Jorge Martínez es un icono del rock and rolk. Es un salvaje lobo que lleva aullando por las entrañas de nuestra Iberia desde los años 80. Jorge es nuestro Iggy Pop, nuestro bestia preferido, un ser de esos imprescindibles para entender que es ser auténtico, fiel a si mismo. Jorge Martínez vivió en La Movida y se cagó en ella y en sus bufones con mucho colorido y sin ningún fondo. Es un guitarrarista ejemplar, un músico exigente, que convirtió al stick de hockey en un arma de prevención contra la ignorancia.
Asi que no hay nada mejor que un buen documental y una banda sonora acorde para que no olvidemos la importancia de este astur y su banda. El proyecto del documental fue financiado via crowdfunding por los fans que acudieron raudo a la llamada de nuestro Atila preferido. En un primer momento únicamente los que ayudaron a realizarle tuvieron la oportunida de verlo. Ahora después de unos meses, Jorge y los responsables de la aventura nos ponen en nuestra mano la BSO que apoya las imagenes y el documental, junto con un libreto escrito por el mismo Jorge donde pergeña y resume a la perfección la historia de Ilegales.
Hasta se ha llevado la proyección a distintos cines de nuestra geografía, donde se ha podido disfrutar en tamaño gigante de las aventuras del último punk.El disco en cuestión son 15 canciones, representantivas de su larga discografía y grabadas para la ocasión, donde se nos muestra a Ilegales en plena forma y con ganas de dar guerra muchos, muchos años más.
La que titula el disco es la mejor manera de empezar, con las intenciones sobre la mesa, con Jorge haciendo de su filosofía el eje principal para sobrevivir entre tanto mezquindad. No hay mejor manera que pasar una tarde poniendo la tele a toda ostia, acabar el visionado y ponerte el cd. "Europa ha muerto", ya lo decia Jorge hace un huevo de años. Premonitoria letra sobre el ocaso de la civilización o "Revuelta juvenil en mongolia" punk de ese por el que no pasan los años.
La cinta tiene momentos para reir, con todas sus aventuras de pelicula, y para la tristeza (la muerte del bajista Alejandro Espina sumió a Jorge en un profundo mar de negritud). Sus soldaditos de plomo, su caserón familiar en medio de la niebla que todo lo tapa, en el bosque donde su familia de gran abolengo dejó sus huellas en cada rincón, poblando de fantasmas las paredes.
Es un punto volver a escuchar "Tiempos nuevos, tiempos salvajes", sonreir a ritmos de ska con "Hola mamoncete!", flipar con las certezas de "Africa paga", o levantar los puños con "Qué mal huelen los muertos!". Todas canciones que de una u otra forma han formado parte de nuestro apego por el grupo más grande de rock que tenemos por estos lares. Versos a cuchillo, estrofas candentes que queman y asolan, ("Un invasor en la capital"), o bailar chachacha con los puños preparados para explotar ("Al borde").
"Mi vida entre las hormigas" es un justo documento de esos que hay que tener, la mejor manera de honrar la necesidad de que músicos y personajes tan apabullantes como Jorge Martínez nos sigan salvando de la mediocridad, del estado nauseabundo de las cosas, de los dejes miméticos, de lo vulgar que hacen ley, de la levedad de la música antual.
Ver a Jorge caminar por el vaho de su refugio, donde se deja llevar por los recuerdos, donde sus tropas de asalto cobran vida, donde sus guitarras con nombres de rebelión acuden a su llamada para luchar con rabia contra el inexorable avance de la edad. "El número de la bestia", el número de la libertad total, el tic del guerrero, la osadía de quien se enfrenta sin miedo a lo demencial de los acontecimientos. Jorge el estepario paseando sus botas por los bares de la desolación, repartiendo sonrisas, ejerciendo de baluarte para los que como él, nunca nos rendimos.