("Feel fear").
Todas los temas de este disco se defienden por si solos, con tratamientos vocales exquisitos ("Around you now"), con torrentes de guitarras que se se pasean entre volcanes en eterno sueño, donde prima la algarabía y el confort auditivo ("Burn through love").
Matthew Sweet, garantía asegurada de pasar un buen rato engrasando tus silbidos y tu buen rollo.
Tras su primer trabajo en solitario "Las golondrinas, etc", vino "Garabatos" a confirmar la vena de cantautor, cabeza visible de Los Enemigos, que continua en este su segundo lp, con el sarcasmos y los tiempos lentos ("Las cosas fingen").
Contando con Pablo Novoa como productor y guitarrista, los "Garabatos" refleja la necesidad de Josele de apartarse del eco de Los Enemigos, para confeccionar temas de esos que son reflejos de tranquilidad y versos sueltos como vemos en "Baile de los peces".
Pianos y ritmas en "En tu estampa", cachondeo e historias de esas que avisan terremotos ("Pensando no se llega a ná"), la escucha de "Garabatos", se sucede sin apenas levantar los pies del suelo, con una sencillez que apabulla, con ritmos que son trinos ("Ñam, ñam"), y algún vals de barrio proletario ("Farol").
Luego te topas con la que titula el disco que es toda una gozada, y para el final Josele cantando en italiano con "Buonanotte fiorellino", la mejor manera de finalizar un disco que rezuma paz por los cuatro costados.
Maravilloso homenaje el que J de Los Planetas ha realizado al mundo artístico de Ivan Zulueta. Y lo ha hecho a lo grande con un cd de 10 canciones más un DVD con 14 clips donde da forma musical a antiguas grabaciones de los 60 y 70 de Zulueta, que con buen acierto la Filmoteca tuvo bien de traerlas del olvido, pidiendo a J que pusiera su grano de arena para confeccionar un mapa sonoro donde se puede vislumbrar la grandeza de Zulueta.
Y J lo ha conseguido. Porque este primer disco en solitario bien pudiera ser un disco más en el orbe planetario. Sobre todo cuando escuchas "Y la nave va", escrita con Soleá Morente y "Tormenta eléctrica", dos auténticos himnos que te seducen a las primeras de cambio.
"Soleares de loco" tiene un tic de guitarra que te atrapa como una telaraña, post punk entre la voz de J arrastrada en una marisma de flamenco. "Luces de neón" y su melancólicos arranques de guitarra distorsionada da paso a "Natalia dice" la más pop de todo este lote que se pasa en un suspiro.
"Romeras de Betty Bop" se escora al flamenco con gracia y finura, y que da voz a mi favorita "Era una flecha". Se te queda de forma instantánea su sabor, su melodía que se arremolina, la caprichosa manera que tiene J de llevarnos en fila y de la mano a lugares donde los colores son un festival de goce sensorial sin límite.
"Fandangos del rascacielos/Los desalmados" es puro shoegazing con volutas de burbuja, con ramalazos de ternura y que en "Arrebato" llega a ese punto de no retorno, donde te sientes obligado a darle de nuevo al play para que esta magia no desfallezca.
"Amen" y "Jaleo de la calle" con su liturgia que sobrecoge o "Película de plata" y ese aire a Galaxie 500, son más piezas de este puzle que es puro frenesí de disfrute inmediato. Así que solo queda ponerte el paracaídas y dejarte llevar por los vientos que acontecen tras la escucha de esta artesanal obra de J.
Con ellos era imposible aburrirse. Los putos amos del surf punk, siempre con la temática de la ciencia ficción como eje principal de una discografía que la verdad es una delicia, donde destaca esa capacidad que tenían para hacer con sus instrumentales, una auténtica marejada de catarsis entre olas depravadas.
Este disco fue una colección de remezclas de antiguas canciones , junto a hits de la televisión como "Los Supersónicos" o "Mi marciano favorito". Y es que no te puedes resistir a canciones como "Put you finger in the socket" o ese pelotazo de punk llamado "Max Q".
A veces se hacen medio ortodoxos del surf como vemos en "Jetson's theme", para a continuación ladrarnos con una ola expansiva de esas que da miedo ("Invansion of the dragonmen"). Uno de los puntos fuertes del disco es la más larga del disco, con sus casi cinco minutos, "Tomorrow plus X", donde se muestran vehementes y hasta áridos en su propuesta de guitarras en pleno frenesí.
En "Out of limits" parece que estén haciendo una llamada a ET, y en "Calling Hong Kion" ésta cantada, alejada de la instrumentación general del disco, nos lo muestran casi indie rock. La versión de la familia Monsters en ""Munster's theme" es brutal, como brutal es "Deuces wild" y esa distorsión desbocada.
Siempre es buen momento para recuperar gemas como esta, que parecen que han hallado en su estado de letargo, una vida eterna que provoca placidez para el oyente más impertinente.
Disco nacido de la pandemia, de la obligada estancia en el hogar de cada uno, "A los que nazcan más tarde" es otra pieza más de ese púzzle discográfico de Ramón Rodríguez, que es como pieza de un mecano de artificios sonoros para nuestro goce sensitivo.
Acompañado por David Cordero de Úrsula, y Marc Clos, músico acompañante de correrías, "A los que nazcan más tarde" es como un poema tras otro que no se para, una catarata de palabras entre sonidos electrónicos y palabras que duelen ("La peor parte" y "Camara lenta").
Teclados que van y vienen y soportan penas ("Plata verdadera"), himnos casi ambient de noches oscuras y palabras que te mecen en la trinchera de la tristeza ("Desnudo frente a la maquina de escribir"), todo en este disco es frondoso y atrayente, como "Corre, caballo viejo" y esos sonidos de la naturaleza salvaje que te posee y te engulle.
Ya en la cara dos del lp, "Una infancia", como inicio casi post punk de esta catarsis del retiro, o "Todos quieren un final tranquilo", con esa vena de intimidad radiante que te hechiza y que en "No haces de lo mi lo que no soy" se convierte en un hit de la desesperanza.
Para terminar, "Lanzo piedras al mar", una ordalía de palabras que se pegan en la lírica del desarraigo. En definitiva un disco expansivo para el colapso emocional nacido en tiempos de retiro y miedo. Grande.
Ahora que el post rock ha quedado reducido a género (salvo alguna contada excepción) maniatado por su poca dedicación a la evolución, siendo más una especie de rock sinfónico para modernos, es todo un placer volver a éste el que fuera el último disco de la banda de Leeds, plagado de toda una colección de canciones que destilan belleza por todos los costados posibles ("The negatives").
Si en el anterior y quizás con más repercusión "Cold house" (2001), coqueteaban con la indietrónica de una manera más que evidente, aquí a parte de ese juego con la tecnología que tan bien se les daba, ("Any hopeful thoughts arrive"), se las apañan de maravilla para elaborar una jugada maestra de sueños melancólicos ("End on train working"), y de toboganes emocionales donde todo está de tal manera enhebrado que es una maravilla enredarse en sus ruidos siempre envolventes ("Winter 72").
"Still rain fell" es otra delicia de esas que te atraviesa los sentidos, cálida y efectiva, solvente y repleta de situaciones calmosas para perder el tiempo con placidez en silencios de flores y moras. Hipnóticos, cautivadores, Hood te tocaban la fibra, repartiendo motines de abstracción por doquier (L. fanding hills"), silbando profecías de lugares donde es fácil fabricar luces para el sueño ("Clousure").
"Outsider closer", la muestra de una forma artesanal de llenarte de burbujas y de ternura, pétalos que rubrican placidez y confort del bueno. Brillantes Hood.
Siguiendo el camino marcado por "Gueswork" (2019), el amigo Cole le ha cogido gusto a esto de la electrónica, y se ha sacada de la chistera otro de esos discos con canciones redondas para dar y tomar como la que da título al disco.
Temas vacilones con ganas de pegada, "Warm by the fire", se intercalan con teclados de esos brumosos que parecen salido de los 80, syntopop acacaremalado ("I can hear everything"), o letanías dulces con la voz distorsionada ("The idiot").
Con una carrera deslumbrante en solitario (superior con creces a la del proyecto con su banda Commotions), este "On pain" es de uso y disfrute a los que le seguimos desde tantos años. Maravillosa "You are here now", y la tecno minimal "This can't be happening".
Se respira por todo "On pain" aire de otros tiempos, sobre todo de los 80, aquí recuperados con maestría con temas de esos que seducen a la primera escucha como "More of what you are". Para terminar "Wolves", otro punto fuerte de un autor siempre en racha. Sigue, sigue a lo tuyo Lloyd.
Con solo tres discos en la década de los 90 y un regreso exitoso en 2019, con "The circle of round", este "Mouthfeel", nos muestra como la magia no se pierde pase el tiempo que pase, cuando se tiene esa capacidad para encapricharnos con esas melodías que te envuelven ("Satellite"), con una pegada como cuando los conocimos con su triunfal disco homónimo del año 1992 ("We're faded").
Los de Georgia tienen todo para que te encapriches de ellos, te pones ese terremoto de emociones que se llama "California" y es como si tuvieras de nuevo 20 años. Y eso es lo maravilloso de muchas bandas de esa época. Su sonido es eterno, su manera de hacer música congratula a todos los que creemos que la música es un arte llena de musas.
Linda Hoper y sus colegas aúnan todo tipo de parabienes para que el goce sea inmediato por lo que escuchas con su sonido tan especial ("The in-between"). Suenan dulces y a la vez potente con un power pop que te destartala ("Elliot"), con volcanes de distorsiones melódicas ("Smile 4u"), o himnos de esos para andar tarareado toda la vida ("Think for yourself"). Todo con calidad superior.
Y para terminar, otros dos hits, "Stick to me" y "Pilgrim's prayer". ¿Qué más se puede pedir?. Pues nada a disfrutar de Magnapop.
Ramon Rodríguez está en plena forma. Con Madee con discazo este año "Conundrum", y con otro trallazo emocional de The New Raemon en camino, este "In the cold season" es una maravilla, musicando los poemas del colega de Ramón Mark Swanson; aquí hay belleza al por mayor enlatada en una fabrica de rosas siempre duraderas ("Drinkin wine from a paper cup" y "Ghost town living" para empezar como un trago de vino después de un beso).
La que titula el cd es otra postal de invierno cercada por un motín de recuerdos, palabras y música enmarañadas en una calidez que desborda, una caminata con suspiros y alguna foto desenfocada. "Longing" es emocional, un hit de esos que engancha, un cargamento de seducción brutal.
Otro pelotazo es "Remains to be seen", emocore con cactus en las guitarras, melodía atrapadora que da la voz a la tierna y espectacular "Still life". "Struggle song" subyuga con su melodía que se cierne entre volutas de melosidad apabullante y que da voz a "View finder" uno de los puntos fuertes de un disco que te mece y te arroba por partes iguales.
"From the window behind your house" reparte sacudidas medicinales para los tormentos del alma, para terminar el camino con "Die-cut description" una ristra de suspiros de esos que son seda para los suspiros.
Madee, referente honesto de un emocore que siempre triunfa, de una artista, Ramón Rodríguez, que todo lo que hace lo hace bien. Grandes.
Casi contando los días para que salga el nuevo disco de Lisabö (a principios de diciembre), es buen momento para pararnos en este pedazo de disco, "Ezlekuak", uno de las principales piezas de una discografía de esas que es un caballo desbocado, sin freno, de post hardcore emocional, de espasmos que no paran, de ruido que es furia y desmesura.
Y como muestra para empezar "Hazi eskukada I", un torbellino de esos que te hace vibrar, y que te da de bruces con uno de los mejores temas de Lisabö de su carrera, "Aurrerak, ankerrak", tensa, melódica, himno triste que seduce desde el minuto uno, que te hace que penetres en ese laberinto de distorsión brutal, de luces partidas en dos por la potencia de un gemido instrumental.
No me he perdido ningún trabajo de Lisabö, son la banda más valiente de por aki, la que más se esfuerza por no hacer sonido acomodados, por caminar en latidos que abruman y golpean, en aullidos que te dejan noqueado ("Bi minutu"). "Alderantzizko magia" es retadora, abisal, con las dos guitarras y las dos baterías de la banda a pleno rendimiento, en un caos sónico de esos que deja una profunda huella.
"Sekulan etxean izan ez" y "Hazi eskukada II" son otra muestra más de la potencia que destilan, una asombrosa relación de tensiones que van y vienen, de lamentos y parones que ocurren porque luego viene la tormenta a fabrican motivos para la desesperanza que rodea todo. Sin palabras.
El final con "Nekerean", no hace más que confirmar que como Lisabö no hay nadie por estos lares. Lo suyo no es impostado, su mensajes no dejan indiferente, su música es como un aguijón necesario para la supervivencia de nuestra inquietud, lo único que nos salva de la inquina de unos tiempos donde la desolación campa a sus anchas. Contando los días que estoy para escuchar lo nuevo.....
Formados por miembros de Lane, Wild Fox, Scuffles y Dogs for friends, los galos Fragile nos deslumbran con este disco que a penas no llega a la media hora, pero que está lleno de sugerencias para poner una y otra vez esta tralla melódica repleta de guitarras con furia.
Desde ese inicio explosivo con "Messy hair", Fragile confeccionan todo un arsenal de sonidos estridentes, bulliciosos, que no dejan nunca de lado su armazón melódico como vemos en "Selfless" y sobre todo en "Winter at the museum".
Te hacen levantar de la silla rápido, su entrega y disposición para hacer canciones de esas que son como martillazos suaves pero a la vez devastadores ("Ahhedonia"), les hace apetecibles ahora que sabemos que esa enorme banda que fue Lane, con miembros de Les Thugs, ha pasado a mejor vida.
"Overview" no llega a los dos minutos pero contiene suficiente rabia como para querer más. Así que nos topamos con "Murmuration" donde la distorsión es un volcán que no cesa es disparar aullidos. "Laugh/Cry" y "Model", ya el final, para terminar de rematar un trabajo de esos que se consume con rapidez por su sencilla manera de llamar las cosas por su nombre: buen post hardcore.
Desde que en 2010 Mark Linous decidiera poner punto y final a su vida, nos quedamos todos un poco huérfanos de sus canciones hermosas, de sus guitarras a veces áridas, de su lirismo avasallador. Para suplir su ausencia, nacen disco como este póstumo combate de canciones que la hermana de Linous ha recuperado para que el homenaje a su hermano sea un disfrute total de todos los que seguimos su trayectoria.
Disco que en un principio iba a salir en 2009, con la supervisión de Steve Albini, se guardó en los arcones de la memoria para que ahora disfrutemos de este manjar que empieza con un torrente eléctrico ("It will never stop"), y que es seguido de dos bellas joyas melancólicas como son "Kind ghosts" y "Evening star supercharger".
Cuánta tristeza se guarda en "O child" , cuanta levedad en la artillería emocional de "Falling down" que nos lleva de la mano a "I fucked it up", la más aguerrida de este soberbio de pop melancólico que es "Bird machine".
"Chaos of the universe" es otra gema incrustada en la necesaria discografía de Sparkehorse, un serena reflexión que da paso a "Listening to the Higsons", donde de nuevo asoma los zarpazos de guitarras, la distorsiones que nacen de la detonación.
Disco de larga duración, este "Bird machine" esta cargado de pócimas elaboradas con la honestidad del que ha sabido relatar durante su vida las cosas bellas, los dolores, las tragedias, la sombras y la multitud de luces ("Everybody's gone to sleep").
"The skull of Lucia", lenta, parsimoniosa, es otra de las joyas de un trabajo que recupera todas las esencias de un autor necesario por el poder magnético de sus canciones, por la delicadeza que desprendía en sus composiciones tan mágicas. Valga este disco para recuperarla, porque Linous nunca se fue, cabalga con nosotros en noches de insomnio y pavor.
"Split" fue el tercer y para el que escribe, mejor disco de esta banda de Londres, que nos llenó de un shoegazing dulce, melódico, con caramelos de esos envenenados con el sabor impactante de la voz de Emma Anderson que navega entre guitarras cristalinas ("Kiss chase").
Más cerca de Pale Saints que de Cocteau Twins, es reconfortable después de tantos años escuchar como su sonido no ha caducado, como ese enjambre de distorsiones suaves ("Blackout"), nos sigue poniendo la piel de gallina.
"Hypocrite" fue uno de los exitosos singles que se radiaba en esa añorante época que tanta felicidad musical nos dió. Como "Lovelife" y ese ritmo de pop juguetón repleto de sugerencias y deseo. Uno de los platos fuertes de "Split" es la triste y decadente "Desire lines" donde se arman de valor para edificar un torrente de tristeza al vacío.
La más ruidosa del disco, "The Invisible man" juega con las guitarras saturadas como antes nunca lo habían hecho, para en "Undertow" meter pinceladas electrónicas en otro pasote de canción. Que hermosura "Lit up", un sonajero sugerente, una nana repleta de vitaminas, aporte de esencias para el espíritu.
"Starlust" es otra enfebrecida agitación que te deja sin palabras, con las guitarras cabalgando, con luces que te sofocan y te asfixian. Como colofón, "When i die" , otro cargamento de tristeza envuelta en papel de regalo. Lush, divinos siempre, un grupo para recordar.
Definir a O'Death, como country gótico, no hace justicia a lo que te encuentras en este el que fuera su tercer disco. Las dos primeras canciones del grupo de disco, "Low tide" y "Fire on Peshtigo" es como si a los Violent Femmes les hubieran entrado una ventolera punk.
Vamos que si subes el volumen en "Legs to sin" puedes bailar casi un pogo, aunque sea con un toro de un rodeo. Los de Brooklyn, disueltos ya hace tiempo (su última aparición discográfica data de 2014, "Out of hands we go"), también sabáan manejar otros tiempos como la vacilante "Mountain shifts" cercana a los tempos melancólicos de The Pogues.
Y por tocar palos, ¿porqué no los Pixies?. La nerviosa "A light that does not dim" da fe de ello. El aire country si que esta presente en otras tonadas como "Grey sun" o ""Home", pero siempre con ese impulso pendenciero que les caracteriza y les hace tan atractivos.
"Crawl through snow" es auténtica, rabiosa, con suspiros melódicos que sustentan una afilada propuesta que en "On an aching sea" se encorajina, para dejarnos casi al final esa bella letanía llamada "Angeline".
O'Death, aires de frontera y disparos, punk y velocidad, forajidos sonidos para levantar hasta a un muerto lo que nos proponen estos cowboys encrestados.
La verdad es que no entiende muy bien las malas críticas de algunos medios ante uno de los mejores trabajo de Wilco. Después del peñazo de sus trabajos volcados al country y a sonidos más tradicionales ("Cruel country"), abrir "Cousin", con la atmosférica y casi experimental, "Infinite surprise", es un alivio para los que pensamos que Wilco son impresionantes cuando se dejan llevar por su vena más apegada a la transgresión.
Jeff Tweedy y sus colegas, se acompañan en "Cousin" de la cantante Cate Le Bon en la producción, echo que ayuda a comprender la dinámica de un disco ejemplar, repleto de matices, de lugares comunes, donde todo es disfrutable. La languidez de "Ten dead" abruma y el encuentro con un tema como "Levee", de lo mejor de su carrera, te deja un shock de esos amables, con una melodía cariñosa, suave murmullo que te atrae hacia acantilados de sonidos que siempre hechizan. La guitarra de Nels Cline es como una aguja que se te clava en el corazón. Mágica sin duda.
"Evicted", es del clásico sonido Wilco de toda la vida, luminoso, repleto de una felicidad que inunda y soporta pesares. Como "Sunlight ends" y su candidez que hechiza, que pasma, que te hace gozar de manera inmediata.
Mi otra canción preferida de "Cousin" es "A bowl and a pudding", triste, melancólica. Una vez que la escuchas se te queda un molinillo agradable en el fondo de tus tímpanos, formado por libélulas sabelotodo y violines de papel de fumar. Vaya maravilla.
"Pittsburgh" es lenta y agónica, también ruidosa como antes de una tormenta, un bello galimatías con la esencia de lo que más no gusta de Wilco y "Soldier child" se asoma a los sonidos sencillos y claros que también saben manejar. Para terminar, "Mean to be", explosión de colores, maravillas por doquier.
El disco 13 de Wilco es de lo mejor que han hecho en su carrera. Un punto y seguido que esperemos que sea continuado. La senda que mejor les va, cuando la inquietud se instala en sus ganas de construir canciones.
"Televise" fue el tercer disco de esta interesante banda de New York, activos desde 1999 hasta 2007, y que nos ofrecieron en su discografía, un efectivo torrente de carga emocional en canciones que sabían electrificarse con cariño para construir un espacio musical donde podías intuir a The Gun Club y a Nick Cave ("Strangler")
No tuvieron disco malo, este "Televise, como el resto esta repleto de temas como "Monument", con una lírica envenenada, con una guitarra traviesa que no deja de percutir, aunque también se las apañan para remar en mares más calmados como nos muestran en "Astral".
Himnos leves pero pegadizos ("Don't hold your breath"), se dan la mano con intimidades mortuorias como "Pete the killer, o melodías solventes del tipo de "Customized". También se las apañan para pergeñan un abanico efectivo de distorsiones que sugieren y completan un puzzle repleto de acidez y inconforismo ("Televised").
Para terminar el disco eligen al piano como maestro de ceremonia, en "Surface scrath" para convencernos que bien pudieran ser un grupo australiano de esos que se enrabietan pero al rato se dejan caer en la barra de un bar para medicarse con alta dosis de melancolía.
Adoro a David Sylvian. Con Japan, pero sobre todo en su carrera en solitario y con proyectos como Nine Horses, donde se acredita el espíritu renacentista de un músico sin igual, ajeno a modas, a estilos. que siempre transitó por la parte más emocional de una música que subyuga, que atenaza, que te deja absolutamente rendido.
En Nine Horses le encontramos junto a su hermano Steve Jansen y al músico alemán Burnt Friedman, y lo que oímos en "Snow borne sorrow" es belleza con altos quilates emocionales ("Wonderful world"). También participan en este ensueño Ryuichi Sakamoto y Stina Nordenstam, para dar mas enjundia a un trabajo de esos que se te queda largo tiempo en la retina de tus goces musicales ("Darkest birds").
También la aportación del trompetista noruego Arve Henriksen, hace que la maravillosa voz de Sylvian se llene de pétalos imposible de disolver por la sequedad del tiempo. Y si no escucha esa maravilla titulada "The Banality of Evil". Supremo Sylvian.
"Atom and cell", es un pasote donde su hermano a la batería se sale, en un sugerente y espectacular cóctel instrumental que da paso a "A history of holes" donde Nine Horses se adentra en una especie de trip hop con aires de jazz.
La electrónica es lo que predomina en el tema que da título al disco y en "Serotonin", ambas con un potente poder embaucador. Terminamos este gozoso viaje con "The Librarian", para dar fe que cualquier proyecto donde anide Sylvian es de obligada escucha. Mucho arte.
El inicio de "Cold water" es como hallarnos con el espectro de Girls Against Boys. Pedazo de comienzo. Pero hay mucho más. Se nota en el sonido que Albini les echó el ojo. Esa batería solo podría haber sido grabada por el mago del noise.
Me encanta ese himno decadente llamado "Phone", con esa melodía marcial que impacta, con esa sacudida que te deja con ganas de mas. Suenan machacones y contundentes en la visceral "Nightwalk" donde suben el volumen, donde se enredan en laberínticos sonidos que percuten demolición inmediata. Un volcán vamos.
La que titula el cd, repta en un sinuoso y fértil casi post punk con cristales en las guitarras que se mecen entre la levedad y la furia. Soberbios. Como "Natalie" y toda esa ordalía de sonidos que se deshacen en un motín de fugaces distorsiones que aturden.
"Chicago", homenaje a su ciudad es una introducción voraz a "Salt celler" y su ramilletes de sacudidas nerviosas que consiguen envolverte desde el primer minuto. Rozan el punk con "Pine", para acabar con aires de detonación con "Ditch".
Grupo a seguir, sin duda, por su esfuerzo constante en remodelar edificaciones antiguos con el peso de una ambiciosa necesidad de expresión.
No había escuchado algo tan parecido al desasosiego y tristeza que irradiaba Codeine, como lo que se encuentra en este "Less", de esta banda londinense. Si sus trabajos anteriores ya habían puesto los cimientos a su música de bajón continuo, acaban rematando la faena con este conjunto de canciones para llorar bien a gusto.
Comienzan con "Pirouette" y sus murmullos que te atrapan, y el drama que parece dedicarte una sonrisa, que en "Empty heavy" se convierte en una daga repleta de surcos de un lluvia que casi es un volcán cercano a un post metal con el corazón congelado.
Todos los temas de este "Less" abogan por la pena, por los tiempos lentos, por las guitarras con cloroformo, con la voz de Tiernan Bank llevándonos a parajes donde es fácil perderse, donde las sombras se acicalan con soles nunca salidos ("Duffy's").
Y si hay un tema que es casi un siamés de la producción de Codeine, ese es ""And now i am lit" donde se desenvuelven en un ritmo lento que pasma, que asusta, que te deja sin aire. "Distance song" es otra de las gemas que resisten las inclemencias de la alegría, otro parón en seco, un mar de palabras ordenadas para dejarte helado. Colosal.
"Turn" te desborda, con su amalgama de silencios que se van llenando con una melodía que atrapa, salmodia de lamentos y luces que se van apagando, y el final con "Dead, crashed", refleja el espíritu de un grupo que a los que amamos el slowcore, es ya por derecho, un baluarte para días de esos aciagos que solo se salvan con tormentas como esta.
Con este disco empezó su andadura esta banda de mathrock japonesa, formada en 2003, que cumple todos los cánones para erigirse como una formación con enjundia y buen trato de esos ritmos matemáticos que caracterizan al género ("Contemporary desease").
Filigranas instrumentales que van y vienen, distorsiones estructuradas en base a una querencia por realizar una especulada y bien formada progresión rítmica ("Human gift"), también se mueven bien en terrenos donde aparece una calma contenida, bajo el acicate siempre de esa creación de sonidos repletos de esquinas ("RE").
"Dead leaf", casi parece post rock arrimado al árbol de una concreta y serena ansiedad por establecer paisajes repletos de un bucolismo que impacta. Pero lo suyo es jugar con las guitarras ("On a gloomy evening"), para seducirnos a continuación con rugidos en forma de susurros que reflejan la necesidad de la banda de no salirse de la autopista del género ("Spiral gate").
Para la parte final, "...still, it is quiet around here", ahondando más aun en una melancolía de largo recorrido y sobre todo "Recollection", la mejor manera de querer escuchar más trabajo de la banda.
Hace falta la irreverencia, también mala leche, también el humor negro. Con estos tres conceptos, el dúo catalán Los Ganglios, nos regalaron este disco, repleto de sofismas perfectos como "La última palabra" o "Las drogas", o experimentos electros de risa sin parar, "Misógeno ultracatólico".
Y para este guerrear emplean las armas que tienen entre las manos. Desde el punk hasta la verbena de teclados tecnos, como vemos en "Passeig de Gràcia". Y lo hacen con cachondeo, con mala leche, divisas necesarias cuando se quiere decir que estamos hasta las huevos de tantas cosas que no deseamos tragar.
"Camino nuevo de picaña" y "En África" son dos efectivos cantos de denuncias que dan paso a "Sácamelo" y "Sailon moon", dos divertimentos algo menores que ceden la voz a "Vota No", punk gritón de ese que deja huella. Y es que el espiritu punk sobrevuela todo "Leyenda Negra". La casi folk "Espiderman" y "Robin hood" nos hacen sacar una sonrisa pendenciera, y "La leyenda negra del deporte" o "Me impuse a la fuerza" son otras dos formas de irradiar ese halo de antitodo que llenan el disco.
Los Ganglios, nuevas músicas para como en su día La Polla Records y otros paladines de la disidencia, seguir contribuyendo a la resistencia.
Dos discos han bastado para que los irlandeses The Murder Capital, compañeros de correrías de Fontaines DC, tengan una voz propia, dentro de ese post punk de nueva hornada que nos gratifica nuestra existencia.
Y es que después de la introducción de "Existence", nada mejor que meterte de lleno en el dramatismo que inunda "Crying" una sacudida de distorsión y de épica, una manera maravillosa de engancharte desde las primeras de cambio a este potente trabajo.
"Return my head" es una fabrica de sensaciones fogosas, de post punk melódico que en directo tiene que sonar a maremoto (en octubre los tendremos por aquí, ya hay ganas), y "Ethel", un hit en toda regla, con ese inicio pausado que poco a poco se va volviendo un geiser de electricidad total. Puntazo.
"The stars will leave their stage" con su melodía adictiva, con su pegada instantánea, da paso a la lenta "Belonging", como para que nos recuperemos de tanto intensidad envasada al vacío. "A thousand live" vuelve a la carga como un torbellino lento pero demoledor, y "We had to disappear" con su aire de post rock, no hace más que confirmar la rotundidad de este proyecto llamado The Murder Capital.
La que titula el lp, te deja sin aliento, vagando entre depresiones acústicas sonando a través de un telescopio donde los dramas se visten con oropeles de lágrimas de tristeza que no se va. A disfrutar toca pues.
Siempre he sentido una especial debilidad por este músico escocés. Desde que inicio su carrera en solitario fuera de los Commotions, sobre todo con la escucha de ese portento de disco que fue donde empezó su carrera en solitario ("Lloyd Cole" de 1990), no me he perdido ninguno de sus trabajos, todos ellos gratificantes y repletos de buenas canciones.
"Guesswork", fue su undécimo trabajo, y no podía empezar mejor, con unas de esas tonadas delicadas y tiernas que tan bien sabe construir con esa pedazo de voz que siempre arrebata ("The over under"). "Gueswork" es un álbum donde predominan los sonidos electrónicos ("Night sweats"), siempre al servicio del lirismo avasallador que caracteriza a Lloyd.
Hasta el pop electrificado que suena a puro 80, bisoño y sin ningún rubor ("Violins"), te arrebata desde la primera escucha. Pero cuando más impacto tiene es cuando te mece en esos mares de tranquilidad, y que tiene a "Remains" como maravilloso ejemplo.
Grande Cole, no duda en confeccionar como quien no quiera la cosa singles para llevarlos como susurros, como ese pedazo de canción llamada "The afterlife", repleta de sintetizadores con alma poética.
"Moments and whatnot" suena casi como unos Kraftwerk con alma pop y el remate final con "The loudness wars", viene a confirmar que haga lo que haga el bueno de Cole, siempre da en el clavo. Exquisito lo suyo.
Out Hud, banda de Sacramento, tuvo una vida muy corta. Sólo sacaron dos discos, siendo este "Street dad" su primer trabajo, y donde se ve desde que escuchas el primer tema "Story of the whole thing" que lo suyo era congelar el post rock, llenarlo de ruidos y de fríos balsámicos, recurriendo a la electrónica como eje principal de su ideario.
Cercanos en cuanto propuesta a James Murphy y sus LCD Soundsystem, tienen sin embargo algo que les diferencia, y es ese afán por recuperar viejas sonoridades de los 80 ("Dad, there's a little.....), encumbrándose en composiciones que recurren a todos los trucos posibles para que las distorsiones sean serenatas confortables.
"This bum's paid" y "Hair dude...", son dos pasotes de ritmos sincopados, de teclados minimales, de guitarras que se acoplan en una sedición constante, para llenar pistas de colores malsanos, de sedados algoritmos de sueños extraños.
La más larga del lote, "The L train...", son doce minutos de continuo frenesí, un descoloque destructurado de música para danzar mientras te tomas un rato de suspiros sustentos. "My two nads (dad reprise)" la canción tecno del disco, pone el punto final a un gratificante viaje hacia una visión de la música electrónica muy gratificante.
Tras ese pepinazo que fue "Bright green field" (2021), ya teníamos ganas de hincar el diente a las nuevas canciones de estos jóvenes de Brighton. Y la verdad es que la espera ha merecido la pena. No tienes que tardar mucho, solo con el primer salpullido llamado "Swing (in a dream)", con esa trompeta desbocada y tremenda, es seguro el convencimiento que lo que viene a continuación va a ser bueno.
"Devil's dean" es un terremoto de silencios y violencia sónica, tremendismos en tres minutos de exaltación sonora que da paso a "Siphon song", un progresivo desmadre agitado, repleto de distorsiones, elaborado con mimo y repleto de estridencias. Puro goce vamos.
En "Undergrowth" tiran de un funk orate, repleto de aristas, donde vagan entre melódicos dejes que te retan, que sorben influencias de antaño con rabia y desmesura. Encantados ya que nos tienen, nos metemos de lleno en la soberbia "The blades", single que ya nos puso sobre la pista de que esto iba a ser un buen disco.
Después, y sin posibilidad de un descanso para despejarnos de tanto mogollón, se nos plantan con "After the flash", otra proeza instrumental que suena como una tormenta que no cesa y que da voz a "Green light", mi favorita, con la rabia como eje principal de todo un engranaje avispero sonoro.
Este mes los tenemos por aquí en directo. Buena ocasión para comprobar todo ese potencial de sus dos disco, para disfrutar de su eclosión brutal.
Un discos de versiones. Y de buenas versiones. Bajo Don Nino se encuentra el músico galo Nicolas Laureau, que lleva desde el año 2001 dando guerra, embarcado en su particular contienda de lofi, indie, post rock, siempre con un sello propio (este mismo año sacó otro disco "Cover song in inferno" a medias con Françoise Breut).
Y la verdad es que es todo un punto encontrarte el clásico de Bauhaus "Bela Lugosi is dead", oscura pero a la vez radiante, o la psicodelia de Pink Floyd en "Dominoes". A los Cure en "At night" lo convierten en música para un guateque galáctico, para engatusarnos con el "Kiss" de Price o el "A day in the life" de Beatles.
El puntazo total, en castellano, nos viene cuando se atreve con el "Porque te vas" de Jeanette. Todo un pasote audaz. Tristisima es "There is a war" de Leonard Cohen, y soberbia en la recreación sónica que hacen del universo de Sonic Youth en "Express way so skull".
Para terminar, "Like a virgin" de Madonna en versión terremoto lento. "Mentors menteurs!" una buena catarsis de música de otros de la mano de un artesano de mil sonidos.
Uno de los discos más excitantes de lo que va el año es el de este trio que viene de Chicago, y que cuenta como miembro destacado el que fuera bajista de Don Caballero, Patrick Morris. El sonido de The Poison Arrows es un filón de estilos, donde puedes rastrear ecos angulosos de Girls Against Boys ("Mercurial moments erased"), pasando con puntazos con un perfil melódico que atrapa a las primeras de cambio ("The Joy amber scam").
También cuando quieren suenan matemáticos, mathrock sensitivos ("Consequences of memory"), para tender puentes entre el noise y el post hardcore en "Glassed by the gilded age". Himnos como la que titula el álbum, o sedicciones sonoras como "All these kids", van completando un puzzle que te deja la piel de gallina.
Rabiosa y casi experimental "Imminently accompanied by dragonflies", da paso a la extraña "Asynchronous empire of isotopes", para terminar el viaje con el pasote épico de "Sharp young teeth" una sacudida bestial en toda regla.
Un gran disco, emocional, repleto de sitios donde quedarte traspuestos de una enorme banda que dará mucho que hablar. Seguro.
Con este quinto trabajo se despidieron esta pedazo de banda de post hardcore con aires melódicos de Providence, que como en sus cuatro anteriores discos, es todo un disfrute repleto de adrenalina y distorsión a rabiar ("Appetites").
Un gozo, lo dicho, que no te noquea con golpes tan efectivos como la bestial "Dirty knails", o ese casi indie dilema llamado "Sleepless in silverlake". Y cuando se ponen a fabricar himnos, les sales cosas como "Let's get out of here" que llama a la sedición eterna.
Bravos y guitarreros se nos muestran en "Lips 'n snuff" épicos hasta perder el sentido, y cuando quieren huir por la parte menos fácil, se sacan de la manga la experimental "Poltergeist". Todo un vicio su escucha, ponerte sin parar "High and unhinged", o ese catarsis de post hardcore llamada "Excess energies".
Luego viene "Dear crutches" y su aire a Pavement , para reventarte los tímpanos con "Calm down" y "Clear spirits", un vendaval de goce instántaneo. Lo dicho, si lo tuyo es la diversión, Les Savy Fav es tu grupo. Hay que recuperarlos.
En su tiempo no les preste la debida atención. Andaba el que escribe enganchando a Joy Division, The Sound, The Chameleons y demás nigromantes del post punk, como para pararse en este grupo que fabricó uno de los monumentos más grandes del pop bien manufacturado.
Vale, que si, que son comerciales ("Faron young"), pero lo eran como los combos de antes, sin perder credibilidad ni autenticidad, haciendo canciones de esas que pasan a la historia pese a quien pese. Y es que este segundo disco del grupo de Paddy McAloon y sus fierecillas pop, es de disfrute inmediato si nos quitamos muchos de esos prejuicios que nos hacen perder cosas tan hermosas como "Bonny".
Producido por Thomas Dolby, el disco está compuesto de canciones que rallan lo exquisito, que se fundamentan en una exquisita colección de hit como "Appetite" que aunque hayan pasado ya casi 40 años, siguen siendo una golosina que no te debes de perder.
"When love breaks down" uno de los mejores temas que grabaron en su historia, te pone la piel de gallina, como "Goodbye Lucille=1", que te la sabes de memoria cuando la escuchas. La elaborada y especial "Hallelujah", el funk de "Moving the river", o el giro que dan hasta lo latino en "Horsin' around", son una muestra del poderío de este lp,
Para terminar, "Blueberry pies" y "When the angels", como colofón a un disco de esos que uno que ama tanto las oscuridades y las guitarras que amenazan melancolía eterna, le viene como el reencuentro de esas cosas que de niño nos hacían tanto divertir. Pop, tan sólo pop, pero mola tanto.
No hace falta esperar mucho. Te pones la primera canción del disco, "Consent of cult", y ya notas como sube la adrenalina, como se resumen en seis minutos toda la melancolía post punk de los 80 que tanto amamos, con esas guitarras saturadas, con esa voz rompedora.
Y es que el duo de Berlín compuesto por Julian Bracht y Markus Nikolaus, es este su segundo trabajo, compuso un auténtico catálogo de post punk, con sintetizadores melancólicos ("Pool song"), para que nuestro personal viaje en el tiempo se acompañe de todas esas esencias que tanto amamos hace ya tanto tiempo.
Me encanta la potencia de "For everything you are" y la tranquilidad que transmiten en "Future hurry slow". El petardazo viene con "For the light" donde se convierten en una especie de Suicide algo más controlados.
"Shoot the moon" tira de épica post punk y "Ohio" arremete con contundencia y eficacia con todo su aroma ochentero. "Just a dream" pone el punto y final a este gran disco, de disfrute inmediato.
El quinto disco del artista más grande de la historia, el nacimiento de Ziggy Stardust, personaje creado por Bowie para definir conceptos, para empezar a comerse el mundo a grandes tragos, con elocuencia, con pasión, aunando teatralidad, arte, rock y transgresión ("Five years").
Llegó del espacio exterior para quedarse con nosotros, para romper moldes, para conquistar corazones y edificar conceptos elaborados en la mente de un músico siempre añorado, donde la eternidad es la huella que dejó, para que todos lo disfrutemos.
Si "Soul love" es encantadora, el pasote de "Moonage dream", uno de sus cientos de hits atemporal, y que deja paso a otra composición, "Starman", donde se define, donde establece ya a su manera la idea de que lo suyo no es de este planeta.
Glam y pianos rotos, ("Lady startdust"), cabaret en escenarios donde la nave espacial de Ziggy lanza sus aullidos ("Star"), o himnos de esos perpetuos como "Ziggy stardust", ya en la memoria colectiva de todos los que amamos la música.
Y como no olvidar "Rock and roll suicide", la expresión máxima de que Bowie estaba estableciendo las bases para que esa invasión del espacio exterior, se perpetuase hasta su desaparición, cuando su estrella se apagó junto a su arte.
Desde Marsella vienen Parade, con este minilp de 7 canciones, repleto de himnos de post punk, con la mirada puesta en el legado inmortal de grupos como The Sound y Echo and the Bunnymen. 7 temas en 25 minutos, cargados de potencia, de efectividad, un torrente de energía a raudales para confeccionar un aperitivo de lo que pueden dar en el futuro.
El inicio con "Electric fear" no puede ser más efectivo, con esa carga emocional que transita entre arreones de guitarras, con guiños también a The Gun Club. Potente inicio. Como "Ghost inside of you" con esa tensión que expele por todos los lados el tema como un torrente devorador.
El post punk esta más vivo que nunca. Oyes temas como "Darkness of you thoughts" o "Sally's gone", con esa pulsión frenética, con esos dejes melódicos bien elaborados, sabedores que lo suyo funciona, que lo que hacen suena como un tiro.
Épica para tararear en tardes de holgorio ("Summer sunset"), pop cercano a los sonidos de nos venían de New Zeland años 80, ("Is it the real life"), la verdad es que este disco reducido, de este grupo galo, es de goce instantáneo, dejando suficientes huellas para seguir su novel carrera.
Segundo disco de la banda de Pittsburgh, y segundo trabajo donde se disfruta de la enjundia sónica de este trio que revitaliza el shoegazing con dosis de pop envenenado, confeccionando una pizarra de oraciones sonoras para disfrute del respetable.
"Freak" y "Tin man", son el inicio de este viaje repleto de sugerencias, donde es fácil perderse con sus melodías traviesas ("Streamroller"), donde nos deslumbran con lentas letanías de pop de juguete ("Heaven").
Temas que no pasan de los 3 minutos, (excepto "Steamroller"), donde nos paseamos por calles repletas de felices caras ("Paces"), y donde el ruido es un estruendo acogedor como vemos en "Sweet". Cuando se ponen lentos, nos alborotan ("Slide"), y cuando se parecen a Stereolab, realizan danzas especulativas como vemos en "Pocket".
"Station" y "Heavy water" son las dos partes finales de un disco que se pasa raudo y veloz, y que degustamos como un aperitivo dedicado a nuestro gozo ansioso de nuevas emociones.
La verdad es que a épica no les ganaba nadie, a estos British Sea Power, sobre todo con sus tres primeros trabajos (éste es el tercero). Luego fueron perdiendo fuelle de una manera alarmante, y cuando cambiaron el nombre y se quedaron como Sea Power, ya solo eran una banda residual, que nada tenían que ver con sus inicios.
Los conocí con su monumental "The decline of Bristh Sea Power", y rápido me engatusaron con ese post punk retomando lo mejor de los 80. Y el inicio de "Do you like rock music?", no puede ser mejor, con "All in it" y "Lights out for darker skies", dos trallazos, himnos para volver a ser de nuevo jóvenes.
"No Lucifer", tiene un punto a Arcade Fire, y "Waving flags" tiene pequeñas aristas de rock para llenar estadios de electricidad. Quizás este lp es el más flojo de ese trio de discos recomendados de su carrera, pero hay que reconocer que aún sabían confeccionar cañonazos ("Canvey island").
Y es a partir de "A trip out" y su grito casi folk, cuando el disco empieza a decaer, a dejar muestras de por donde iba a seguir el grupo en el futuro. "The great skua" es una copia barata de Coldplay y aunque "Atom" hace remontar el trabajo, las tres últimas canciones del disco son para olvidar.
Curiosa la vida de este grupo, que ya titulo su primer trabajo lo que más tarde les pasó. Premonición de un ocaso anticipado.
El que fuera el cuarto disco de los barceloneses, para este que escribe, es el mejor de su carrera. Por su oscuridad ("Bar Europa"), por su potencia, por esa elaboración tan estremecedora de letras y músicas componiendo todo un catálogo sonoro altamente disfrutable.
Himnos indies como "La radio ha muerto" o "Este espíritu", contundentes, repletos de sugerencias para, con esas palabras mordaces de Eduardo Chiniros siempre dando en el clavo, a las primeras de cambio. "Generación perdida" es rocosa, con sus robustas guitarras predominando, para pasar en "Nit bus" a una especia de punk funk divagante.
"Lucero herido" marca de la casa, es otra de las brillantes gemas que acoge este disco compendio de las esencia de un grupo con una voz propia bien definida. El punk aparece urgencia en "Escaleras mecánicas al cielo" y en "Fragilidad" guiñan un ojo a The Cure.
"Chica fiestera" es pura coña, y el final, con la más larga "Deja vu", completan un decorado repleto de turbulencias sonoras. Las Ruinas, un grupo de esos que nunca defraudan.
Solo sacaron dos disco, pero Neutral Milk Hotel, sobre todo con este "In the aeroplane over the sea", son ya una leyenda, que por más que pase el tiempo, nos ha dejado una colección de canciones de esas que se aman a la primera escucha (el inicio con "King of Carrot Flowers Pt. 1" y su continuación con "Pt. 2 y 3" no pueden ser más revelador, con esos trombones, y esas guitarras atronando sedición).
"Two headed-boy", es todo un himno decadente, de acústica violenta, con la voz de Jeff Magnum, como un caramelo envenenado y que da paso a "Holland, 1945" , himno de indie rock que es imposible que no te impacte a las primeras de cambio.
Ves la portada del disco, y te imaginas lo que hay dentro de este tesoro musical, repleto de vitalismo, de incorreción, y que a cada paso que das te encuentras con una amalgama sónica de esas que son todo un goce.
"Oh Comely", juega al despiste con su folk de manual, para en "Ghost" reventarnos los tímpanos con su caos sónico. Y para terminar este viaje, "Two-headed boy Pt. 2", una caricia lenta para poner algo de cordura a tanto desenfreno. Lo dicho, uno de esos discos atemporales que todos los amantes del indie deben de tener.
Qué ganas que tenía de pillar entre las manos el ultimo disco de la banda de Alasdair McLean. Vuelven los orfebres del pop ("Fables of the silverlink") por la puerta grande, como cuando se fueron, en este noveno disco repleto de magia y sonidos para soñar.
En este "I am not there anymore" te puedes encontrar de todo un poco, y todo con una calidad superlativa. Cancionero que recuerda a un Beck exiliado en los bosques, ("Garden eye mantra"), hit que parecen salidos de otra época, como la subliminal "Lady grey", o experimentos algo tumultuosos como ese pedazo de canción llamada "Dying in may"
Hay relajación con "Conjuring summer in", y caja rotas de pop estropeado como nos muestran en "Blue over blue". Abrazan el barroquismo con "Claire's not real", para con cuervos incluidos, sumergirnos con los vientos en una espiral de catarsis en "My childhood".
El folk se hace fuerte en "Chalk flowers" para acunarnos a continuación con "Hey Siobhan". Los violines te erizan en corazón en "Stems of Anise", para llegar a ese plato fuerte llamado "I dreamed of you, Maria", donde comprobamos que la inspiración de Alasdair sigue intacta.
Notición para aplaudir este disco de The Clientele. Para que los que ya se olvidaron de ellos, una buena manera de volver a resucitarlos.
Tras el pepinazo que supuso "Inercia" y tras ese inicio brutal con "Hipnosis", los que ya seguíamos al grupo de Granada de Antonio Arias, esperábamos que la intensidad de sus dos anteriores trabajos, se mantuviese o se aumentara, y la cosa funcionó.
Desde que suena "Estratosfera", nos encontramos con los mismos mecanismo de distorsión, con la misma maquinaria bien engrasada. Aquí las guitarras muerden, son rudas ("El chofer psicodélico"), y en "El próximo lunes" aparecen esos medios tiempos con los que tan bien sabe jugar Arias.
Pequeños guiños electrónicos en "Visiones en Cody", ya con la melodía bien afilada, para volver a la catarsis casi punk de "Úsame". Un disco hijo de los 90, donde la música independiente y el grunge copaban minutos en radios y en ventas, y donde "Su", a vista de tantos año se ve como un cóndor que pasa rugiendo ("El amor es la víctima").
"Conmigo crece el caos" es psicodelia y derrame sónico, y "Se mueve demasiado rápido para mi", lleva los mismos ingredientes de éxito que de tantas maneras ha acompañado a Lagartija Nick a través de los años.
"SU", un disco que dentro de la evolución de la banda forma parte de ese inicial despega que les llevo hasta orbes siderales.
L&S es el proyecto del músico francés Anthony Laguerre, aficionado a jugar con la improvisación y con la música electrónica, que en este disco cuenta con la ayuda del componente de The Ex, Sok. El resultado: brillante, épico, como salido de las cenizas de un mal sueño de Swans ("Utter matter").
Pero este disco tiene mucho más. Desde el sonido de cuerdas que parece salir de un monte repleto de elfos en "Medicine", hasta ese pepinazo llamado "For you, my love", con un inicio que es pura catarsis, con una guitarra que llora y juega, con una emoción que barrunta tragedia.
"Dows goes to blues", parece salida de un relato de Poe, y en "Can't breathe", la más eléctrica del lote, es un compendio de todo lo bueno que se puede hacer, con una base solida con influencias de música siempre alejada de la luz.
Se nota que Laguerre ha oído bastante los últimos trabajos que realizó Scott Walker. "Krant & Schaar" es una sinfonía de duelo y de martillos a tu corazón y el final con "A case of fire", otro guiño más a Swans, sirve de ocaso para un trabajo que escucha tras escucha, va conmocionando mas. No hay que perdérselo.
Este fue el disco número 14 en la discografía de este necesario compositor que ha transitado tantos y tantos estilos. Con colaboraciones de Antipop Corsotium, con su hip hop agitado, o el piano de Karl Berger, Laswell lleva al jazz a una experimentación de lujo ("X29").
Cuando se adentra en los sonidos de hip hop, con el saxo sonando disonancias, con las voces de los raperos enjauladas en un mar de sombras, ya solo te queda dejarte llevar. Y eso pasa rápido. Cuando llegues a la canción número 2, ya no podrás soltar el disco ("Staple Nex").
Este trabajo es para ponerlo a todo trapo, en una buena cadena, con los bajos secuenciados, con el ardor de un sonido estridente que te somete y te lleva al paroxismo como ese pedazo de hit llamado "Broken toenail gland".
También Lasswell, y eso es marca de la casa, juega con la electrónica, con los zig zag de bases y más bases, al servicio de un ente poderoso que embriaga ("Cyclops"). Lo más cercano que encontramos de la ortodoxia del jazz, siempre con matices, es "Iron cross" con sus once minutos de divagación explosiva.
Para terminar mas discos que vuelan y vuelan, en "Conquer worm", con un DJ marciano que parece provocar la tercer guerra mundial. Laswell, como siempre, sinónimo de arte, de música de riesgo, de toneladas de sentimiento al por mayor.
Vaya pedazo de disco que han sacado Guadalupe Plata. Los de Ubeda, como recuperadores de todo ese legado cultural, musical, de la España Vacía, han entregado un trabajo repleto de enjundia, como un cielo de esos de antaño, donde depende de su color para saber las desgracias o los hechos felices que van a suceder.
Blues, rondas, pasacalles, voces que van y vienen, folk de un árbol ahorcado ("La cigueña"), Pedro de Dios y Carlos Jimena, te emocionan a raudales, te ponen la piel de gallina, con sus salmos. Blues oscuros que parecen salir de un Missisipi de la Siberia hispana ("Tía Tragantía"), o verdaderos disloques rítmicos como el que te encuentras en "Al infierno que vayas".
"El condor pasa" te deja sin aliento, de una belleza anscestral, da paso a "No hay donde ir", otra brutalidad para impedirte dormir. "Y.N.M.T.A" es de los puntos más fuertes del disco, que da la mano a la vacilona "Nunca llueve como truena".
En la parte final del álbum, dos borricadas, "Maleficio" y "Stabat mater", pura lisergia para los sentidos. Y es que este disco de Guadalupe Plata, es como una película de oeste realizada en nuestra meseta tan siempre de invierno. Música para el abandono, para la tristeza, para el goce recatado. Y es que esta banda es presente y futuro. Y con ellos la pervivencia del pasado es hecho asegurado.