Falta poco menos de dos semanas para volverlos a ver en directo. Todavía recuerdo su ultima actuación hace unos años, y la verdad es que a Swans no hay que perdérselos. Un ritual, una comunión con el público de la mano de Michael Gira, que lleva más de 40 años confabulando al cielo y al infierno para musitar apocalipsis.
"The beggar" es quizás de los discos más tranquilos de Swans de toda su carrera. Aquí la desmesura se viste con ropajes de una lentitud que escarba en un discurso repleto como siempre de amenaza ("The parasite"), pero con un lenguaje musical que patrocina himnos de ojos cerrados, y poco sitio para distorsiones y hecatombes ("Paradise in mine").
Cuando Gira y su banda lo deciden, se posan en sonidos siempre reconocibles, con guitarras que dan tormentos como vemos en ese himno de la decadencia que se llama "Los Angeles: city of death", donde se muestran aguerridos y feroces. Luego te topas con "Michael is done" y su cadencia lenta, acuciada en una folk espectral que da miedo, y no te queda más remedio que apadrinar oscuridades.
"Unforming" es un canto repleto de lamentos que da paso a los diez minutos del tema que titula el disco, donde aparecen esos ritmos tan del fin de mundo que nos tiene acostumbrados Swans. "No more of this" es triste y repleta de misterio, decadente y sinuosa, cáliz amargo, reflejo del poder colosal de un banda siempre aliada al peligro.
Y como los Swans son los dioses del exceso, nos encontramos con una canción de 43 minutos. Así son ellos. "The beggar lover (three)", una manera como otra cualquiera de seguir teniendo a Swans en la lucha en el frente de las oscuridades más profundas.
Para terminar, "The Memorious", el punto y final de un disco denso, que busca la catarsis desde parámetros donde la incomodidad augura un mal viaje profundo.
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