domingo, 7 de julio de 2024

THE BLACK HEART PROCESSION. "1" (1998)

 


Con este disco empezó la carrera de este grupo de San Diego que duró 11 años y 7 trabajos. Todos ellos repletos de una melancolía que abruma, notas siempre a pie de página de una sobriedad que parece llamar a los fantasmas del pasado, donde cada instrumento parece que suena como doliéndose ("The waiter"). 

La música de The Black Heart Procession siempre me pareció como de verbena triste, con el piano doliente siempre certificando el estado del sentir ("The old kind of summer"), aunque a veces se desperezan y suban algo la voz como nos encontramos en "Release my heart". 

Pall Jenkins y Tobias Nathaniel, siempre rodeados de buenos músicos, supieron elaborar en sus trabajos una buena amalgama de sensaciones para que los días tristes que tengamos podamos sobrellevar el peso con maravillas del tipo de  "Even thieves couldn't lie". 

Podían musitar perfectamente banda sonoras para westerns donde las única pistolas peligrosas sean los desgarros emocionales de hombres y mujeres abocados siempre a vivir en habitaciones y corazones cerrados a cal y canto ("Heart without a home"). 

En este primer largo están las bases por donde se movieron siempre. Su sonido no se apartó de esos espectros que llamaban a tu casa ("Stitched to my heart"), haciendo sonar las cadenas como fantasmas hastiados de tanta malsana soledad. 

"In a tin flask" es mi preferida, donde el protagonismo total está en el piano que es presdigitador de desenlaces funestos. Y el final, no puede mejor, "A heart the size of a horse", la más delicada de todo este lote de belleza glaciar. Para doloridos corazones impertinentes. 


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