Mi primer encontronazo con The Drums, no ha podido ser mejor. Un grupo que elige como single la radiante bizarria post punk que es "Magic Mountain" se merece todo mis respetos, en estos tiempos de memeces al por mayor, de copias y más copias que no dicen nada.
El duo formado por Johnny Pierce y Jacob Graham y tras tres años de estar en dique seco, se las han ingeniado en este "Encyclopedia" para sacar una colección de canciones que te hace festejar con nostalgia los años de The Smiths, Echo and the Bunnymen y demás tahures de la inconcreción.
The Drums a veces parecen una versión iconoclasta de Animal Collective ("I can't prend"), pero lo suyo es utilizar los instrumentos para rememorar que en los 80 , 90, del riesgo nacieron multitud de propuestas madres que han forjado la dirección posterior de la música independiente.
Reconozco que me lo he pasado pipa con ellos. "I hope time doesn't change him" es una pasada, lenta, gratificante, como para aparecer en la siguiente pelicula de Sofia Coppola. Bálsamo para el dolor, aspirina para una dieta de sensaciones cariñosas. También tienen tiempo para ponerse saltarines y juguetones, lúcidos en slogans de usar y tirar ("Kiss me again") o para revolotear como un enjambre de luces despiadadas en noches sin fin ("Let me").
No suenan empalagosos cuando radian verdades lentas como "Break my heart", apoyados en el fantasma de Morrisey. Post punk militante que en "Face of god" se deja llevar por punteos peligrosos, por fuegos en la sombra entre estribillos luminosos.
"Bell laboratories" es la más oscura del lote. Juguetona, carta marcada que da paso a un guiño a Jesus and the Mary Chain, "There is nothing left", épica y cariñosa a la vez. The Drums, un buen grupo para buen recordar viejos tiempos.