Qué corto que se queda el disco tras estas ochos canciones que pasan como un remolino eléctrico a través de las rendijas de los nervios auditivos. Wire, la banda de Colin Newman, vuelven un año después de su disco homónimo, con las mismas formas y maneras, de artrock itinerante, pedazos de un muestrario de esencias que perduran y te dejan listo para pedir más.
Desde el tema inicial que titula el cd, la banda se muestra inquieta, perforadora de luces, ágil y repleta de matices. Matices que en "Internal exile" se convierten en una andanada de postpunk con repiques de los 80, carretera hacia una soflama de lirismo, con las guitarras siempre briosas.
El minielepé funciona, es una catarata de luces que se autogestionan desde las mismas coordenadas de la banda cuando a últimos de los 70 se erigieron como estandarte del post punk más anómalo, existencial, nacido de las islas.
"Forward position", es la más oscura de este pequeño lote de canciones para no perderte. Suena decadente, negra, vals en penumbra, olor a ceniza mientras Colin se preprara en "Numbered", para ponerse una capa de electrónica.
Escuchando "Nocturnal koreans", queda claro que tenemos Wire para rato. Se nota que para nada estamos ante un grupo adocenado. Por las venas de las canciones sigue corriendo ese arsenal de rebelión, de ganas de continuar en la brecha, de abrir caminos.
Me gusta como suena "Still" por esa aire melódico robotizado que despide y "Pilgrim trade" es otro paseo en un mar de suspiros. Para terminar, "Fishes bones" y su rutilante agitación para acabar esta gozada de minidisco. Wire, en activo, en plena forma, un certero puñetazo de solvencia y buen rock.