Qué buena que era esta banda de Staten Island, fanáticos del indie rock de los 90, y que en sus cuatro disco supieron colapsarnos con su propuesta repleta de una dulce psicodelia, junto a una melodía de esa que te recuerda a Pavement desde que los escuchas por primera vez ("Rifle eyesight(proper name))".
Música de alto octanaje emocional que no se contiene, que repta y te atrapa ("Shore points"), que consigue ponerte en pie como ese pedazo de zarpazo sónico que es "Keep me waiting". Está claro que las enseñanzas de los 90 están bien asimiladas, consiguiendo un púzzle de colores como los que escuchábamos cuando aún éramos jóvenes ("Plainclothes").
Hay veces que se tranquilizan por momentos para coger fuerza y salir a volar en un mar de distorsiones ("Definite darkness"), a caballos de una sensación de que ya hemos oído esto mil veces pero sigue siendo un viaje placentero, como esa delicadeza llamada "The current".
La parte final del disco también guarda pequeñas joyas para retener como ese soniquite grácil llamado "Wavelenghts" o la casi balada "Gary condit". Buena cosecha de temas los que en su carrera nos dieron Cymbals eat guitar, una agitada sensación de confort para los indie adictos de todas las edades.
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