Veronica Falls no descubren nada. Vagan por las calles donde el indie pop se vende en soportales junto con la mermelada del rock. Vale, eso no quiere decir que el mensaje musical de Veronica Falls, sea obvio, aburrido, una onda superficial de música para apagar luceros de ánimo.
Este segundo lp de la banda es una conjugación perfecta de matemáticas pop adolescente, con coros brillantes y una mano de pintura con el eco de unos Stereolab sin esquizofrenia ni arritmias compulsivas. "Tell me" es pop de ese para chocar las manos y correr por prados sucios en silencios.
Pueden ser dulzones y empalagosos, ("Teenage"), pero su mensaje se te aloja en la crin de tus oídos para servirte de acicate para seguirlos de cerca, para no emocionarte demasiado con ellos pero si pasar un buen rato pop.
Pop que se ve revolucionado cuando suenan tracks como "Broken toy", guitarras que se suben por las paradas recordando viejos tiempos, los ochenta, donde el pop se lavaba los diente con estridencias nunca subidas tonos. "Shooting star" es como un homenaje a Pixies con coordenadas de reunión campestre alrededor de un montón de promesas de amistad.
No, definitivamente no descubren nada Veronoca Falls. Lo mismo es que tampoco les hace falta. Juegan a seguro cuando se escucha "If you still want me" y los dos barítonos de la banda se hacen los remolones con una jugosa canción que deja paso a "My heart beats" donde esparcen energía siempre entre corchetes de una furia controlada.
"Everybody 's changing" es otra pegadiza y adictiva colección de voluntades púberes. El punto fuerte lo pone "Buried alive", single seguro, proclama de jóvenes que sueñas con nubes pintadas por pinceles de señuelo de amor.
Livianos, suaves, correosos sin sudar, Veronica Falls nos valen para distancias cortas, sin miras de perdurar, pero si para que en tus domingos puedas arañar alguna que otra palabra de melancolía.
Posiblemente sea el disco que más me llene de Sleater-Kinney. La chicas de Olimpia, siempre a medio camino de sonidos de las riot girl, y del punk indie de los 90, consiguieron con este su tercer largo aunar fiereza y melodía, cargas emotivas de electricidad a mansalva para fabricar 13 petardazos atemporales que con el paso de los años no deja de ser disfrutable.
Partimos del puerto con el track que lleva el titulo del cd, donde las chicas te desgarran con su fuerza y su pop duro, con sus estribillos sucios cargados de dulzura, y pasamos por esa isla que se llama "One more hour", hit que rechina amores doloridos mientras los coros son combates en la niebla entre guitarras que asumen su rudeza con cariño,
Reconozco que los discos posteriores de las Sleater no me llegaron a convencer tanto como este disco. "The drama you've been craving" rezuma tensión, rock alternativo cuando al rock alternativo tenia un porque como estilo y actitud.
En poco más de media hora, descargan sus estridencias, siempre con reflexiones y paradas en fonda ("Heart factory"), y incendios apagados de keroseno, ("It's enough"). También cuando se ponen melosas se sacan cartas de triunfo, como cuando escuchas la pegajosa "Little babies".
También para el recuerdo otro pedazo de tema, "Buy her candy", afilada y combativa, con un careo de guitarras que se tensan con la voz afilada de Corey Tucker. Rock pues del bueno, aristas domadas, mapas donde plantar banderas de insurgencia, chicas en pie de guerra. Buenas las Sleater.
Nunca olvidaré allá por los 90 el concierto de The Fall que ví en una sala madrileña. Mark E. Smith, con un abrigo, fumando y pribando, moviéndose entre espasmos con la mirada perdida mientras se tragaba pastillas y más pastillas. Rock and Rolk. The Fall. Ya por la treintena de discos en su haber, germen del post-punk, iniciadores de tantas cosas, y oyendo este bestial "Your future, of clutter", maestros para los niñatos que se creen los reyes del mambo.
Mark E. Smith, antídoto por excelencia, desde que suena la rallante "O.F.Y.C. Showcase", es como si explotará tu cabeza con ese hipnótica forma de berrear que tiene, acompañado de una competente banda que oyendo "Bury Pts, 1+3" y su frenético rock con aristas eléctricas y agobiantes, te dejan frito con su andanada de bilis y urgencia de psiquiatrico.
Si te va al rollo de The Fall, como al que suscribe estas líneas, estarás encantado de escuchar ese deje pop de "Mexico wax envolvent" con el bajo que se da de bruces con un ritmo vacilón marcado por unos teclados que se tocan los pies con las guitarras punzantes y la voz de este divino orate llamado Mark.
Rock. Peligro no tocar. Oyendo a The Fall te sientes como en casa. Tantos años desde los 90 y siguen componiendo barrabasadas punks como "Cowboy George", una oda de suciedad y detritus, marca de la casa, afilada y explosiva, dinamita en los bolsillos y tus oídos degustando este paraíso de ruido bendecido.
"Your future, our clutter" es como toda la obra de The Fall, desmesurada en su forma y contenido, y por eso mismo, vital y arrolladora. "Hot cake" con los coros de Elena Poulou te hace bailar y "Y.F.O.C. /Slippy floor" es una iluminada y bestial encrucijada de punk roto donde el bajo teje su telaraña, donde las historias de Smith se dan de leches con un arrebato eléctrico que te da pie a pedir una copa o a llamar a la revolución. Joder con el abuelo ingles del post-punk.
"Funnel of love" y "Weather report 2" ponen la guinda a un desquiciado y anárquico disco para goce de personal que se divierte con las antológicas historias de este superviviente de una época que a fecha de hoy, supera a casi todos los yogurines salvadores del orbe indie. Larga vida a The Fall. Con un whyskito, mucho mejor. Para recordar viejos tiempos.....
Suzanne Vega vuelve con nosotros. 7 años han sido necesarios para que la maga de las melodías envolventes, venga con nosotros para contarnos historias de magia y misterio, para sacar de la chistera rosas con pétalos de fresa, para que sigamos creyendo que el pop tiene ese poder embaucador que nos hace querer siempre más.
Para la ocasión Suzanne se ha rodeado de músicos como Tony Levin, Larry Campbell o Zachary Alford, para dar más enjundia a estos cuentos que te harán sonreír, que vienen bien en esta primavera rodante que ha traído un millón de flores para que podamos disfrutar.
"Crack in the wall" es el pistoletazo, un ramo de hortensias en esa garganta tan especial de Vega, un soniquete que te transmite levedad y buen rollo. "Fool's complaint" es canción de autor con útiles de herrero de buen tiempo.
Pero tambien se pone dura Suzanne, y nos da en los morros con "I never wear white", eléctrica y colosal, arpía de guitarras que suben y bajan, rock de baja intensidad. Cuando el piano habla, nos quedamos quietos, nos dejamos llevar, ("Portrait of the knight of wands"), y cuando oriente se expresa suena "Don't uncork what you can't contain".
Pero esto no es todo. "Jacob and the angel" nos viene con unas palmaditas flamencas, así, como el que no quiere la cosa, entre punteos sobrados y el ángel que no cesa. "Silver Bridge" pone el punto ochentero, hits de esos como los que ya sabemos que puede hacer esta artista tan grande.
Canciones, canciones, canciones como caricias, como fuego fatuo donde trompetas se mecen en cariño ("Horizon (There is a road)). Canciones de una compositora grande en un mundo necesitado de poesía, de mimo. Un acierto pues este retorno tan esperado.
Lo reconozco."Giants" es el primer disco que escucho de The Woodentops. En aquella época se me pasaron de largo. Envuelto que estaba quien escribe en los quiebros de The Smiths, The Sound, The Chameleons y demás manada de capataces de sonidos transeúntes para una adolescencia salvaje.
Comandados por Rolo McGuinty, The Woodentops dieron en la diana con esta culminación a un minielepe, "Straight eight bushwaker", bajo los auspicios de Andy Partridge de XYC. Con este "Giants", y tras haberlo escuchado con bastante asiduidad, no puedo más que decir que The Woodentops son una joya. Uno de esos grupos que aparecen del pasado para recordarnos que el pop con guitarras se vestía con mil ropajes para engatusar y convencer.
Desde la inicial "Get it on", con aires de Echo and the Bunnymen pero trastocado el sonido de la oscuridad por un jolgorio casi psicodélico, te verás sumergido en una espiral espacio tiempo, donde te chocarás con himnos pop como "Good thing", coros inflamados, alegría instrumental, y una solvencia melancólica que te tiene ganado cuando suena "Give it time", trompeta incluida, sonidos añejos que penetran y se quedan.
Luego empieza la mixtura. Rockabilly en "Love train", la nerviosa "Hear me James", el pop grácil de "Love affair with everyday living", el acordeón folk de "So good today"... Casi treinta año después de la edición del disco, este aun conserva éste conserva aún todo el poderío y empuje que falta a la mayoría de los nuevos engaños que pueblan nuestros días.
Empiezo desde ya pues a buscar más discos de estos hacedores de melodías perdurables. El gozo de su escucha merece la lucha por seguir buscando gemas olvidadas.
Los hermanos Kadane fueron miembros de Bedhead, banda seminal de los 90, compañera de silencios de Codeine, formación que se caracterizó por su sonido lento, slowcore para oscurecer corazones. Editaron tres discos entre 1994 y 1998, y sembraron el campo de guitarras en estado de hibernación, siempre con esa característica voz arañando cielos, migrando palabras sin vida.
The New Year es el proyecto que los brothers Kadane crearon, con tres discos hasta la fecha, siendo cada uno de ellos y a su manera, la mejor manera de recuperar el espíritu de los 90. Recuerdo cuando me hice con el primero de ellos, "Newness ends" (2001), con Steve Albini en los controles. Las guitarras lloraban, las canciones estaban repletas de una tensión que apabullaba, y mi habitación se llenaba de mis distorsionados movimiento, efecto placebo, añorantes sonidos que viajaban en el tiempo.
El segundo largo, "The End is Near", le siguió a la zaga, quizás apretando un poco menos el pistón, pero lleno de esa intensidad tan febril. Intensidad que no se ha perdido en este homónimo trabajo, que empieza con uno de los temas más bellos que he escuchado en mi modesta y dilatada vida de sirviente escrutador de sonidos que me apabullen. Se llama "Folios" y desde el inicio melancólico con un teclado que da la mano a un leve punteo que te acaricia y te encumbra, que te mece y te disloca, que te hace brillar soles en la oscuridad malsana, notas como sube el calor, como las horas se deshacen en ovillos de aire transcendente. Belleza, sí, belleza que te desborda y te arrincona.
"The Company i can get", con su miel de susurros, da paso a una agitada "X of days", contenida y bravía, arpegios que se pegan en la piel, nubes y borrasca, electricidad acogedora. "MMV" es una balada tentempie, piano y cuerdas esculpidas en una promesa abandonada al azar, pertrechada entre brumas de rock a baja temperatura.
Es una lástima que no sepamos nada más de los Kadane. Después de 6 años su hueco sigue estando donde le dejaron. Escucho "Seven Days and Seven Nights" y el cuerpo me pide subir el volumen, dejarme seducir por la apatía y caer hechizado en un letargo somnoliento y mágico. Esto sólo está al alcance de unos pocos.
Una maravillosa sensación de momentos perdurables. "Wages is sleep" se eleva con su tono triste, cuerdas que consiguen repartir minutos dotados de una irresistible pasión. Hondura, dramatismo y goce. "My neighborhood" es como escuchar a Codeine con un ramo de rosas en la mesa de la noche. Llaman a la puerta y se escurre el suspense, los ecos, las pisadas de algo mejor.
Siempre es un año nuevo cuando escuchas a The New Year. Es como empezar un ciclo, como barruntar noticias agradables. Buenas agitaciones para la dicha musical.
Rosendo es un tipo de barrio. Un tipo que tiene clavado su adn a las aceras y a los soportales del barrio. Carabanchel. Recuerdo haberle visto jugar al billar en un pub con nombre de metro, o pasear con su escarabajo negro por las mismas calles que me vieron crecer. De eso hace ya...
Rosendo nunca ha cambiado. Formó Leño y cuando estaban en la cúspide dijo adiós creando un mito. Creyeron que la cosa no daba para más y comenzó su larga carrera en solitario que con este "Verguenza torera", nos les trae de nuevo por aquí, más mosqueado que nunca, indignado con toda la putrefacción social que inunda nuestra vidas, plagas de corruptelas y gobernantes mafiosos.
Siempre fiel a sus acordes y a su voz rota, y recién cumplidos los 60, su estado de forma es encomiable. "Verguenza torera" esta repleto de sus riffs, de sus verborea eficaz, aquí al servicio de la mala leche, crítica social al vilipendio y a los soplagaitas que nos están amargando la existencia.
"Al lodo brillo" es cachonda y vacilona, la que titula el disco, puerta abierta para poner en su sitio a los que mienten, a los que nos hacen el paseillo con sus milongas pobladas de cinismo y morro. Mi peque de seis año la corea con los cuernos al aire.
Rosendo como los Ramones. Para que transmutar la estética y los dejes musicales que han funcionado como un reloj con el que nadie como él, eso del rock urbano ha tenido sentido. Oigo "Autócratas" y me dejo llevar por su languidez. Y cuando suena "A remar", con letra de su hijo y con la colaboración del cuarteto de cuerda Il Rosso E Il Nero, queda patente que tenemos Rosendo para rato.
"Muela la muela" y "Delirio" son de esas clásicas canciones a las que nos tiene acostumbrado en su dilatada carrera discográfica. Una carrera sin altibajos, sostenida, con la guitarra como reflejo de sus latidos, con la palabra como arma para mostrarnos en que estado están las cosas.
"Verguenza torera" nace en unos tiempos convulsos y nos muestra al artista padeciendo como el resto de la gente de bien las hijoputeces de los bancos, los políticos y demás recua maleante. Pone música a la discordia, nos hace militantes de la indignación, fabrica rock de barriada obrera, teje melodías adictivas. Rosendo, un gran tipo de barrio.
Triple álbum. Uno de los discos posee una canción, "Les Heures", dura casi una hora. Mendelson, los grandes desconocidos para esta Iberia cada vez más aislada, crearon estas flores del mal, para que sigamos creyendo en el poder devastador de la música.
Pascal Bouaziz, después del superlativo "Personne ne le fera pour nous", ha logrado con esta aventura hacia el hades poner su impronta en la historia del desasosiego. El verano pasado me lo compré en Marsella, y ya iba siendo hora de dedicarle unas cuantas palabras a el disco más arriesgado del 2013. Sí, al más arriesgado y al más valiente, y además no es british.
"La force quotidienne du mal", el inicio del disco 1, son diez minutos hipnóticos con el piano que va y viene, con el recitado entre las sombras. Leo Ferre convertido en una paloma ruidosa, el rock transmutado en un arma cargada de razones para apuntar en la diana del frenesí como concepto para degustar la música como símbolo artístico.
Algún journaliste galo ha comparado "Mendelson" con el Metal Machine Music. Quizás no sea tan extremo, pero si sus aristas te hacen desmayarte para volver a izarte en un pulso con las corrientes de las guitarras. "D'un coup" es un poco de ventilación. No, no es para tranquilizarnos. "Un seconde vie" es el infierno, son unos versos con unas cuerdas tensadas para cerrar los ojos y abrirlos en las sombras. ¿Swans? No, aquí los cisnes diatriban mientras la batería marcial deja a Pascal sólo frente al acantilado.
¿Donde están los críticos de nuestras revistas independientes? ¿Se esconden detrás de sus listas y sus marketing? ¿Tienen miedo que exista otras verdades tras los Pirineos? Mendelson es algo más que un grupo. Sylvain Joasson, Pierre-Yves Louis, Charlie O y Jean-Michel Pires junto a Bouaziz forman un ente, un coro de arcángeles negros, que elaboran una pócima para nuestro desastrosos sueños. Insomnio en la luz de las entrañas.
Riesgo es la música de Mendelson, riesgo que apunta una propuesta que tiene joyas como la circular "Avant la fin", cirugía en las palabras, tecnología al servicio del desasosiego mientras las campanas de la oscuridad suenan cándidas en espera de una claridad salvífica que de repente se ve amenazada por un torrente de electricidad a mansalva.
El disco 1 acaba con "Il n'y a pas d'autre rêve", donde aligera la carga sofocante para sonar como Bashung después de una carrera sin fondo. Y en el disco 2 es donde nos encontramos "Les heures", 54 minutos que no son largos ni cortos, 23 paginas del folleto que acompaña a la caja con palabras heridas que gimen. "Il est beu comme un cimetière.....". El aliento de Scott Walker se lava la garganta con cada verso de Pascal. La canción es un terremoto sin fin, una broma de Satán, un dolor que no cesa. Riesgo, si, riesgo, y sobresaliente calidad.
El disco 3 empieza con "Ville nouvelle" una mar de requiebros sónicos que dan paso en "Une autre historie" a una de las piezas más sentidas y poderosas de todo este volcánico y excepcional disco que ha marcado un antes y después en la biografía de la banda y en la escena gala. Aquí, a verlas venir. Ninguna crítica en ningún medio. La ignorancia de los que elevan porquerías olvidando la belleza.
Electrónica es "Le jour oú". Electrónica al servicio de los silencios comedidos. Para terminar la odisea, "L'échelle sociale" y "Je serais absent". Donde Mendelson ponen el punto y final con experimentación y sensibilidad, armas que en los que transgreden son útiles miembros para hacer desaparecer la apatía.
En Agosto pasado me hice con el triple álbum. Ahora, tras unos cuantos meses de parones y escuchas, traigo este cáliz negro a este blog para intentar dar a conocer a un grupo que junto a Michel Cloup Duo, forman nuevas maneras para definir de nuevo lo que significa ser independiente.
Francia finales de los 60 era un hervor. El Mayo del 68 convirtió a nuestro país vecino en el lugar donde la utopía por fin podía ser posible. En ese marco de combustión total, L'Art Ensemble of Chicago aterrizó en Paris para hacer del jazz un cóctel de molotov. En ese momento la escena era una continua ebullición de grupos, compositores, que llamaban a la insurrección usando el jazz como adoquín contra el poder.
"Mobilisation genenerale" es un álbum que hay que tener para entender como estaba la escena del jazz en Francia, y sirve de estímulo, de viaje en el tiempo para recordar esos lejanos acontecimientos donde todo el orden establecido parecía que podía caer.
Desde el inicio con Alfred Panou & Art ensemble of Chicago, con "Je suis un sauvage", donde Panou, poeta de origen togolés y la legendaria Art Ensemble unen la chanson con el free-jazz, te verás hechizado por este crisol de sonoridades.
Areski y Brigitte Fontaine, nos ofrecen "C'est normal". La celebre chanteuse gala junto con su marido elaboran una vacilada donde ambos conversan en medio de ritmos africanos y una flauta pop, denunciando las condiciones de los inmigrantes en Francia.
Era la época donde todos estaban unidos por la revolución. El jazz era la fuente, la mecha para la dinamita. Atarpop 73 & Le Collectif du Temps des Cerises, nos atacan con "Attention... L'Armée" (1973), un canto contra el militarismo, arengando contra el ejercito y sobre la obligación del servicio. Hasta 1996 Chirac no suprimió esa maldita servidumbre que se llama "servicio a la patria". La canción es una hipnótica composición, con una amenaza constante, con una tensión que apabulla. Lo justo para una necesaria proclama.
Rk Nagati, un desconocido autor tunecino aparece en este discazo con "De l'Orient a l'Orion" jazz espiritual esotérico con saxos desquiciados que bailan en tu cerebro. Pelotazo tras pelotazo. Francois Tusques, uno de los pioneros del free-fazz en Francia creó la Free Dance Orchestra, un grupo compuesto de músicos de diversas nacionalidades. "Nous allons vous conter" es funky con un piano Fender Rhodes. En medio, denuncia del modo de vida de los inmigrantes.
La música como boomerang y como testigo de un clima que llamaba a fin de siglo. Mobilisation Generale es un episodio musical que esta repleto de mensajes y jazz.Uno de los puntos fuertes del cd es Mahjun (Movimiento anarco heroico de los felices utopistas nebulosos), una comuna musical que chilla y se desquicia entre saxos orates con proclamas contra el ejercito y a favor de la mobilización de las masas en "Nous ouvrirons Les Casernes". Grandiosos.
También para el recuerdo, Full Moon Ensamble, con "Samba Miaou", donde se vislumbra las influencias de Pharaoh Sanders o Baroque Jazz Trio, con "Orientasie" donde el jazz se encuentra con Oriente. Así pues, de recomendable compra y escucha este tesoro sacado de las catacumbas del ayer. Jazz de combate que no ha perdido sentido y que hoy ponemos como banda sonora a este presente tan funesto.
Youngblood Brass Bandson está formado por 10 componentes. Aquí encontramos saxos, trompetas, trombones, bajos y todo los instrumentos que puedas imaginar para confeccionar unas banda abrasiva con espíritu punk, haciendo hiphop, cajun,jazz, fusiones convertidas en latidos que te hacen moverte hasta descolgar los huesos de tu piel de tranquilidad.
He visionado algún concierto de la banda, y la verdad son una bomba,un estilete de ritmos que hacen lde la catarsis su lema para volcarnos con ellos en esta fiesta de la música. Me llegó el disco esta semana y no he parado de convulsionarme desde que "20 questions" empezó a expulsar su bilis de funk-hop con los trombones tocando brío, armazón puro, nicotina del exceso.
Youngblood Brass Band es lo mejor que podía pasar a alguien que empiece a desilusionarse con el panorama musical actual. Yo ya me he convertido a esta secta de los mil vientos. "Cite in the line" es cool, rular por las calles con buen rollo.
"Whiskey tango foxtrot" es eso, whiskito, un baile subido de tono y un foxtrot hop. Se entrecortan las rimas, de genera un pulso punk, te lo pasas de miedo con lo calentito del tema. La leche, joder, la leche. David Heinze cantante y capo de esta familia es el responsable de que oyendo la rabiosa y punk "The plank will nod, and you will go" no te quede más remedio que votar como un desenfrenado hasta que se te salgan los rieles de tus ejes corporales.
Es en "Ê la ê" donde la voz desaparece y son la milicia de instrumentos quienes se encargan de que la party sea un auténtico desenfreno, una orgía de sonoridades que barruntan tormenta, que fabrican sudor al por mayor para venderlo en botellas de goce y ruido.
"Overtime" es latina, fresca, trombones automáticos y trompetas ligeras como el viento obedeciendo los dictados de la dicha.Luego esta ese huracán que se llame "Wrestlevania", que haría levantar a un muerto, un rugido que no cesa, una conjunción colosal de fuego sónico.
Y como epilogo a este discazo, "Third half", es un rayo galvánico, un puzzle donde se concretan todas las capacidades compositivas de un grupo, que desde ya, le tengo entre mis favoritos. De escucha indispensable.
Disfrute, goce, baile pogo en el salón, música a toda ostia, velocidad y pop, punk que tiene la cresta pintada de rosa, mala baba adolescente, sudor y crudeza, canciones como hits que van y vienen, que se desparraman por los ángulos perdidos de la habitación persiguiendo la manutención de la juventud, el escupitajo de la rabia.
The Thermals no engaña a nadie, y viven para llenaros de singles de rugidos pop, de power pop de acero, andanadas de cuernos al aire para que den por saco a los malditos indies-ilusos.
"Fuckin A". Que se jodan todos que a mí me va bien cuando pongo "Our trip", con la batería como batuta para empezar esta danza malévola donde es imposible quedarse en calma. Que buenos que son. El segundo lp de los de Portland es como toda su obra posterior un puñado de espadas para atragantar el esófago en esos dos minutos de media que dura cada canción.
Ir en coche y poner "Every stitch". Es como volver a tener 20 tacos. Unas gafas de sol, una copa en el bar, un rato de chulería, unas risas bobas, humo de risa, y un alarido de los que nos acompañaban cuando el mundo era nuestro. Que se jodan todos.
"How we know" la he oído en dos días unas treinta veces. Play, play y más play. Subo el volumen, los de abajo con la puta escoba, subo el volumen, los cristales lloran. Esto es rock. El rock para devolverme la pureza de la sangre negra, de los vómitos de voz. Que se jodan todos.
La máquina no para, no ceja. ""When you're town" es una bomba que estalla en tus pies y el comienzo pop de "Remember day" te deja patidifuso en lo alto de una montaña, esperando que brote del cielo una botella de vino o un licor de ángel negro para tu garganta necesitada de néctares diversos.
The Thermals son una garantía. Son un seguro a todo riesgo. Llevo tras ellos desde que caí rendido con "Personal life" (2010). Sus discos duran poco. Pero su fuerza es un boomerang que se clava en las encías de la noche ("God and country").
Las baquetas de "End of begin" suenan espasmos, y el punk aflora en todo su salvajismo cuando te pones "Forward", para domesticar fieras indolentes.
Himnos, himnos y más himnos para devorar el porvenir, para sacar las fotos donde en el ayer eras el puto amo de yo mismo. The Thermals, un viaje en el tiempo. Que se jodan todos....
Este disco es un bálsamo. El islandés Ólafur Arnalds, con este su noveno largo, ha conseguido que durante dos días una extraña melancolía me posea. Se ha hecho fuerte en mi ánimo, ha cogido las riendas y se ha puesto a brincar por los pastos de la tristeza. Es como cuando me drogué con los pianos lánguidos de Craig Amstrong.
Partiendo de la salida, "Sudden throw", lirismo artesanal, cuerdas que parecen mecer margaritas, y viendo la portada nebulosa del álbum, no te queda otra cosa que cerrar los ojos y dejarte llevar por esta enorme ola de tranquilidad buena, de paz interior.
"Brim" es minimalismo con toques electrónicos, golpes al aire, matamos el viento y traemos una flema del cielo. La que titula esta aventura cuenta (como otras del cd) con Arnor Dan como voz para describir en que estado se encuentra el alma cuando viene la primavera sonando tréboles desde un horizonte negro que se clarea con el recuerdo de lo que amamos.
Compositor de cámara inclinado a las florituras de un pop para sensibilizar a tu alma, Ólafur se ha salido con este "For now i am winter". "Words of ambers" está conducida por el piano, que se moja las teclas con las lágrimas de una emoción no fingida, de una catarsis por la sobriedad del sentir.
Cada nota de este disco es una andanada libre de prejuicios para llorar o un disparo al aire de palabras que se entretienen en el vaho mañanero para no salir desbocadas en unas jauría loca de expresiones marchitas. Ólafur siempre lo consigue.
Cada track es un sorbo de íntima sensación de sueños perpetuos. "Reclaim" con Anror en la voz es pop para perforar en el suelo agujeros y plantar semillas de flores aun desconocidas. Luego, tras reponerte del vendaval, te pones "Hands be still" con sus programaciones leves, con sus licores de fiebre en cada porción del disco. Para aplaudir con los párpados algarabía interior.
"Only the winds" es una hormigueo que no cesa, son los latidos del corazón que al compás del tema se convierten en una pieza más de este enjambre maravilloso. Solemne y espiritual, capaz de provocarnos arritmias en la voz, Arnalds me tiene triste. Me paro en los soportales de mi casa e intento preguntarme de donde viene esta extraña sensación de aturdimiento.
La música, una vez más, como termómetro de nuestras urgencias, como banda sonora de nuestro ánimo, acicate o abrazo, arañazo o beso. La necesidad de sentir el silencio para poder hablar, la voluntad de sumergirme en este laberinto, para poder llegar.....