"Frigid stars", para el que escribe, es uno de los grandes discos de la historia de la música. Vamos, que en una hipotética lista, estaría entre los 20 primeros. Y es que es de esos trabajos que entra como una cuchilla en tu corazón, que afila los posos de tristeza que te quedan con una lentitud que te hechiza, que te deja sin palabras.
Fue el primer disco de estos chicos de New York, y la mejor propuesta de slowcore, insuperable desde que suena "D" y no puedes dejar de subir el volumen que se enfrasca entre vaho de distorsión y la voz de Stephen Immerwahr sintiendo los latidos de un invierno que penetra hasta la yugular de tu alma.
Vaya sonido. Vaya manera de fabricar himnos, como "Gravel Bed" y ese lasitud que todo lo llena, esa afonía de suspiros, esos arreones de electricidad que hacen caer cielos e imperios de cariño. Oírlo hoy, después de tantos años, en como volver a repetir lo que sentí en los 90, cuando fueron la banda sonora de tantos momentos de decaimiento. El derrumbe por los menos estaba acompañado de flores, aunque éstas no florecieran jamás.
Me pongo "Pick up song" y no puedo más que quitarme las telarañas de los años, mirar la arrugas como quien se detiene ante una evidencia que no asusta y sentir como los pelos del brazo constatan que la emoción es un festival de estruendos internos.
Estrellas frígidas. Con solo ese nombre, te puedes imaginar lo que se encuentra en este sarcófago de tristeza inmensa, de pulsiones íntimas que se desatan cada vez que suenan cosas como "3 angels", un misterio sin resolver, la cadencia de una nana rota. Me quedo sin aire con ellos, con su esencia, con ese universo que forjaron a base de rumores y melodías momificadas.
Y cuando viene "New year's", una de las mejores canciones de toda su corta carrera, (un cover de Bitch Magnet, un villancico del terror, o una carta de amor envuelta en un adiós) ya te tienen totalmente sobrepasado, enganchando a este festín de nubarrones deliciosos y atrayentes.
Luego toca cerrar los ojos, pulsar el play, que salga a darse un paseo camino de todos los silencios posibles "Cave-In" y festejar la suerte que has tenido en la vida, por haberte topado con un disco como este, parecetamol en vena para infecciones del sentir.
Y esto es un no parar, un columpio sin freno hacia peligros ignotos, hacia pasiones profundas, donde temas como "Cigarettes Machines", son expeditivos condimentos para crear tensiones de esas que pueden romper cielos. Y ya casi en el ocaso de este viaje, dos temas que son crisálidas de un pánico que desborda, "Old things" y "Pea", para temblar icebergs, para cantar gritos de mudez extrema.
Codeine, todo un bálsamo, uno de los grandes, sus epopeyas sónicas han sobrevivido con fuerza desde su lejano nacimiento. Ahora, como antes, nos arrullan cuando no tenemos un buen día. Grandes.
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