No está nada mal esta banda de Almería. Ya nos dieron pistas cuando escuchamos el interesante "El último verano de nuestra juventud" (2018), que es refrendado con acierto en este trabajo también con título sugerente, donde es fácil perderse en sus sonidos ensoñadores, en su shoegazing de moléculas de ternura ("Ardea Cinerea").
La voz de Miriam Cobo, es un fácil señuelo donde empezar en bucle esa sensación de intensidad que no cesa desde el inicio, como con ese guitarreo constante y distorsionada de "La Cima", o ese himno de penumbras rutilantes llamado "La línea de la sombra" donde puedes otear sin disimulo las afición de la banda hacia grupos como Ride.
Porque lo bueno de Monte Terror es que han sabido traducir bien sus influencias, han sabido salpimentar con sus instrumentos la ilusión de unos recuerdos sonoros antiguos, replanteando el jardín con ecos de voces que se apagan y encienden, con rotundas progresiones de feedback alentador ("El desencanto, el duelo y la calma").
"Damas oferentes sobre un barco" y el final con "Isla desolación", ponen el broche de oro a un disco que es como un murmullo lejano que te apacigua, como un bote a la deriva de sonoridades que amamos, bogando en agua de ímpetu y pavor.