Ruido. Ruido y además del bueno. "False flag" es un prodigio experimento de un power trio, (dos guitarras y batería), que desde que empieza a sonar la burrada atómica de "Waldorf hysteria" no puedes más que no parar de pegar botes, de romper ventanas, de vibrar conmoción.
Cercenando tranquilidades, a veces parecen un combo desquiciado de mathrock aficionados a emborracharse de psicodelia. Los punteos que se sacan de la manga en "Bull lore" son todo un conjunto de fuegos artificiales que buscan la conmoción, la algarabía, el chispazo del delirio.Hasta osan a poner algún minuto de algo parecido a la melodía.
Un torbellino. Richard Bishop y Ben Chasny, en "Fist family", ponen las dos guitarras a funcionar para taladrarnos el cerebro, para urgar en nuestros sesos con una inflamación voraz sónica, con una calentura de excesos y volutas de caos que no cesa. Extremos, viscerales, como una sinfonía de distorsión que no para, que te rompe los tímpanos mientras te preguntas de donde cojones sale tanto ruido.
Nos viene bien que bajen algo el pistón y nos ofrezcan "Sarcophagi", lenta y agónica, casi progresiva en sus desarrollos instrumentales, un poco de oxígeno, para orear una estancia sónica repleta de dólmenes de aullidos, de rugidos que te dejan helado.
"Serrated edges" es la vuelta al impetu primigenio, al volcán arrollador que es el prefacio a la mayor barrabasada del disco, los quince minutos de "Plain of jairs", son el mejor resumen de una banda que sabe concretar por una parte su querencia por la explosión y por otra su cercanía a postulados más psicodélicos o de rock avanzado.
Vamos, toda una experiencia para el oyente, necesitado de volutas de contaminación díscola, de febriles pasatiempos que rompan la paz y la quietud.
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