Vaya discazo el que ha sacado Benjamin Booker. Ya no queda nada de ese fogonazo de blues punk que fue su primer trabajo homónimo en el ya lejano 2014. Esto es otra cosa. Y se nota desde las primeras notas de "Black Opps", con ese enganche rítmico de frenesí y dardos electrónicos que te dejan de primeras con ganas de más.
Y la cosa se perpetúa con ese bálsamo rítmico llamado "Lwa in the trailer park" como una nana industrial que te adormece y a la vez te llama a la rebelión del movimiento. Vaya puntazo. Te pones "PompeII Statues" y parece que nos topemos con una versión muy particular de los locuras de Ween.
"Slow dance in a gay bar" es dulcemente decadente, algo comatosa, reflexiva, para volar pero sin alejarse demasiado de tierra. En "Speaking with the dead" juegan la baza de las rugosidades sonoras, vaivenes rítmicos que van y vienen.
Luego nos topamos de golpe con "New world", el verdadero hit de un disco, embadurnado de soul, con la batería marcando el camino, con Booker en perfecto estado de gracia. Colosal. Como la guitarrera "Same kind of lonely" con esa soberbia melodía para levantar días aciagos, o para anunciar alguna película con final feliz.
"Heavy on my mind", en clave más folk y "Hope for the night time" , firman el ocaso de un disfrutable disco repleto de buenos suspiros musicales.
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