Cuando suena la voz de la ex-Dead Can Dance, todo se oscurece. O todo cobra vida desde la parte más íntima de la cosas. Los arrullos del silencio se pasean de puntillas por tu psique, la noche con la luna embobada por la inclinación singular de las lagrimas se parece a un mapa donde podemos apuntar las veces que se nos escapa los deseos por la parte baja del animo.
Lisa Gerrard es un ángel sin dios, es una molécula espiritual de seda que con ésta su segunda producción, nos invitó a recorrer los caminos más difusos donde se pierden los sentidos, donde el movimiento es una repetición azarosa de ritmos para acompañar los latidos del corazón que brama bajo la piel para que todo siga vivo.
"In exile" es una ecuación tenebrosa donde las flautas tejen la tristeza, donde se vislumbra cuando Lisa aparece como manto de levedad que en "Shadow hunter" forma una archipiélago donde forjar leyendas de hadas traviesas y aventureros corrompidos por la acción nebulosa de la depresión.
Sólo hace falta la fuerza vocal de Gerrard en "Come tenderness", para imaginar iglesias sin cruces ni peregrinos, solo un mazo que rompe las piedras y un hereje que se sacrifica por la sin fe mientras las palabras que se ciernen son patíbulos de secretos y desgracias. Misticismo. "The Sea Whisperer" con un leve toque electrónico que apacienta dolores, es grande como cuando pones el nozal de "Mirror medusa", y te ves atrapado por una aunténtica danza sin fin.
Todo "The Silver tree" sirve para salir de tu cuerpo, para trabajar en una expedición de temores vencidos, de órganos que suenan tañiendo teclas enclenques de susurros extremos, ("Space weaver"). Lisa Gerrard después de dejar a sus perros, siguió por la senda de la instrospección, por los lugares más inciertos donde la duda de nuestra voluntad es vencida por el disparo de la luz del día.