¿Qué decir de esta banda valenciana que este mes de noviembre ha soplado 30 velas desde que se subieron al escenario? Toda una carrera digna, repleta de discos de esos que no te puedes sacar de la cabeza. Llegué a ellos un poco tarde, pero la verdad es que cuando los descubrí, no he parado hasta hacerme con toda su valiosa y valiente discografía.
Rock y buenas letras. En este octavo disco, Manolo Bertrán y sus colegas, desde que se inicia con la potente "¿Cuándo perdimos el rumbo?", te das cuenta que sus ingredientes mágicos para que sus composiciones funcionen, les ha valido en su dilatada carrera para conseguir ser una de esas bandas que al escuchar su nombre asociamos la palabra eficacia.
"La habitación de Charo" es un volcán melódico, tierno y envolvente que da pie a la rabiosa "Los dioses y los hombres", con esa facilidad para que los estribillos sean chicles a los que nunca se les agota el sabor. Tremendos los valencianos. En "El viejo campeón", la figura del boxeador Urtain aparece en las estrofas de una canción que habla de más cosa que de puños y combates. La vida, es eso, caerse, ostias, medicina para el alma, y un figurado piso desde donde tirar toda la mierdas que nos condenan a no avanzar.
Con "Frunciendo el ceño" nos encontramos con unos de los alambres más vigorosos del cd, casi parecen mods enrabietados. Después se relajan con las envolvente "Horas y horas" y "Madrugadas", donde la armónica hace de soplete expansivo de esa lírica tan envolvente de Doctor Divago.
Mi favorita es "Ezequiel", una turbina de rock abrasador, ritmo furiosos que sirven de escenario para que Manolo nos cuente la historia de un tipo de su barrio. Menudo tobogán de agitación y frenesí. Frenesí que nos acompaña en "El día de autos" tirando por el camino donde la psicodelia hace arabescos en trincheras de palabras que te envuelven y te atrapan.
"Las canciones del año que viene", termina con la que titula el trabajo, perfecto punto y final para un disco, que como todos los de Doctor Divago te hacen esperar el siguiente, lo bueno que vendrá, de una solvente formación que tiene mucho que contar.