Casi acabando el año y aquí que me topo con el bueno de Bill Callahan en uno de los mejores discos de este 2022 que ya se acaba. Vaya trabajo ha pergeñado. Desde que suena la cautivadora "Firts bird" no puedes de parar de escuchar esta divinidad musical repleta de un motón de sensualidad, de folk con pulso de jazz, siempre con la voz de Callahan como eje percutor de una forma de hacer música que es pura artesanía.
Realidad al revés. Así se titula el lp. Y entre sueños que andamos bregando cuando te enfrentas a ese torbellino emocional llamado "Everyway", con la guitarra acústica haciendo de molino de viento en un viaje hacia lo más íntimo.
Canciones que hablan del día a día, de la familia, de los sentimientos, siempre pulsando la tecla perfecta para que el oyente caiga en un dulce letargo, en una ansiada puesta en escena de cisnes abandonados a su suerte en un desafortunado parque abandonado. "Bowevil" casi parece una canción india que se mueve a través del desierto de aquellos antiguos dioses ya asesinados por la coartada de los tiempos modernos. Te quedas sin aire ante tan magna belleza.
"Partition" también participa de ese grupo de canciones del disco que parecen nacer en bruto y se desarrollan como un espasmo que es imposible parar, solemnes y a la vez repletas de extrañas distorsiones.
Pero cuando más deslumbra es cuando la calma toma al asalto el puzzle de su sonido. "Lily" es música con raíces profundas en el folk norteamericano y "Naked souls" con ese piano que acompaña todo ese recital vocal de Callahan que te deja a los pies de los caballos, sin saber si vas a poder soportar tanta magia junta, con esa trompeta que suena como un medicamento para curar la sed de paz. Bendita armonía.
"Coyotes" que fue la canción que anticipo el disco es un hit inmediato, donde la guitarra eléctrica suena como un coro de abejas en una primavera eterna. No hay tema malo, aquí todo es orfebrería al por mayor, delicadeza inaudita, goce y más goce. Música como "Drainface" hacen que las casas se llenen de una hondura de esas que favorecen la dicha inmediata.
Y que decir de ese otro petardazo llamado "Natural information", con los vientos sueltos dando mamporrazos, con los coros de ángeles del ocaso, góspel desde granjas perdidas. En "The horse" vuelve la suavidad a instalarse en el decorado donde el barítono Callahan consigue hacer de su forma de cantar una tormenta perfecta.
"Last one at the party" pone el punto final a este desgarro, a ésta ópera de sonidos esdrújulos, de los mejores trabajos de la carrera de Callahan, y de obligada escucha en estos tiempos que corren.
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