Swirlies fueron uno de los muchos grupos que en los 90 no tuvieron la fortuna de acaparar portadas, de ser renombrados por los medios. Había mucha tela que cortar en esa época y era difícil salir del anonimato con tantas bandas buenas que han hecho historia, que nos vieron crecer.
My Bloody Valentine, Pixies, Dinosaur Jr, Sonic Youth y muchas más se llevaron toda la claridad del cielo de esos días. A su albur, crecieron otras muchas, como estos bostonianos, que la verdad se merecen su recuperación del balcón de la nostalgia. Oyendo "Bell" y sus guitarras enfebrecidas en un mar de shoegazing y noise, te ganan a la primera.
Me encanta como suena la lírica "Vigilant always", puro mar de burbujas, hermana de MBV, señuelo de moscas, feedback y confort. "His love just washed away" también te envuelve en una penumbra de acidez y desencanto.
"Pancake" es pura distorsión con la voz de Seana Carmody incordiando y lanzando burbujas de felicidad maltrecha. Juegan al noise con "Park the car..." y "Tree chopped down" donde parecen rendir pleitesía a Sonic Youth.
Aunque lo suyo es el funambulismo ecléctico con temas como "Wrong tube". para terminar con "Wait forever". Buenas sensaciones de otros tiempos pasados, buenas canciones que te contagian la enfermedad del ayer.
La banda funcionó hasta el 2003, y nos dejaron por el camino 5 discos recomendables todos ellos. Shoegazing con sombras de noise dulce. Un puntazo, vamos.
Ya estamos de nuevo por aquí después del fin de los viajes vacacionales (que no de las vacaciones, que están aún persisten un buen rato, je,je,je). Pilas cargadas, oxigeno en plena forma, todo preparado para que Discos Pensados comience de nuevo su vuelo.
Y que mejor reentree que Black Midi, una banda que por más que la escucho no puedo más que pensar en una mezcla de Jeff Buckley con un noise bastardo que apabulla. Sólo fijarse en el petardo de "953" para quedarte momificado con esa colisión brutal de ruido y de melodía modulada por su cantante.
Lo jóvenes británicos se lo pasan a lo grande con sus experimentaciones sonoras ("Speedway"), post dardcore digital, extraño mayúsculo. "Reggae" (que no tiene nada del estilo) es todo un juego de guitarras que se encrespan a la voluntad de una arquitectura musical original, que te pide más y más paciencia para penetrar en su laberinto.
Los pipiolos se lo pasan a lo grande cuando confeccionan elaborados progresiones de amenaza constante como "Near DT, MI", noise punk repleto de fiebre y pastillas para no dormir, o la mejor del disco "Western", una caricia alocada que te perfora y te divierte a partes iguales, ritmo y más ritmo, distorsión y delicadeza colosal.
"Of Schlagenheim" es pura poesía dolorosa, es un fuego de artificio de instrumentos que se masajean entre sí en un frenético combate de adrenalina. Total. Luego "bmbmbm" como unos Primus atiborrados de excesos, y el punch final con "Ducter" otra tonelada de energía que no se contiene, un vals arrollador de punk dislocado.
Fin del verano, comienza la temporada alta. Aquí no hay sitio para las rebajas. Black Midi suena como un tiro. La banda ideal para dar la bienvenida al cercano otoño.
Con esta crítica del que fue el sexto disco de Superchunk, Discos Pensados se toma un descanso de unas semanas, vacaciones que serán como todos los años acompañadas de fondos musicales, necesario cargamiento de pilas para tomar la vuelta con ganas y fuerza.
Y nada mejor que Superchunk para vitaminarnos con sus melodías y sus guitarras ("Unbelievable things", con esa urgencia de electricidad que les caracteriza desde que comenzaron sus andadas a finales de los 80.
Vaya pedazo de banda los de Chapel Hill. Con ellos es imposible aburrise, con ellos el festín esta asegurado. Temas redondos como "Burn last sunday", y arrogancias con ese aire pop punk que ellos daban a sus temas ("Marquee"), se miran la cara junto a power songs de esas de toda la vida, para facilitarte la existencia y sonreir ("Watery hands").
Aunque cuando más me gustan en cuando se vuelven punks, y te dejan violencias sónicas como "No bruises". Pero estos artesanos de la melodía perfecta, también te seducen cuando bajan el pistón ("Every single instinct" o "Song for Marion Brown").
Vamos todo un jolgorio este pedazo de disco que contiene los suficientes argumentos como para tenerlo muy en cuenta cuando te pongas a repasar su necesaria biografía. Lo que más me gusta es el himno de "Under out feet", medio tiempo que te hace vibrar y mover a la par.
Para el final, "European medicine" también enarbola el estandarte de vigor, contundencia y a la vez delicadeza. Lo dicho, felices vacaciones que ya tengo las maletas en la puerta. Que no pare jamás de sonar la música!!!!
Conocí a Rafael Berrio cuando me topé con ese vendaval sónico que fue "Paradoja" (2015). Él ya llevaba desde los 80 dando guerra en su Euskadi natal. Amor a traición y Deriva fueron sus grupos para luego ya comenzar en solitario su carrera con "1971" (2010).
¿Qué decir de este "Niño futuro" sin que se te sequen las palabras buscando adjetivos para definir los sentimientos que genera su escucha? Aquí no hay la vorágine ruidosa de "Paradoja", pero se mantiene la poesía, del que sin duda es el mejor letrista que tenemos por estos lares.
Berrio, el aciago demiurgo que compone y nos llena de niebla para seducirnos entre siseos y alguna sonrisa perdida. Comparto con él su gusto por ese gran filósofo que fue Cioran. En una etapa de mi vida, cuando fue necesario como la sierpe cambiar la piel para empezar a volver a transitar por los arrabales de la edad, los libros del rumano errante acompañaban mis soledades, llenándolas de luces y cinismo.
"Niño futuro" es arte, son palabras que no se las lleva el viento, es un verso que cada vez que se recita nos quiere decir una cosa distinta. "Dadme la vida que amo" es la primera bandera que ondea sobre el atril de la música que no se acaba. Berrio, más Lou Reed que nunca, se seca la garganta mientras le escuchas y acudes a las letras del disco para seguir su paso de agrimensor de las palabras. Luego viene "Considerando", aun con el aliento formando nubes perennes, amor, amor, y más amor.
En una semana he debido escuchar el disco unas 30 veces. Y lo que más me impacta del asunto es que ansío la 31 como la primera vez. Como no romperte en pedazos con la delicadeza de "Mi álbum de nubes del cielo", un tranvia de sugerencias, un montón de melodía que se te clava y se memoriza en los albas que están por venir.
"Sísifo releva a Sísifo" es pura filosofía, destilado elixir para noches de insomnio que da la voz a "Tu nombre" la más estremecedora del álbum, balada malabarista, todo o nada, grito sin permiso, todo a la vez, junto, para que no olvides. ¿Qué mas se puede decir? "Abolir el alma", basada en escritos de Cioran, pesimismo vital para agarrar al vuelo la levedad de todo y mirar al espejo mientras notas que las arrugas se hacen con el campo de batalla de tu piel.
"El horror" es una de las letras más espectaculares que se ha confeccionado en esta tierra nuestra tan dada a aupar a medianías y a obviar a los artistas con mayúsculas. Berrio nos ha regalado una especie de "Magic and Loss" a su manera, desgranando toda la sabiduría que atesora en estas 10 pinceladas de sueños.
La más punk del lote, "Niño futuro" una diáspora de un recitado que te enloquece, que en siete minutos te deja exhausto, en un islote sacudido por mistrales azotadores, orate por siempre jamás. Para quitarte esta angustia, llegamos al fin con "El truco era un resorte", sensacional manera para un punto y final que es un ouroboros, que te lleva sin remisión a "Dadme la vida que amo".
"Niño futuro", mi disco del verano, posiblemente el mejor disco del año. Poesía, delicadeza, arte, franqueza, vida...
Pulso el play. Suena "This place in time", bajo las persionas para que el sol no arañe la soledad creada por este neoclasicismo de cuerdas que son un filón para quedarte mudo. Esa es la primera sensación que te entra cuando deshojas el que fue el tercer disco de esta artista gala (Cécile Schott es su verdadero nombre).
Ya antes había quedado encandilado bajo su hechizo cuando me hice con "The golden morning break", y este "Les ondes silencieuses" supera todas las expectativas. "Le labyrinthe" es puro barroquismo, y "Sun against my eyes" un tema para tomarte una tormenta a tragos, un bucólico paseo por amaneceres compulsivos.
La espineta, la viola de gamba, el clarinete, suenan apalabrados hablando sobre la tranquilidad de las aguas del mar, buscanco con los ojos la aparición casual de una cola de sirena, el tridente de Poseidón o simplemente la sonrisa de un delfín. La canción que titula el cd podría hablar de eso y de más.
La carrera de Colleen siempre fue una amalgama de figuras geométricas del sentir, uso sin especulación de los instrumentos para saborear la dicha de la belleza. "Blue sands" es otra estocada bien certera, minimalismo clásico, cuerdas que golpean el aire, helados fuegos que te dejan sin respiración.
En "Echos and corals" no puedes más que cerrar los ojos y escuchar las campanas que vienen del fondo marino, las almejas tintineantes, los secretos de las ostras mientras guarda en su vientre el hijo fulgor. Las cuerdas vuelan en "Sea of tranquility", te reparten su botín de comfort interior, evanescencia pulcra que te pide más. Y ese más viene con "Past of the long black land" una oda lírica que estremece y duele, un volcán de sentimientos puros. No hay nada más que hablar, solo dejarse llevar....
Para terminar, "Le bateau", aires nipones para poner el fin a un disco que en estos calores estivales te manda un frescor necesario, balsámico, celestial. El mar, siempre el mar......
Sobrecogedor. La música de este colectivo alemán pilotado por Thomas Weber, es una de esas creaciones que te llegan desde la primera escucha, que te penetra y te pide más. Ya desaparecidos, la mixtura que hicieron del jazz, el noise, la música electrónica consigue la recreación de unos ambientes donde perderse cuando apagas la luz ("Lichteloh").
La música de Kammerflimmer Kollektief te perfora por su delicadeza y sus corrientes de tranquilidad que parecen murmullos abastecidos por una clasicismo bestial, ("Nachtwache, 15 september"), o pequeñas joyas que se beben a grandes sorbos de un jazz glacial al que sucumbes nada más los primeros segundos arañan el aire ("Equilibrium").
"Alles glühen" es una incubadora de silencios de saxos que arrullan y arrullan y "Shibboleth" es una cacofonía de instrumentos de vientos conjurados por expulsar peligro desde las andanadas de la garganta. Soberbio e hipnótico.
Vuelve la calma con las miniaturas "Nach dem regen" y "Bëtaubt", dos reliquias fabricadas para amainar en valles de luceros espasmódicos, delirios de tensión, fragor y disidencia. "Unstet (Für Jeffrey Lee Pierce") es una especie de balada country, delirante homenaje al desaparecido lider de The Gun Club. Pasadote.
Para terminar, "Die vögel sangen....", otra calma chicha para veranear entre corrientes de tiburones, y saxos que parecen vivir en una pereza eterna. Grupo pues a redescubrir, con un mapa sonoro de esos que apatece perderse.
En 1995, debutaron Sparklehorse, la banda del desaparecido Mark Linkous, 16 canciones que te sumergen en una catarsis controlada, en un columpio de música con raíces, de lugares comunes donde la tradición barajea siempre cartas ganadoras ("Weird sisters").
Quizás no es el disco más redondo de Sparkelehorse, (superar "It's a wonderful life" (2001) fue cosa imposible), pero Linkous y sus chicos ya sentaron las bases de lo que vendría después. Aquí los encontramos perpetrando nostálgicas prospecciones de rock de baja intensidad ("Rainmaker"), o baladas de esas que te hacen perder el sentido, como la emotiva "Spirit ditch".
Primeros pasos de Linkous, un autor que un mal día de marzo de 2010, decidió poner fin a la vida ocultándose para siempre detrás de la cara negra de la luna. Linkous, siempre al filo, con sus letras y su manera de conseguir hechizarte con sus raras formas de seducción ("Tears on fresh fruit" es una vesanía eléctrica que muerde y amenaza), para volver a letanías suaves del tipo de "Saturday".
Los siete minutos de "Cow", son otra celebración valiente, desarrollos que van y vienen, espectros que aparecen y se van con un retal de vaho, con una pulsión de sacrificio. "Hammering the cramps" te inflama los ánimos y "Someday i will treat you good" , la mejor del lote, donde ya puedes intuir lo que te podrías encontrar en trabajos posteriores de Sparkelehorse.
Todo empezó con este "Vivadixiessubmarine.....", vale la pena volver atrás, recordar los inicios, los balbuceos de un artista total que nos dejó un legado deslumbrante, unas canciones de 10.