A Poino solo les basta media hora para cuadrar sus trallazos de adrenalina, de intensidad al límite, de fogosidad reptante. Mathrock confiado al noise, ritmos quebrados ("Bunny up"), todo cabe en esta radiante elucubración que detona y abrasa.
El disco, grabado por el antiguo cantante y guitarrista de Giddy Motors (otros bestias), es un incendio que no ceja, una explosión que a veces tiene parones que te preparan para las refriegas que están por venir ("Strength of a cowboy").
El trio elabora una constante y veloz radiografía de un punk deconstruido, donde vale la expresión de hecatombes milimitradas como esa especulativa "Caffeine splash", o tremendos laberintos donde penetrar en pasadizos de veneno ("Bad bag").
La fuerza de Poino se basa en su arquitectura instrumental ("Snakes say wow"), y en esa contundencia que a penas deja hueco para que pase el aire ("Code brown"). Seminales y adictivos, tienes asegurado un buen bocado de arsénico con ellos. Pura rabia incontrolada.
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