miércoles, 28 de febrero de 2018

SUPERCHUNK. "What a time to be alive" (2018)


No me pude resistir. Bastaron los primeros acordes de la canción que abre y titula el lp para que me erizara como un jovenzuelo, votando en medio de la cocina mientras los platos casi se despeñan por el fragor de la distorsión. Y es que el tema tiene todo para que sea desde ya una de las mejores canciones de su sobresaliente repertorio. Pegada, melodía, punch, himno noventero. No puedo parar de ponerla.

Y es que es como si volvieramos a 1990, cuando sacaron su disco homónimo. Los de Chapell Hill me vuelven jóven durante esta media hora larga que tiene de todo para un disfrute extremo. "Lost my brain" parece casi punk y "Break the glass" es otro hit de esos que te rompen el corazón. Mac McCaughan, Laura Ballance, Jim Wilbur y Jon Wurster, meten un puñetazo bien fuerte a todos esos grupos acomodaticios que viven de las rentas y a los noveles que van de listos y se quedan en lo vacuo.

Nunca me ha defraudado un disco de Superchunk. "No pocky for kitty" (1991), "Foolish" (1994) o el más reciente "I hate music" (2013)  eran discazos de esos que no te cansas de oír. Y este "What a time to be alive", no iba a ser menos.

Esto es un torrente que no para, una catarata de luces que te estrangulan, un follón de esos que te deja rendido, y con ganas de más. "Dead photographers" es otra de esas gemas donde las guitarras se vuelven pop en un mar de electricidad incontenible, con una eficacia instrumental de esas que quitan el hipo.

Estamos en febrero y ya tengo uno de los discos de esos que alzaré en diciembre en lo más alto del año. Cuando el paso del tiempo en un grupo no significa adocenamiento y si juventud, es que estamos ante algo grande. Y Superchunk son todo un fenómeno. No paro de tararear "Erasure" con ese incontestable acervo de himno indie rock y "I got cut" es otra estrofa rota, otro lugar común para envenenarnos con la sabiduría de estos encomiables monstruos.

Stephen Merrit y otros colegas (músicos de Pedro the Lion, A Giant Dog y Waxahatchee) se dan un garbeo por el disco para animar al cuarteto en su particular guerrilla ruidosa. Así salen petardos casi de hardcore como "Cloud of hate" o joyas deliciosas como la que termina el cd "Black thread".

Todo un gusto comprar un disco y que te salgan un mar de rosas con la tensión por los cielos. Superchunk, los 90, el recuerdo, el presente, la fuerza, la juventud, la buena música, el candor....



domingo, 25 de febrero de 2018

SLEATER-KINNEY. "One beat" (2002)



"One beat", fue el sexto trabajo de Corin Tucker y sus colegas. Un disco de esos que ha envejecido bien, desde que el dedo presiona el play y suena la canción que titula el disco, rock aguerrido, himno minimal con las voces siempre coreando batalla.

Me gustan Sleater-Kinney, esa forma tan suya de jugar con el frenesí vocal, (Carrie Brownstein, es una acompañante ideal para la tenor Corin), y en temas como "Far away", sientes que el riot girl tuvo un buen estandarte con las Sleater.

No se cortan ni un momento en construir pequeños guiños de pop con teclados juguetones, "Oh!", o acercarse al post punk con guitarras crujientes, como en "The remainder". La verdad es que la banda suena como un tiro.

Y lo bueno de todo es que nunca dejan de lado junto con la pesadez sónica, una muy buena elaborada ración melódica que inunca todo "One beat" ("Light rail coyote"), o que se cuele un buen vendaval de vientos como en la sugestiva "Step aside".

"Combat of rock" es compulsiva y feroz, y "02" destaca por su mazacote de distorsión que en "Funeral song" se convierte en otra andanada de crujidos eléctricos.  Sleater-Kinney siguen en la actualidad a lo suyo. El año pasado editaron "Live in Paris", y según lo ofrecido parece que tienen cuerda para rato.


jueves, 22 de febrero de 2018

THE JON SPENCER BLUES EXPLOSION. "Freedom tower. No wave dance party" (2015)


Recuerdo la primera vez que vi a Jon Spencer. Era en una sala de Madrid donde 20 afortunados asistimos a un concierto de esos que dejan huella. Un tipo que se retorcía, junto a su banda de depravados, rock blues distorsionado, electricidad a raudales.... Eran los comienzos, luego cambiaría los pequeños locales por sitios más grandes, pero la verdad es que fue todo un impacto la energía que emanaba del colega y sus chicos.

Han pasado ya bastantes años de eso y Jon Spencer sigue a lo suyo. Para muestra, esta dedicatoria que hace a New York, en esta caja de ritmos que se llama "Freedom tower...". Y es que Jon, el batería Russell Simins y sobre todo la guitarra criminal de Judah Bauer, nos hace recordar la escucha de este disco ese otro pelotazo que fue "Orange". Y eso ya son palabras mayores.

Menudo comienzo con "Funeral", reclamando al gentío algarabía y ruido, furia y rock and rock. Una vacilada de esas para ponerla sin parar con un buen volumen brutal. Empezar así ya es un punto, continuar con "Wax dummy" y su funk con veneno de hip hop es la mejor manera de caer rendido ante este Elvis de los calambres.

Aquí la fiesta no para, aquí esta prohibido contagiarse de calma. Suena un disparo y sale la bala de "Do the get down" disparada entre sirena de bomberos y soul muy negro. "Betty vs. the NYPD" es una autentica borricada de garage pendenciero, de blues con palmas y groove. Mucho groove. La reostia.

"White Jesus" suena setentera a rabiar y la batería de Russell Simins, es la protagonista de ese pelotazo llamado "Born dad". En media hora larga Jon se ventila el disco y te deja sudando y moviéndote sin parar cuando te cruzas por la acera con vaciles como "Down and out" o la vitamínica "Crossroad hop".

Y es que no hay nadie como Spencer para traernos esos sonidos tan poderosos y pendencieros, con ese voltage tan caracteristico del trio,  riff poderosos y una vehemencia que lleva a la catarsis ("Dial up doll" y "Bellevue baby").

Rock and rolk. Pura dosis de adrenalina, alzacuellos de pecado y sedicción. Como cuando le ví la primera vez a principios de los 90. Más canoso, y trajes limpios para un sonido sucio, pantanoso, tumultuario, colosal...


martes, 20 de febrero de 2018

ALGIERS. "The underside of power" (2017)



El primer disco de Algiers, ("Algiers" 2015), lo recibí con alboroto y alegría. Los americanos consiguieron contagiarnos gracias a su gospel post punk, a sus intrincados ritmos oscuros, a sus voces de mil almas. Así que este segundo trabajo es el que debería apuntalar más aun la sorpresa inicial o dejarlos como una anomalía pasajera.

Pues bien, "The Underside of power" es una bomba rítmica desde que suena la inicial "Walk like a panther". La voz de Franklyn James Fisher cada vez es más precisa, acompañada de una banda que en "Cry of the martyrs" se escora con las guitarras frenéticas en una danza de soul marciano, palmas, distorsión y fiebre, mucha fiebre.

Manteniendo el discurso de lucha y rebelión que les acompañó en su primer largo, haciendo suyas proclamas de los Panteras Negras, el sonido de Algiers es una dulce y bella vesanía, original y catártica. A veces como en la que titula el cd, parece una recreación salvaje de The The.

Y cuando suenan post punk nadie les gana; como en "Death march", un auténtico festival de oscuridad salpicada de pasos de baile. Adrian Utley, de Portishead, es el encargado de los controles, el que lleva la sala de máquinas de este festín de rubores y olas de decadencia sónica.

La balada "Mme.Rieux" es uno de los puntos más hermosos de un álbum que no tiene desperdicio. Luego viene "Cleveland", gospel de romper cristales y gritar, tribulación del aullido, pánico en la voz que a fuerza de expandirse rompe nubes. "Animals", representa otro de los puntos fuertes de "The underside of power". Una patada al espejo, la más bruta, como volver a toparse después de tantos años con el fantasma de Gallon Drunk.

Minimal es "Plague years" y "Hymn for an average man" te mece con sus teclados confeccionando una melodia que de nuevo recuerda a Matt Johnson y sus chicos. Casi al final, la tenebrosa "Bury me standing", para recordarnos que con Algiers tenemos que tener cuidado. Ellos no van de farol como muchos compañeros de generación. Altamente recomendable pues la escucha masiva de este portentoso trabajo.


domingo, 18 de febrero de 2018

THE CRIBS. "Men's needs, women's needs, whatever" (2007)


De los siete discos que tienen esta banda de indie rock británica, este "Men's  needs.." es quizás el más redondo, el que más atina en esa especie de obsesión que tiene el grupo de los gémelos Jarman de hacer equilibrios entre el hit indie y las buenas canciones de punk melódico.

Lo consiguen a medias. "Our bovine public" es una buena manera de empezar. Radiante, festiva, repleta de corta y pega de distorsiones juguetonas. Como la traviesa "Girls like mystery". Lástima que luego bajen el piston y ofrezcan en "Meen's needs" una taza de conformismo indie.

Cuando se ponen más serios como en la efectiva "Mejor's titling victory", la cosa mejora, como en el espasmo guitarrero que recorre "My life  flashed before my eyes" y sobre todo con esa voz que recita en "Be safe" y que al poco da paso al grupo con una fiereza indómita.

"Ancient history" también adolece de esa necesidad que tiene el grupo de construir una épica para subir listas. La pop "Shoot the poets" no les queda mal para acabar con "Fairer sex" otro salpullido bien llevado que se acerca algo a Superchunk.

Disco para pasar la tarde, que no deja huella pero tampoco molesta, un paseo por la juventud inmarchita, por los fogonazos que nunca dejen del todo de alumbrar.


miércoles, 14 de febrero de 2018

GODFLESH. "Post self" (2017)


Desde hace años sigo la pista a este terrorista sonoro que se llama Justin  Broadrick. Desde 1989 con Godflesh junto a G.C.Green,  también en Napalm Death, God, Jesu (estimable su trabajo a media con Sun Kil Moon) y sobre todo Tecno Animal, banda de hiphop mutante industrial donde dió rienda suelta a toda una catarsis apocaliptica de esas que dejan huella.

Ahora estamos de enhorabuena, Godflesh está de vuelta. Tras su separación en el año 2002, volvieron en el 2014 con el recomendable "A world lit only by fire", pero es con éste "Post self", donde parece que fue ayer cuando caí rendido ante ellos al adquirir "Pure" (1992).

Basta acercar al dedo al play y que empiece a sonar la que titula el lp para comprabar que estamos ante uno de los mejores trabajo de su larga discografía. Ritmos incomodos, minimales, áridos, hipnóticos. Cuando suena  "Parasite" con esa guitarra que suena a Killing Joke ya estamos dulcemente condenados a poner la cadena en modo mala leche. Maravilloso.

El bajo de Green cada vez da más miedo, y las bases industriales que Broadrick emplea para engatusarnos con veneno, consiguen poner al día la importancia de la banda en la evolución del post metal vertiente arriesgada. No puedo parar de moverme cuando suena "Body", y "Mirror of finite light" parece elaborado en un futuro post nuclear, campanas de la muerte incluidas.

"Be god" es quizás la más malsana de todo "Post self". Aqui se alargan hasta los 5 minutos con la voz gutural de Justin rompiendo cielos, mientras el tema camina entre fuego, reptante, con la guitarra que parece una hecatombe, con marciales espasmos que te penetran y hieren.

En "The cyclic end" parece que estuvieramos penetrando en una burbuja de shoegazing catatónico, sideral, traumas de ruidos y luces de oscuridad. A cada paso que voy dando en la escucha del lp, más certeza existe que cuando acabe el tema 10, volveré con el 1. Me encanta ese inicio en "Pre self" de augurio minimal, trenzando una siderurgia del caos, que en "In your shadow" se convierte en un ariete industrial.

Han vuelto Godflesh, estamos de enhorabuena, los jinetes vuelven a cabalgar sobre un mapa de osarios, ratas mutantes, mezquinos deseos, máquinas que dan miedo. "Post self", que no pare de sonar el armagedon de la destrucción total....


lunes, 12 de febrero de 2018

THE FIRE THEFT. "The Fire Theft" (2003)


Jeremy Enigk fue guitarra y vocalista de la que a mi gusto fue la mejor banda de emocore, Sunny Day Real Estate. Nadie como ellos para violentarnos el alma con sus cuchilladas melódicas, con su contudencia repleta de espinas estranguladas. Discos como "Diary" (1994) o "The Rising tide" (2000), son trabajos que han de tener todos los que aprecien los arpegios del corazón.

En 2003, con la banda ya disuelta, Enigk se unió al bajista Nate Mendel y al batería William Goldsmith de los Sunny, y grabaron este pedazo de disco, como colofón a un sonido de esos que perdura con el paso de los años.

Y es que tras escuchar "Uncle mountain", la que da inicio a "The Fire Theft", con esos teclados y esa tristeza comedida, parece que estemos de nuevo escuchando a los Sunny. "Oceans apart" tiene cierto aire progresivo, siempre con la guitarra de Enigk volcada en sacar colores a un sonido que consigue reflejar la fuerza que en "Chain" es una amalgama de tonalidades que insisten en ardores de distorsión, en toboganes de fuerza.

Enigk sigue construyendo castillos de naipes con sonidos fabricados en una tienda de himnos ("Summertime" y "Houses"). Quizás en tramos del disco se le puede achacar ciertas inclinación a sonidos más asequibles o comerciales ("Waste time"), pero ganan las apuestas que circulan por la autopistas de las guitarras encendidas ("Rubber bands").

En la parte final del lp, lo mejor de todo, la absorvente "It's over" y los catorce minutos de delicadeza máxima de "Sinatra". Enigk en 2017, también nos regaló "Ghosts", otro poster  de gemas, grabado por crowdfunding, donde destaca sobre todo su imponente voz. The Fire Theft, el canto del cisne alejado de ruidos y algarabía, el ruido con mesura.


sábado, 10 de febrero de 2018

THE BLACK HEART PROCESSION. "Six" (2009)


El último disco que sacó la procesión de los corazones negros, es quizás el que más se acerca a todo el espíritu salmódico de Nick Cave y sus malas semillas. Si ya antes nos habían convencido con ediciones tan perfectas como "Amore del tropico" (2002) o sus tres primeros trabajos, ("1", "2", 3"), en este desfilan sin rubor, una buena colección de melodías de esas que viven en dramas continuos, en detonaciones del corazón ("Wasterland").

El grupo de Pall Jenkins y sus chicos sabe seducirnos con sus continuos vaivenes cerca de desfiladeros del dolor, ("Witching stone"), y con paseos por la oscuridad de demonios y de noches que parece que nunca van a terminar ("Rats").

The Black Heart Procession, siempre supieron donde estaba su sitio. Cerca del australiano y de otros combos como Dirty Three. Subidos en la noria de una orquesta que a la perfección ejecuta oraciones manchadas con ceniza compulsiva ("Heaven and hell"), o componiendo baladas de piano estremecedor como la brutal "Drugs".

No andan muy lejos tampoco de sus primos lejanos Gallon Drunk, cuando en "All my stpes" se envalentonan con medios tiempos juguetones. Me gusta "Liar's ink" con esa ración de tristeza melódica que despide las palabras abandonadas al aire en una tramontana de sudor íntimo.

"Back to underground" es otra secuencia activa de maracas y ritmos de neones perniciosos y "Last chance", la más delicada de "Six", con una guitarra acústica como fragor y motín, te llevan a desear noches perpetuas, soles sin quemaduras.

Lástima que los corazones negros se apagasen. Quedan una buena colección de trabajos que debemos de tener cerca cuando los cuchillos de la ansiedad salgan a pasear por el invierno glaciar de la música sin fin....


jueves, 8 de febrero de 2018

BAND OF HORSES. "Everything all the time" (2006)


Subpop, el sello que engendró el grunge, fue la casa donde nacieron esta interesante banda formada por Ben Bridwell y Matt Brooke. Y este "Everithig all the time" fue la primera acometida discográfica de una banda que transita por el indie rock de himnos florales, de hits pequeños, envueltos en celofán.

Así los dos temas iniciales del album, "The first song"  y "Wicked gil", son una secuencia bien programada de estribillos y melodías melosas, de rock que nunca alza la voz entre una floresta bien armada de electricidad siempre controlada.

En este primer disco te puedes encontrar ecos tanto del Neil Young más campestre, como de Built to Spill, siendo los temas que más se acercan a estos últimos los que dan de lleno en la diana. "The funeral" , fue su canción clave, un éxito comedido, una lenta balada con un final demoledor, con unas guitarras que angustian, fortaleza y cacareo, rubor y falsos espejismos.

Luego la cosa baja cuando se hacen rurales. "Part one" la hemos oídos mil veces, y "Monsters" le hace bajar la nota por su excesiva inclinación al country song. Menos mal que levantan el vuelo con la genial "Weed party" y la expansiva "The great salt lake".

Tras este disco no le seguí mucho la pista. Alguna canción de su siguiente disco "Cease to begin" (2007) y poco más. Sin embargo, este disco merece la pena. Su mixtura es creible, indie rock a su manera, con toques folk sin perder nunca la compostura.

martes, 6 de febrero de 2018

THE NATIONAL. "Sleep well beast" (2017)


Sigo pensando que "Alligator" (2005), el disco que me los descubrió, es su obra cumbre, un perfecto recopilatorio de canciones que arden y duelen, de electricidad y lirismo. Luego, su carrera (siempre interesante) corrió por otros derroteros, sin caer nunca en el descrédito, y siguiendo al pie de cañón con buenos temas para llevarte al recuerdo.

"Sleep well beast", viene tras 4 años de silencio tras  el irregular "Trouble will find me", y la verdad es que el parón les ha sentado bien. Y es que cuando un lp se empieza con la prodigiosa y emotiva "Nobody else will be there", con la vozarrona de Matt Berninger, sólo queda buscar el solaz y que sigan a lo suyo.

Tenemos suerte que una banda que empezó con conciertos de 50 personas y ahora se la rifan en los festivales, no haya caído en el pozo de la estupidez de combos como Coldplay y otros que no voy a nombrar pero que todos conoceis. Lo que define el comportamiento musical de The National es la buena ejecución de la melodía, la exploración del intimismo mediante arranques de devoción ("Day in die), o acertadas aparición de sintetizadores ("Walk it back), que vienen a sumar y no a restar en un discurso repleto de matices.

El piano de "Born to beg" te arrulla y mece en una góndola de sensaciones siempre al límite y en "Turtleneck", los hermanos Dessner a la guitarra casi se parecen a Nick Cave cuando lo encontramos cabreado. Vuelven a la tecnología con "Empire line" y en "I'still destroy you" se atreven con ritmos repetitivos, para en "Guilty party", continuar con los salmos de Berninger.

Echo de menos la presencia de las guitarras que con tanto saber en sus primeros discos les identificaban como grupo a seguir, pero el conjunto del disco no decae en ningún momento, mostrándonos a unos músicos maduros, compenetrados para firmar joyas como "Dark side if the Gym".

Después de oír el disco, me pongo "Alligator", y veo las diferencias, los cambios ocasionados. Y sí, me gustan también ahora, en este "Sleep well beast", más tranquilos y apaciguados, pero sin bajar la guardia. Lejos de convertirse en fantoches, lo suyo sigue emocionando.



domingo, 4 de febrero de 2018

THE ROBOCOP KRAUS. "Living with other people" (2003)


El cuarto disco de los alemanes The Robocop Kraus, es para el que escribe el mejor de su carrera, por su elocuente inclinación al post punk que XTC practicaba en los 80, y a la confecciones de viejos retales de músicas del ayer confeccionadas con mimo y estilete en una buena colección de canciones.

El saxo de "Fake boys" les sienta como un tiro, como la juvenil "Fashion" con aires de hardcore edulcorado o "Danny is passing", post punk melódico repitiendo la jugada de sus mayores. Tienen más gracia que los aburridos Frank Ferdinand, y saben engancharte con esos teclados juguetones de "All me have  is now".

Y como los chicos no se achican ante nada ni nadie, se atreven con esa especie de cabaret pop que es "Things don't work that away",  o la veloz y fulgurante "Apes aping apes" la mejor de un lote de temas que para nada se hacen aburridos, que merecen la pena volver a escuchar.

"Nihil disco" es otro himno de esos para subir el volumen de tu reproductor y "Audience" juega con la tecnología, para que en "Uri is at it again" no sintamos atrapados por esa red de radiación conjugada en espasmos para servirnos una buena ración de iluminación post punk. Para terminar, "Tips for performers", donde siguiendo los mismos patrones, consiguen mediante la distorsión concretar toda sus referencias musicales en un buen cúmulo de canciones.

Después de este disco destaca "Blunders & Mistakes" (2007) , y su adios como banda en 2009 con el también interesante "Metabolismus maximus". Banda a redescubrir.


viernes, 2 de febrero de 2018

THE DREAM SYNDICATE. "How did i find myself here?" (2017)


Recuerdo donde me compré mi primer contacto con The Dream Syndicate. Fue en una tienda del centro, donde se escribían disco, donde me hice con "The days of the wine of roses". Fue en el mismo lugar donde más tarde cayeron los vinilos del Violent Femmes, o "Nevermind" de Nirvana vía importación cuando aun eran unos desconocidos.

Allí me tope con la banda comandada por Steve Wynn, y desde los primeros acordes de "Tell me when it's over", me convencieron sin miramientos. Distorsión, buenas melodías, nuevo rock americano que lo llamaban.

Después de tantos años, es toda una gozada comprar "How did i find myself here" y sentir que nada ha cambiado, en uno de sus mejores trabajos de su discografía. Basta ponerte "Filter me through you" y como en aquella lejana época, vibrar con esa delicadeza furiosa, con esa electricidad contenida.

Con Dennis Duck y Mark Walton, compañeros de los 80, y con el guitarrista Jason Victor aportando el constante arreón de distorsión, les va bien eso de acampar en el jardín de Wynn. Porque la verdad es que aquí todo es redondo. "Glide" suena como un tiro, y "Out  of my head" es una amalgama de feedback de volumen atronador. Vaya sonido.

La más bestia y oscura del álbum viene a continuación. "80 west". Serpenteando entre brumas, con las guitarras como lijas, brutal y devastadora, casi punk. Joder con The Dream Syndicate, haber quien es el listo que duerme aquí.

"Like Mary" es tierna, un hit de esos que se saca de su sombrero de mago Wynn, casi parece Rem en sus mejores tiempos. Colosal. Como la salvaje "The circle", un tema de esos que te deja mudo, perplejo, todo electricidad, caligrafía de la distorsión. La que titula el cd es una pasada, once minutos de jam sessions, con mucho groove. Y para terminar, "Kendra's dream", de ensueño, un abanico sinuoso que te arrulla y te mece.

"How did i find myslf here?", por toda la puerta grande, un discazo vital, descarado, eléctrico, de una banda que parece haberse metido en la maquina del tiempo. De lo mejor del año ya finado.