Poco a poco y trabajo tras trabajo (este ya es su cuarto) los coreanos Parannoul han sabido ganarnos el corazón con su shoegazing repleto de épica para tararear nostalgias, con su noise pop de alto poder emocional como podemos comprobar en el inicio de este "Sky hundred" con la colosal "A lot can happen".
Cada vez suenan más efectivos, más potentes, más radiantes, con el exotismo vocal que les da todo un punto, acompañando unas composiciones que están repletas de explosiones para disolvernos en feedback ("(Gold river)"), burbujas de shoegazing siempre al filo de la navaja del sentir.
Temas efectivos que te hacen subir el volumen, ("Maybe somewhere") o pócimas secretas con alto contenido tóxico y ruidoso como esa tormenta de rayos y truenos que es "Lights off repentance". El punto fuerte del disco lo encontramos en los 14 minutos de "Evoke me", una catarata de suculenta sinfonía de pegada indomable, con subidas y bajadas, con elementos lo suficientemente probados para el ensueño generalizado. Brutal.
"Backwards" es otro de los sitios donde ubicar tus oídos, flores en barbecho, aire de ese que penetra en tus pulmones para llenarte de oxígeno redentor. Un pasote. Imposible aburrirse con Parannoul, imposible caer en el hastío con esa capacidad que tienen de hacer del shoegazing algo vivo ("Meaning of regret").
Sólo nos queda esperar que se pasen por aquí a no mas tardar, para ver en directo lo que en disco es toda una realidad. Grupazo.
El noveno disco de Waits fue todo un canto a favor de todos lo que en la ciudad lo están pasando mal engullidos por la insolencia de una vida demasiado despiadada. Vaya disco que se marcó el bueno de Tom. Vaya inicio con "Singapore" y sus trombones de fiesta sin anunciar.
"Rain dogs" uno de los pilares de la discografía de este pedazo de artista, está repleto de sonidos y estilos diversos, todos efectivos, con marimbas, acordeones, banjos y todo lo que te puedas imaginar ("Clap hands"), y donde la creatividad de Tom esta en ese punto donde realizar obras maestras parece cosa sencilla.
¿Queremos escuchar una polka? Pues va y nos dispara a la cara "Cemetery polka", ¿música de circos ambulantes con historias siempre peligrosas?, pues te pones "Tango till they're sore". Y cuando hablamos de temas eternos de Waits, de esos que te pones si o si cuando quieres una taza de melancolía, suena "Hang down your head".
Las baladas como "Time", marca de la casa, te rompen el corazón, o "Downtown train" otra de esas canciones que pase el tiempo que pase, siempre perdurará en nosotros. Hasta los experimentos cercanos al country como "Blind love" funcionan a la perfección.
Que maravilla "Walking spanish" con esos aires de jazz y "Anywhere i lay my head" que pone el punto final a una celebración total por la vida, por el arte, por la música sin aditivos.
Aquí empezó todo. Con "The Modern dance", en el lejano 1978, la maquinaria de art punk de Pere Ubu coemzó a funcionar de una manera brutal, con la voz loca de falsete de David Thomas siempre como punto de referencia.
El principio con la caótica "Non-alignment pact" no dejaba dudas, que la voz de Pere Ubu siempre iba a ser propia, original. La que titula este petardazo, es otra muestra más de la consistencia y de la necesidad que tenía la banda de tener un sitio junto al lado de otros popes de la transgresión punk como fueron Wire.
En "Laughing" es un saxo orate el que predica en el desierto de la sedición, con notas de un jazz desquiciado que deja sitio a "Street waves", donde la vanguardia militante (a su manera claro está) del grupo se hace más evidente.
"Chinese radiation" es otro bramido de Thomas que se mueve entra aguas turbulentas que se convierten en "Life strinks" en una sacudida de movedizo punk sin contención posible. "Over my head" tiene un dulce gusto a Television. Y es que la verdad discos como este son los que sientan cátedra.
Luego vendrá una extensa discografía con algún que otro altibajo, pero el sonido de Pere Ubu, siempre se caza a la primera. De esos grupos que abrieron camino.
Vamos acabando el año. Casi como un estertor. Y de repente, me encuentro quizás, con lo que es la sorpresa de 2024, aunque el disco es del 2022, porque la verdad, desde que empecé a escuchar el trabajo de este trio de Atlanta, me ha dejado en shock.
Y no hay que tardar mucho. Desde que se inicia "No good", con esa pegada indie repleta de distorsión, con su frenesí que te hace no parar de moverte, ya te ves con la obligación de seguir el cruce de camino de su música, de sus himnos desesperados.
Por hacerte una idea. Coje a Neil Young, a Dinosaur jr, a Polvo y a Pavement y te pones a mover el coctel. Te sale "Ideal conditions", el que fuera el segundo lp de estos artesanos de canciones perfectas. Y nombro en primer lugar a Young, porque se nota que Wiggins (cantante y guitarra) y sus colegas tienen bien aprendido la discografía más eléctrica del canadiense ("Bar song").
Es imposible que no te deshagas cuando escuchas esa brutalidad triste que se llama "Your gold teeth III" compuesta por arsénico en las cuerdas, amaestrando la melodías en un torrente de drama de ese que te sofoca el corazón. Vaya tema. Y la cosa va creciendo, porque cuando suena la cristalina y especial "Coward", ya te tienen comiendo en su mano. Desarrollo lento y triste, como Dinosaur Jr con barbituricos, centelleantes y repletos de suspiros, largas reflexiones sonoras que te dejan sin aliento.
"On earth" es ruda, casi psicodélica, y "Sgt Belly" es otra de esas piezas que se engancha por su cualidad de arrobo inmediato."Promise" es quizás mi preferida, con su larga y luminosa instrumentación repleta de melodías de esas que se te escuece el sentir.
"Ideal conditions", no hay que perder la oportunidad de disfrutar de este monumento a la intensidad. La verdad es que no puedes parar de escucharlos.
Podemos decir que con seis discos, Touché Amoré se erigen en lo más alto de los grupos de post hardcore. Paso a paso han ido edificando un discurso bajo la poderosa voz de Jeremy Bolt, donde el drama y la distorsión se acompaña de un componente lírico que les hace ser único en su estilo, como muestra la inicial "Nobody".
Hay veces que se dejan llevar por la rapidez y la contienda, como nos muestran en "Disasters", un aspaviento punk, para volver de nuevo con "Hal Ashby" a la senda de las melodías con volcán en las guitarras. Hasta inclinaciones casi de post rock como "Force of habit" funcionan desde el primer minuto de escucha por su elocuencia devastadora.
"Mezzanine" es otro de los platos fuertes de un trabajo donde Touché Amoré muestra a las claras que lo aparecido en sus anteriores discos no es casualidad, que lo suyo va en serio. En "Altitude", la rabia es un conglomerado de tristezas que se agrupan con afán en un discurso repleto de tensiones siempre desbocadas.
"Finalist" y el final con ""Goodbye por now" con aparición vocal de Julian Baker, pone el fin a un trabajo de recorrido lento pero con pegada contundente. Soberbios. En enero vendrán de gira por aquí. No hay que perdérselos.
The Names fue la respuesta que vino desde Bélgica para apuntarse a ese post punk que estaba explosionando en las islas de la mano de Joy Division, Magazine, PIL, y otros fustigadores de un estilo que marcó para ser eterno.
"Swimming" está repleto de un lirismo avasallador, de una melancolía que desde que empiezan a sonar las dos primeras canciones del álbum, "Discovery" y "Floating world", te hacen sumergir en una bacanal de teclados que flotan, de sonidos que te hechizan.
Quizás la referencia principal cuando los escuchamos sea Magazine. El peso de los teclados, la voz de su líder Michel Sordinia ("The fire"), todo edifica un mapa repleto de lugares comunes para el goce perpetuo. Oscuros y nihilistas ("Life by the sea"), el sello Factory se fijó en ellos y les grabó en Manchester. "Nightshift", es otro de los puntales de los que seria este magnifico disco, sacado eso si por el sello Les Disques du Crepuscule.
Como no rendirse antes temas como "(This is) harmony" donde la oscuridad era el sitio en común donde tantos edificaban un lugar en para volar sin miedo a caerse. "Shangai gesture" tiene un punto exótico que les va de maravilla para en "Leave her to heaven" robarnos el alma con minutos de barroquismo excelso.
Si me tengo que quedar con una canción, quizás sea "Light" y su distorsión repleta de veneno. Una delicia. Los siguientes trabajos del grupo (dejando de lado un par de recopilaciones), nos llevan a 2009, con "Monsters next door" y a 2017 con el interesante "Stranger than you", otras dos colecciones de canciones para disolverte con sus rumores acogedores.
Aquí el mejor disco del año, aquí la vuelta discográfica de The Cure después de 16 años, aquí Robert Smith y sus hermanos de correrías ejecutando con destreza una danza oscura de canciones tristes, de temas que desde ya son parte nuestra vida, de los que les seguimos después tantos años, los que nos perdíamos con calor en "Desintegration", los que nos poníamos "Kiss me kiss me" para dibujarnos sonrisas (a veces hasta cuando no había ni ganas) en nuestros rostros jóvenes.
Y es que empezar un disco después de tanto tiempo con "Alone" es como para sobrecogerte nostalgia, para prenderte de algún recuerdo de esos que atesoras en lo más intimo de tu ser, para sacar a pasear quienes éramos, como éramos, la fuerza de la juventud que palpitaba entre ese deseo brutal de inconformismo hasta en el respirar.
16 años, parece mentira. Y van y sacan una obra maestra. Y van te hacen llorar con "And nothing is forever" que como el inicio de "Alone", nos va guiando por un camino instrumental repleto de lirismo, de jardines abandonados al azar, para que la voz de Robert teja como siempre esa telaraña donde vivimos a gusto en tiempos de frio eterno, donde el hielo puebla las condenadas miradas que parecen desear colores aun por crear.
"A fragile thing" es otra bella expresión para reafirmar la capacidad de The Cure para llevarnos a estado perfectos de conciencia del sentir. La guitarra de Reeves Gabrels y el bajo del eterno Simon Gallup acompañan al rey de los cuervos tiernos para que temas como la poderosa y aguerrida "Warsong" sean como la configuración de una danza espectral con caricias de eternidad. Y es que ya llegados a la mitad el disco, notas como si las arrugas ya perennes de la edad te dieran una tregua, esforzándose en parecerse a pequeñas olas con un alto poder reparador.
"Drone:nodrone" es casi industrial, guitarrera con teclados que son ámbar en una coctelera donde caben todas las esencias de The Cure, toda esa capacidad para hacer hits sin esfuerzo, y que da paso a otra de las gemas que tiene este portentoso disco, "I can never say goodbye", dedicada a la memoria del hermano fallecido de Robert, un canto lúgubre y melancólico, una letanía cubierta de musgo, del granito de los cementerios, de las nubes que se posan en los cipreses, como zapatillas de ballet invertidas, como rosas en un bote de formol con el rojo de la vida, de la sangre, como elementos recordatorios que el vivir consiste en eso, en no olvidar jamás a los que amamos.
En "All i ever am", es Simon Gallup quien destapa el tarro de las esencias, llevando con su batuta la sincronización perfecta, un bálsamo de post punk compuesto por movimientos perpetuos de felicidad. Felicidad al escuchar joyas ya imperecederas, al saber que la vuelta de The Cure es la mejor noticia para terminar un año.
Para terminar, "Endsong", el epílogo perfecto de estas canciones de un mundo perdido, la reflexión final, la tormenta que alimenta el alma. Dicen (ojala) que ya tiene Robert casi preparado el disco que seguirá a este. Dicen que en 2029, cuando la edad sea 70 años, The Cure se disolverá en el aire como sus canciones. No vayamos tan rápido. Disfrutemos de este maná que nos envuelve, de este brevaje que nos da tanta dicha, de estas canciones que no puedes dejar de pulsar el play, de llenarte de su magia, de su eterno papel de música para impregnarlo todo de hechizo. Nosotros, ya estamos viviendo en este universo sacro, de melodías condenadas a durar siempre. Larga vida a The Cure.
Nueve discos sacaron los japoneses, nueve trallazos de rock de ese que no tiene fecha de caducidad, garage y fundamentos de blues bruto. "Cult grass stars", el segundo de su discografía, empieza como un torbellino con "Lizard" y su componente blusero que da paso nada más empezar a la caña salvaje. Porque "Strawberry garden" es como si los Godfathers se hubieran ido a vivir a Osaka. Que maravilla.
Yusuku Chiba y sus colegas impregnaron sus discos siempre de una energía brutal, radiación expansiva que filtrea a veces también con el punk, y siempre con un sonido de esos que tienen la capacidad de electrocutar la calma.
"Cult grass stars" contiene la que para mi es la mejor canción de la carrera del grupo: "World's end (primitive version)" un batacazo de indie rock, un himno para rugir, un sol que se te clava en las esquinas de tus ojos.
"Toy" es otra estampida de rock vacilón y "Black tambourine" es como para volar entre ritmos frenéticos, goce total. Sus directos eran brutales. Como salvajes en busca de aullidos. Escuchas en el disco "I was walkin & sleepin" y te puedes imaginar los incendios que se podían vivir sobre el escenario.
Otros de los platos fuertes de este monumental trabajo es "Dallas fried chicken" y sus medios tiempos repletos de rincones para volar nostalgias. Brutal. Luego te pones "Don't sulk baby" y no puedes parar de silbar esta tonada con aire de baile trotón. Pedazo de banda que fueron Thee Michelle Gun Elephant. El cuerpo te pide cuando escuchas un disco suyo sumergirte en el bálsamo de sus canciones, todas ellas fabricadas con tnt y purpurina.
Para terminar esta agitada contienda musical, los trece minutos de "Remember Amsterdam" como constatación del nivelazo de este verdadero ejemplo de lo que es una auténtica banda de rock.
¿Qué podemos decir de un músico, Dom Mariani, que en su larga carrera ha estado en grupos como The Stems, Dm3, The Go-Stars, o este proyecto de power pop rutilante llamado The Someloves que sólo nos regaló este disco que empieza con unos de esos temas que no puedes parar de escuchar, "Melt"?
Y es que el guitarrista australiano que lleva desde mediados de los 80 trabajando sobre melodías irresistibles, siempre ha sido un fiel cultivador del ingenio, un hábil músico que tuvo la suficiente habilidad para sembrar campos con ínfulas de eternidad melódica.
Acompañado por el ex-The Lime Spider Darryl Mather, recupera lo mejor del power pop de los 80, con tonadas del tipo de "Back on side with you", con esos soberbios punteos que te hacen rejuvenecer flequillo. Vaya punto. No hay mucho sitio a disgresiones de distorsión, aquí todo se mece con calma ("Something you can't miss"), aunque siempre queda un lugar para vibrantes ritmos de esos que no se olvidan fácilmente ("Know you now").
Con "Girl soul" te deshaces cuando empieza a sonar ese motín sónico que posee y "I didn't mean that" posee todos los atributos para ser canción de un verano repleto de alegrías que no se acaban. "Forever a dream" y "I'm falling down", casi al final, son otras dos excusas para que corras veloz a completar tu discografía con los trabajos donde Dom Mariani ha aportado su saber enorme capacidad para cautivarnos.
Estaban Portishead, Massive Attack, Tricky y también Alpha. Son quizás los más reseñable dentro del trip hop, los que mejores momentos nos han ofrecido con su sonido envolvente, con sus caricias sonoras, como nos encontramos en este "Stargazing", el que fuera el tercer trabajo de la banda de Bristol.
Con la vocalista Corin Dingley a la cabeza, supieron fabricar temas de esos que eran suspiros de emoción, con una gran dosis de efectividad emocional, como nos muestran en "Lipstick from the asylum" o esa ventolera de vientos que se llama "A perfect end".
Temas con una sensualidad que apabulla ("Elvis"), donde la respiración parece aquietarse como vemos en "As far as you can". Trip hop marca de la casa que se ve enfundado en luces de neón intermitentes siempre ("Saturn in rain"), disparos de voces que calientan el corazón ("Waiting"), o música para películas de espías con todas las cartas marcadas para perder ("Silver light"). Todo suena rimbombante, especial, repleto de alhajas y lujo sonoro.
"I just wanna make you" es un torrente de terciopelo y "Vers toi" ofrece todas las oportunidades posibles para un sueño reparador. Así eran Alpha, grupo que hasta 2022 con su despedida en forma de disco, "Dust", nos rellenó los sentidos con una amplia gamas de sonidos para el recuerdo.
Hay bandas que en los 90, dado el alud de grupos y novedades que surgieron al albur de esa ola necesaria de expresión total, se quedaron relegadas a un segundo plano. Una de ellas es The Wrens, que con sólo tres discos dejaron buena muestra de su buen hacer con un montón de canciones inolvidables donde puedes atisbar todo lo bueno que había en aquella época.
"Silver" fue su primer disco, el más aguerrido, el que cuenta con temas como "Napiers" o "From his lips", donde es imposible no recordar a Pixies, vamos, que casi parecen sus hermanos pequeños. Pero esta similitud no es sorna ni imitación, es un planteamiento sonoro que funciona porque tiene un montón de motivos de frescura.
La lenta "What's a girl" es todo un himno épico para sonreír lágrimas, y "Darlin' darlin", es puro punk para bailar antojos. Como "6" y ese aire vacilón y melódico que te convence desde el minuto 1. Se ponen serios en "Leather side", para volverse algo oscuros en "Strange as family".
Los de New Jersey eran como un torbellino imparable con hits del calibre de "Ruth/learned in space" para meter en cualquier antología indie que se precie de aquellos años. Temas no muy largos, con una pegada inmediata, con unas guitarras incendiarias, ("Behold me"), donde hay pequeños remansos de paz como "Dakota" que conviven con más pinceladas pixelianas ("Adanoi").
Vaya grupo, vaya entereza, vaya manera de tensionarnos el cuerpo. De esos grupos que tenemos que recuperar sí o sí, para seguir con nuestra colección de combos imprescindibles de los 90.
Una caja de ritmo imbatible. Dentro de la colección indispensable de discos de New York Noise, recuperando bandas y sonidos de la no wave de aquella época prodigiosa, donde todo era transgresión y riesgo, esta selección se para en la parte más bailona y movidita (pero para nada acomodaticia) de toda esa generación de grandes bandas.
La cosa empieza con enjundia con Liquid Liquid y "Optimo", para seguir con lo que fue uno de los grandes himnos de la época, The Contortions de James Chance, con la maravillosa "Contort yourself". Konk y "Elephant" nos lleva de la mano con sus vientos y sus ritmos africanos, para continuar con Implog, el proyecto de Don Christensen de The Contortions y su robótico sonido.
El punk minimal y roto de Chain Gang con "Son of Sam", nos tira de bruces al punk funk de los seminales Bush Tetras, donde ya es imposible parar los pies. Y si luego empieza a sonar los primeros acordes del funk de Material con "Reduction", ya tienes todo el pescado vendido.
Si quieres puro desenfreno no wave, aquí están los más orates del lote, Mars y sus estridencias salvajes, con "Helen fordsdale" . Lizzy Mercier Descloux nos calma un rato la cabeza con "Wama", para seguir vibrando como un poseso con Theoretical Girl, el grupo de Glenn Branca, otro de los guerrilleros de la época.
Arto/Neto, con Arto Lindsay, da pie a Alan Vega con "Bye bye bayou", otro engranaje perfecto para este edificio de formas rupturistas que fue la no wave. En resumen, una batidora adictiva de la que es imposible cansarte, esta colección de canciones.