Los 90. La mejor época musical que he conocido. Había tanto y tan bueno, que es normal que se escabullesen grupos, que escapasen al ánimo depredador de los voraces cazadores de experiencias. Hum, banda norteamericana, es uno de esos combos que se extraviaron en la catarsis del ruido que a todos nos inundó.
Este tercer disco logró vender 250.000 copias. Hay queda eso. Y su discurso es claro desde que suena la demoledora y emotiva "Little dipper" o la casi grunge, "The Pod". Tocan todos los palos, y siempre bien. Llegan y se quedan con el emocore en "Stars", o fabrican pildoras de esas afectivas para los malos ratos, para el tiempo de la desmemoria, ("Suicide machine).
Hum solo sacaron cuatros discos, en 1998 chaparon su tienda de sonidos para rendir cuenta al pasado con actitud de rock medicinal. Y oyendo temas como "I'd like your hair long" te das cuenta de la serenidad furiosa de su propuesta, de ese enjambre nervioso que destilan cuando convierten los temas en alegatos de una época que nunca volverá.
He disfrutado mucho la escucha de este disco. Temas como "I hate it too" con su delicadeza para nada impostada o el final con "Songs of farewall and departure", resumen a la perfección la maestria de un grupo salido de un volcán que nos quemó las entrañas y los oídos en unos años fértiles para hacer amigos, conocer el exceso, amaestrar la rabia, y buscar en tiendas de discos nuevos compañeros de viajes a Pixies, Sonic Youth o Dinosaur Jr. Hum, una necesaria recuperación.
Escuchando "You and I" parece como si el Mississippi que se tragó a Buckley aún tuviera en el eco de sus olas todas el arte de este maravilloso músico que un buen día dejó su ropas en las orillas del río para decir un adiós definitivo.
Aunque pueda sonar a una operación de marketing, cada vez que sale al mercado un nuevo trabajo del finado (y van ya....), no hay que perderse la ocasión para escuchar el tesoro que dejó guardado el de la voz doliente. Esta vez es un disco de versiones a pelo con su guitarra. Para que más.
Suena "Just like a woman" de Bob Dylan, y te entran ganas de llorar. Vaya derroche de voz, vaya forma de emocionarnos con ese leve tinteneo de cuerdas-dedos, con esa expectación que creaba cada vez que cantaba. Sí, lo mismo el Mississippi quiere que no perdamos la ocasión de extraviarnos en la garganta del hijo pródigo.
"Everyday people" de Sly Stone, tira por el soul, y en "Don't let the sun catch you crin" de Joe Greene, Buckley suena más blues que nunca. Luego vienen las reinterpretaciones de su cancionero, donde "Grace" suena apabullante, desbordante de sensoriales mecanismo de goce. Para flipar.
Más lágrimas con "Calling you" de Bob Telson, delicada y extrema, y en "The boy with the thorn in his side" guiña un ojo a sus queridos The Smiths. Imagino que Morrissey se sentirá superado cuando escuche este cohete espacial en forma de andanada lírica. Sin palabras.
Para el final el apoteosis total con "Night flight" de Led Zeppelin, y la mejor del lote para el servidor, "I know it's over", también de The Smiths. Cualquier expresión se queda corta para calificar este pedazo de aullido, este colapso de pop en vena de flores siempre mustias.
Creo que todas las criaturas que habitan el río donde desapareció ya se han acostumbrados a estas tonalidades musicales. Silban cuando viene la noche, saltan las truchas cuando encuentran su amor, pesca el pescador alguna botella perdida de algún marinero extraviado en los ramales de la tragedia. Buckley, siempre Buckley.
Mi primera aproximación musical al universo musical de The Bellrays, no ha podido ser más satisfactoria. Ya me habían comentado que la banda de Lisa Kekaula, se lo montaba de puta madre uniendo en sus discos el soul y el punk. Bueno, pues sí, eso es lo que te encuentras en este rayo negro que te llama a la rebelión y al baile.
Desde la pasada soul de "Sun comes down", negra hasta en los coros, hasta en los alfileres de los vientos que salen a pasear brillantina, pasando por la que titula el cd o "Hell on earth", todo es exceso rockista, guitarras aceleradas, sudor y pelos afro.
"On top" suena como si Tina Turner se hubiera colocado hasta perder el control y "Anymore" es un baladón de esos que sueltan bilis, que llaman a la insurección. El rayo que no cesa, la mar que no se esconde.
El inicio de "Power to burn" parece de Sex Pistols, para dar paso después al trallazo rítmico de "Everybody get up". Luego llegan para el final la potente y ardiente "Close your eyes" y la más tradicional "The way". Soul, punk, rock, todo en una misma coctelera, todo para gozar, bailar y tensar tus músculos. The Bellrays, la tormenta perfecta.
Ostias con la marcha que tiene esta contrabajista que se ha llevado mil y un aplausos de prensa y músicos por igual. Con un pie en el jazz, y otro en diversas formas de rock, Spalding, ha conseguido con este su último disco posicionarse en un lugar ideal para esparcir a su voluntad sus volutas de ondas dulcemente traviesas.
La roquera "Good lava" y la melosa "Unconditional love", son las primeras marcas en este mapa musical poblado de incidencias donde compartir efusión y dinamismo, racimos de polución interna y caos irradiador de luces enfermas.
Este quinto trabajo es un festival de frondosas luminarias inmaculadas, donde la canandiense juego al r&b, con "Judas", para después darle un sopapo en toda la cara a la ya aburrida PJ Harvey cuando suena la energética "Earth to heaven". Vale, puede que halla veces que pueda rozar el mainstream, ("One"), pero cuando te pones cosas como "Rest in pleasure", todo la perdonas, con ese suave galimatías instrumental jazz que abarca y perfora estilos y edades del ayer y hoy.
"Ebony and Ivy" es zappiana, inquieta, juguetona, circular, años setenta con aires de ahora, poderosa y graciosa, voces que se derraman, latidos tolerantes de amaneceres.En "Noble nobbles" vuelve apostar por las guitarras, y en "Elevate or operate" casi parecen un grupo de post rock sinfónico.
Un poco de marcha rutilante con "Funk the fear", para acabar con el piano en "I want it now". Todo un acierto de principio a fin, lo que ha conseguido esta muchacha con su desparpajo y su ritmo de pulsión total. Para recibir como se merece al otoño que ya está entre nosotros.
"Iag bari" fue el tercer disco de esta banda de zíngaros rumanos (12 miembros ni más ni menos), que llevan ya una larga trayectoria, repartiendo en romaní sus ganas de fiesta, de identificación a su comunidad, con sus tubas, clarinetes, saxofones, trompas, batería y demas armas para jaleo dar.
Este cd, como todos los suyos son una continua llamada a la alegria, ("Doina" o la que titula el álbum para abrir boca), donde todos los músicos parecen danzar de ebriedad mientras suenan sus continuas llamadas a la revolución del alma ("Dusty road").
Y bien completito que les quedó su trabajo. Hasta El Misterio de las Voces Búlgaras prestan su mágia élfica en canciones como "Lune, lune". Canallas y bravucones se ponen en "Jocul Boldenilor" y hasta parece un grupo de ska gitano en "Banatzeana". Todo una pasada.
También tienen tiempo para tranquilizar su furia ardorosa, ("Balada lui loan"), y para hacer versiones cachondas que te dejan sin aliento ("Moliendo café"). Si quieren, pueden hacerse un hueco como compositores de música para cine, "Besh o drom" o ser punkies por un día, "Hurichestra".
Todo "Iag bari" es una llamada al exceso, a la borrachera perfecta, a dejarte llevar por una baile desbocador, por un aliento de festín embriagador. "Ginduri de om batrin", es otra llamada a las armas y el epílogo con "Bubamara", otra forma más para expandir con gracia la revolución de los campamentos y la vida nómada. Música sin artificios, historia de un pueblo, los zíngaros y sus vientos, las cadenas rotas, los trombones ardiendo....
Suena "Blanc", la primera canción de este emocionante segundo disco de este compositor francés, y parece que si cierro los ojos estoy escuchando a Satie, con andanadas de mínimalismo, lírica fabricada al por mayor para poder gozar de la paz de la música tranquila.
Multinstrumentista que lleva desde finales de los 90 sacando gemas para deleitarse, "Nocturne impalpable" es un dulce galimatías de sombras que son amenazas de vientos, ("Radiophonie nº 1"), o romanticismo adornado con flores que nunca se caen de su ramaje primario, ("Doucement, le grain de sa peau").
Chauveau sabe como llenarnos de silencios, como trabajar sus armas mediante el piano, la electrónica mínima y la soberbia captación de nuestra calma mediante esta radiante exposición de ondas musicales elaboradas para nuestra salud interior.
Después de comer, te sientas, pones "Ocre", llamas al otoño, cierras los párpados, y las teclas del piano parecen que fabrican sabanas al por mayor para nuestro necesario descanso interno. Sylvian también sabe construir expositores de arte móvil como "Radiophonie nº2", donde juega con las voces, y con la tecnología sin pasarse demasiado.
Clásico en "Adieu Miséricorde", abrasivo de cariño en "Léger", o compositor de rayos de luces que nunca son amenazas, como en "Le monde intérieur", el disco se desliza con parsimonia, con voluntad de sosiego, arengando la paz de los ojos que ya no se acuerdan la última vez que se vieron llorar.
Mis preferidas, "Je me suis bâti sur une colonne absente", muy en la onda de Yann Tiersen, y los nueve minutos finales de "Nocturne urbain". Todo un disco pues de clásico moderno. Para gozar, para sentir, para volar.
Después de escuchar con atención el disco del rapaz Will Toledo, me queda claro que estamos ante unos de los rubores más frescos y juveniles que nos han llegado para revitalizar la muchas veces acomodada escena independiente.
Me basta el inicio con "Fill in the blank", para tirar cohetes mientras las guitarras chillan y Will se hace el pope niño de unos recuerdos musicales que vienen todos de los 90. Vitaminas, supuración de pus, urgencia melódica, todo lo tiene Car Seat Headrest.
Y es que "Teens of dial" supera a "Teens of style", por su concreción, porque aqui no hay experimentos que valga. El sonido ha mejorado, la banda compacta, y los temas van naciendo como espumarrones eléctricos de lava. "Vincent" suena a los primeros Pavement, y "Destroyed by hippies powers" es un himno de esos para llevártelo puesto todos los días del año, para alegrarte tristezas, para sentir el frescor de la lejana juventud.
Car Seat Headrest es buen resumen de todo lo bueno que vivimos en esos años. "Not what i needed" es puro cortejo indie rock y "Drunk drivers/killer whales" es una gema de esas que te retuerce los intestinos, power pop con chicles de rosa, tormenta sin paraguas, un delirio que no te puedes perder.
Me gusta ese inicio vacilón con trompeta incluida de "Cosmic hero" y ese aire de silbido de perdedores que da paso a "The Ballad of the Costa Concordia", un arsenal de minutos para no perderte en boutades, para subir el volumen y gozar de estos arenales de gloria efímera.
La casi punk "Connect the dots (the saga of Frank Sinatra) nos lleva al cierre con el minuto raspado de "Joe goes to school", Si, este chico lo tiene claro. Lo suyo no es algo pasajero. Estaremos atentos a sus producciones, esperaremos que las guitarras no dejen de sonar jamás como suenan en este "Teens of denial".
Si me dan a elegir el último largo más tranquilo y envolvente de The Drones, "Feelin kinda free", y este burrada con un titulo de esos para pronunciar de carrerilla, sin duda me quedo con el lado salvaje de este lp del 2005.
Para nada desmerezco su progresión estilística, pero es que este artefacto en una bomba, un cartucho de dinamita de puro de rock salvaje, melódico, que pica aquí y alla, en las semillas del angel negro de Cave, "Shark fin blues", o en las andanadas del canadiense orate Young, "Baby".
Todo sin mesura, primitivo. Y eso que este segundo trabajo en su carrera fue la ostia de popular en su Australia natal, con los dos temas que comenté en el parrafo anterior. Escucho a The Drones, y recuerdo a otro canguro punk, Kim Salmon. A ambos les gusta retorcer la melodía, hasta hacerla sangrar, ("The best you can believe in" estremece con los coros de la bajista Fiona Kitschin, con el cuarteto engrasado para romperte en dos el corazón).
"Waint long by..." es un discazo se mire pon donde se mire. Cada canción tiene la sufuciente fuerza como para que asistas ante una bacanal de sentimientos extremos. Me alucinan como tratan los medios tiempos, como en "Locust", donde Gareth Liddiard exorcisa su garganta mientras la banda poco a poco se va convirtiendo en una bomba nuclear.
Se ponen rugosos con "You really don't care" , y en "Sitting on the edge of the bed cryin'" tiran del blues para hacernos rabiar entre pócimas de sudor y furia. Si, creo que no me paso si digo que The Drones es la mejor historia que ha sucedido en Australia desde la aparición de Nick Cave. Lo suyo es dejarse la piel, abrasarnos con sus guitarras que parecen mecerse en ácido sulfúrico, hablar desde la distorsión y el hipnotismo, ("The freedom in the loot").
Para la parte final, "Another rousing chorus you idiots", rutilante pieza de fuego y condena, desde la lentitud hacia la perdición, lobos con sed de sangre, casas deseosas de arder..... Y el gong definitivo viene con "This time", de esas canciones que te dejan sin respuesta, con Gareth llevándote hacia la oscuridad, donde las luces del alma se encargan de decirte la verdad....
"I hate music" fue el décimo disco en la carrera de la banda de Mac McCaugan y sus colegas. Y vaya pedazo de disco que se sacaron del sombrero los que en los 90 no paraban de sonar en nuestras walkman-orejas o en nuestros viejos vinilos.
El inicio no puede ser más prometedor, "Overflows", himno power pop, una canción para vitorear, para recordar todos los buenos ratos que nos hicieron pasar cuanto empezó todo. La segunda, parece que baja algo el pistón, con su medio tiempo moderado, "Me & you & Jackie Mittoo". No pasa nada. Falsa alarma.
Vale, quizás hayan perdido algo de pegada. Pero ya quisieran muchos yogurines de ahora acercarse sólo al sonido de estos truanes de la melodía. Me encanta "Void", puro Superchunk, estrofas al viento, electricidad y melodía, que más se puede pedir. Papa Bob Mould debe de estar contento cuando halla escuchado este portentoso disco.
El punk aparece en el minuto y poco de "Staying Home". Un pogo para recordar viejos tiempos, cuando nada podía con nosotros, cuando matabamos el tiempo a abrazos. La ostia. Luego, se ponen melosos, y me tienen en sus manos. La mejor de disco, "Low F.", tiene un inicio demoledor, y consigue que saquemos a pasear nuestros silbidos, las baquetas de los ojos, el volumen atronador. Si, pocas bandas de los 90 hacían tambien eso de la concreción exacta entre una buena canción pop y un desfile de electricidad con fabula de reto. Magnapop tampoco estaban lejos.
Superchunk, unos grandes que siguen en plena forma. El disco merece su recuperación, su goce y su escucha para festejar este gran jolgorio que es frenesí y fiesta continua. "Breaking down" es un juguete que expone a las claras la maestría de estos adalides de rock bin hecho.Y cuando aparece en el reproductor "Out of the sun" , lentita con telarañas de melancolía, ya está todo hecho, ya merece la pena todo este puto calor que nos está matando, mientras el portátil no sé como no ha estallado en mil pedazos. Le debe de gustar la marcha. Superchunk mola.
Y para terminar otra andanada para gozar "FOH", y la mas larga del lote, "What can we do", más pop que rock, pero con el mismo tratamiento eficaz de melodía y nostalgia. Redondos Superchunk, miremos hacia atrás, de allí vienen esos viejos sonidos, este son apaciguador.
Es igual el tiempo que pase. Cada vez que Explosion in the Sky saca un disco, disco que empieza a vivir en el habitáculo de mis esencias musicales. Asi, desde el primer trueno que retumbo en los cielos con "How strange, innocence" (2000) y sobre todo con su siguiente, que fue el punto de enganche que tuve con ellos, "Those will tell..." (2001).
"Wilderness" es otro disco más de los de Texas, que desde la primera pócima, que titula el cd, nos hace que nos entregemos en sus miniaturas instrumentales, con sus texturas líricas en medio de arrobos siempre bien delimitados.
Como la continuación con "The Ectatics" pura sinfonía a base de melodía y estructuras por todos conocidas pero igual de disfrutables que siempre. Explosion in the Sky,no fallan. Ahora no son tan arrebatadores como antaño, se han hecho mayores y les gusta pintar al ólea tristezas pasajeras o campos donde cocodrilos hambrientos cosen a la luz de velas aciagas armaduras contra el dolor.
Últimamente la banda había preferido utilizar su música como banda sonora de película, ("Manglehorn"). Aquí el grupo vuelve por sus fueros. Como no gozar con la ternura de "Tangle formations", con sus arpegios de dédalos perdidos entre soles rutilantes. Si, post rock de altura, de ese que te hace soñar sin perder deseos.
El disco no tiene desperdicio de principio a fin (sobre todo a partir de la segunda o tercera escucha). Te envalentonas con la sinfonía de "Logic of a dream", que se retuerce entre lava galvánica con gotitas de rocío nocturno. Poderío de Explosions in the sky para los que amamos este tipo de arranques, estas fiestas de colores emocionales.
La electrónica esta bastante presente en "Wilderness" y quizás en "Desintegration Anxiety" es donde más se cruzan con las letanías de cuerdas que se mueven en paralelo junto al complot de una banda en continua evolución desde unos parámetros bien prefijados.
Los dos minutos de "Infinite orbit", ensamblan a la perfección con "Colours in the space" y su especulaciones sobre el color de los latidos de corazón. Todo bien trenzado, todo bien estructurado, para que no falte nada a este plato servido desde el frenesí del post rock.
Para terminar "Landing cliffs" otra sopa de letras de reflexiones, interludios electrónicos en mapas de soñar aires frescos. Si, lo seguiré haciendo. Confio en ellos. Cada disco suyo, pintaré un pétalo electrificado con baterías de susurros. Música para la ensoñación, contra el malfario del tedio.
Esta semana no ha sido buena. El miércoles se me fue un familiar muy querido (prima hermana, hermana en mayúsculas). En su plena juventud (somos viejos cuando nos sentimos como tal), ese asesino criminal que se llama cáncer, se la llevó en dos meses.
Está crítica va a ser distinta. Van a sonar las canciones de este buen disco de Antonio Vega, "De un lugar perdido", como murmullo que quiero dedicar a la que se fue. Antonio parecía que iba a empezar a volar cuando en el 2001, editó este disco. Margarita, su mujer, hacía de musa para sus arpegios de dolor, para sus ojos siempre entre sombras.
Así suena "Estaciones", vital y vigorosa. Asi quiero recordar a la que hizo las maletas y se marchó. Vivía en esa región donde todo es extremo y duro. Donde hasta las rosas nacen con escayola. Por eso es tan importante lo que hizo en vida. En una tierra donde el cacique y los siervos van de la mano, ella se propuso que la rebeldía iba a ser su bandera, su condición.
A todo el que lo pasaba mal ayudó. Fue el estandarte del desahuciado, del que no tiene nada. Nadie la paraba, Asi era ella, un volcán que no dejaba de rugir. Un fenómeno que nadie podía detener. Ahora Antonio entona "A medio camino": "Para morir viví, muero por estar vivo". Los fantasmas mi prima los destruía con la insolencia del quien ve a su lado tantas desigualdades malditas, tanta afrenta del que que más tiene, regocijo de las injusticias.
Joder que pena. Sí, cuando la vi en la caja que la lleva al reino de los dioses sin Dios, me parecía que se iba a levantar para convertirnos a todos en un grito que todo lo silencia. Ahora escucho "Para bien y para mal", acústico Vega, maracas de depresión, esperanza por que su amor le abrió la puerta que en el año 2009 se cerró definitivamente.
La muerte es así de cruel e injusta. Regala a los torturadores de la felicidad años de gracia y gozo, y se lleva a esas flores que hacen de los jardines lugares para visitar, aunque el invierno intente implantarse en el mapa del rocío y los olores. Es lo que hay. No podemos hacer nada. La que titula el disco, mi preferida, es puro pop para enrocarse en tus ratos de ensimismamiento.
Me hubiera gustado que la distancia no hubiera sido tan grande entre los dos. Apenas 240 kilómetros. Las veces que nos llamamos para decir que si, que al siguiente puente estariamos por allí. Ahora ya cuando vaya, no estará. Me tendré que conformar con ponerla algún flor en el sitio donde nada se mueve.
"A trabajos forzados". Lenta y bella, letanía para que la voz de Antonio se eleve hasta las nubes como un delfín impertinente cansado de tanta agua. Ella también nunca se conformó con el estado pútrido de las cosas. Toda la gente de bien del lugar donde también nació quien me dio la vida, se reunió para decirla adiós. Todos sabían lo que había hecho, a la gente que había ayudado jamás sin pedir nada a cambio. "No creo en más infierno que tu ausencia", musita el desaparecido Antonio.
Está crítica nace del dolor, de la pena, como una homenaje con corazón a una bella persona que se fue, que nos dejó desconsolado y sin palabras. Antonio ha puesto su música para mis dedos, para que en esta tarde caliente de domingo de septiembre, dedique mis palabras a una estrella que siempre navegará en los cielos para que sigamos su estela. La revolución, la revolución pendiente que ella nos dejó por hacer.....
En 2010, Mark Linkous, lider y compositor de Sparklehorse, decidió acabar con su vida. Terminar de golpe con una trayectoria siempre en los márgenes de la música independiente, con la calidad como adjetivo definitorio de una carrera esplendida, cortada de un tajo por la guadaña del adios.
"Good mornig spider", el segundo disco de Sparklehorse, es una compendio de unas formas de pensar y sentir la música, de gozar, de expresar la aislación de un músico que se apagó como una cerilla, que dijo ya no me vereis más.
"Pig", la que da inicio al disco es puro indie rock ruidoso, estruendo en medio de la tormenta. Rara avis en "Good morning spider". Aquí priman los tiempos lentos como en "Painbirds" o "Saint Mary". Pero también Linkous supo sacarse de la mangas canciones pop de gran calibre como "Sick of goodbyes", o psicodelicas sinfonías para perder la razón ("Sunshine, international version").
Así era Mark Linkous, un compositor excelente, sin freno en su creación. Su disco favorito para el que escribe es "It's a wonderful life" (2001), el siguiente a este, pero "Good morning spider", con su golondrina volandera tiene sufiente fuerza como para que esté en lo mejor de su discografía no muy larga. "Chaos of the galaxy/Happy man", suena al principio lofi, lejana, para al poco nacer como un hit de esos que hay que recordar aunque el tiempo pase su patina de olvido.
17 temas para que no olvidemos a Linkous, para traerle, para saborear con gusto su ponzoña y su arrojo. Me gusta la delicada "Hey, Joe", y la esplendida "Come on in" con esa capacidad de hacer del romanticismo una afrenta vital.
No se porque pero hay veces que Sparklehorse me recuerda a Eels. Quizás por que son dos genios que cabalgan a lomos de un caballo salvaje y sin posibilidad de domesticar. "Maria's little elbows" es sencilla y a la vez embriagadora, y "Cruel son" es todo un latido para hacerte gozar con su melodía espeluznante, con su proyección hacia cielos de ternura y confabulación.
Todo "Good morning spider" es un festival para gozar en la intimidad de después de comer, para llevar prendido la mezcolanza de su azul espumeante de rabia ("Ghosts of his smile"). La colosal "Hundreds of sparrow" va poniendo los créditos de fin a este pelicula que sabemos que no va a terminar bien. Adios con "Junebug", adios dice Mark en una época en la que aun florecía en el jardín de lo imperecedero. Luego vendría el drama, pero eso es ya otra historia.....