Ni más ni menos que el miembro de Tortoise John McEntire y David Grubbs( otro músico que ha dejado huella en bandas como Codeine, The Red Krayola o Gastr De Sol, por citar algunas) eran dos de los componentes de este supergrupo de noise rock con duración limitada en tres discos, pero que dieron suficiente muestra de su pegada como podemos comprobar en este su segundo largo.
Y es que aquí hay mucho ruido como podemos oír en el inicio con "Tallow waters" y maneras diversas de especular con las guitarras en un auténtico tour de force de electricidad a toda leche ("Filthy five filthy ten").
Rápidos y audaces en sus propuestas como demuestra el volcán de lava sónica que es "Guapo", sabían conjugar de manera eficaz toda esa energía que acumulaban para rozar casi el punk en "Flesh colored house", para a continuación romperse en mil ritmos con la potente "Short-haired robot".
Lo suyo era la pura mecánica del ruido, engrasada perfectamente, reptando con sus ideas hacia un torbellino de devastación ("Can of whoopass"). En media hora se ventilan un disco, donde ya se veía lo que nos iban a regalar con el paso del tiempo estos músicos siempre dispuestos a ir un paso más allá.
Canciones cortas y lacerantes, ("Engaging the reverend"), un piano que parece haberse equivocado de disco ("Wurtlizer"), para terminar el juego este devastador con una ignominia del tipo de "Shoot me a deer".
Noise rock del bueno, sin aditivos, pura radiación de otros tiempos de una banda con poco recorrido pero que se hizo su sitio para los que disfrutamos de distorsiones peligrosas para la salud.
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