De todos los proyectos en el que se ha visto envuelto Justin Broadrick, (el principal Godflesh, pero también Tecno Animal, Scorn, God, Napalm Death entre otros), mi favorito es Jesu, donde deja de lado su parte mas industrial, para adentrarse en terrenos cercanos a un slowcore acelerado ("Fools") con gotas de shoegazing y siempre el post metal como faro iluminador.
"Ascension" fue su segundo disco, y para mi el mejor de su carrera, un compendio de pasiones que suben y bajan, de guitarras que son melancolía y truenos que se acicalan ("Birth day"). Sobrecogen los murmullos silenciosos que espantan y te llenan de suspiros, la tensión que crean con esas distorsiones como nubarrones que recitan salmos de luces internas ("Sedatives").
La verdad es que podemos considerar a Jesu la parte más amable de un carrera, la de Broadrick, siempre al lado del peligro, sobre acantilados que se asoman entre telarañas de recuerdos, reflejos rotos por hachazos melódicos, por una incontinente capacidad para crear lugares donde residir entre penumbras de silencios ("Broken home").
Terciopelo sónico soplando entre arranques de guitarras que te hacen emocionar hasta resoplar tormentas ("Brave new world"). No se las veces que he escuchado el disco esta semana. Incontables. Cada una de ella se vio acompañada de un estimulante viaje de rubores y salmos de tensión que no se detiene en todo un álbum que contiene un buen arsenal de borrascas internas ("Black lies").
Ahora que tenemos en el mercado nuevo disco de Godflesh con su característico sonido apocalíptico, no está mal sacar de nuestra discografía este pedazo de disco, islote de tragedias cotidianas, de música para volver a soñar.
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