Qué disco más triste. Qué disco más bello. El cantante sueco afincado en Seattle acompañado por Per Nordmark a la batería y Pelle Anderson a los teclados sinuosos, confeccionó un tratado de dolor que quema, un banquete sobre la separación y la agonía que queda, un programa radiofónico de lágrimas al por mayor.
El inicio distorsionado de "Baptiste lodge(the galaxy)", es sólo una pequeña introducción a la delicadeza austera que nos plantea Christian y su voz a caballo entre Mark Eitzel y Richard Hawley. Y luego está toda la melancolía que despide. Así como una catarata que si te pilla desanimado te perfora el corazón. Quizás sea esa la idea.
La que titula el lp te atrapa en los 30 primeros segundos. El fantasma de Buckley se pasea por la orilla de los silencios, mientras el confinamiento interior y exterior gana la batalla, y los sonidos de la noche apaciguada chocan contra los suspiros que son como una alarma de un barco que está dispuesto a morir sin batalla en una ensenada cualquiera. Y en medio del torrente acústico, una guitarra eléctrica grita azorada en medio de la nada. Tristeza, cuanta tristeza....
Temas largos para que quepa la sensación de desolación en estos largos minutajes de tragedia. Como "Cultural spain" y su lentitud sepulcral, mientras Kjellvander avasalla con su relato que deambula por una ciudad fantasma habitada por corazones solitarios que viven en moteles en cuyas puertas pende un cartel de "Prohibido entrar, aquí hay dolor". Impresionante. Cuantas más veces lo escuchas, más ganas tienes de volver a repetir el ritual.
Cuando llegas a "Trouble" y esa especie de slowcore del desencanto, ya no te queda otra cosa que parar todo lo que haces, sentarte, levantar la persiana, dejar pasar un rayo de luz entre las cortinas, abstraerte sin coraza, y dejarte llevar hacia algún sitio ignoto donde se pueda volver atrás, donde se puedan convertir las sonrisas en pasteles para los ardores interiores.
Ya sólo nos quedan tres canciones para acabar esta lírica del desasosiego. 3 rosas clavadas en el mismo jardín donde palidece el banco de madera donde alguien talló dos nombres enlazados por una flecha, unidos por un corazón. "Actually country gentle" te estremece y te provoca recuerdos, "No grace" es un viento delicado que se mete en tus bolsillos y te trae algún señuelo para la esperanza, y el final con "Process of pyoneers" es el epílogo ideal para después de escuchar el álbum entero salir a dar un paseo y despegarte el ánimo. Lo dicho, maravilloso a la vez que doloroso. Puro arte.
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