Antonio Arias es un astronauta. Lo suyo es ponerse el traje, el casco, meterse en la nave y dejarse llevar por los indómitos mundos siderales. Navegar entre agujeros negros, posarse en Saturno y hacerse una foto mientras todo se destruye.
Si "Multiverso I" fue bueno, "Multiverso II" es mejor. Es un cometa que se cruza en tu camino y te señala un punto para seguir firmemente el paso. "Desertización" te hechiza, magnetismo seguro, y la suavidad hipnótica de "Agujero de ozono" te deja sin palabras. No tuve oportunidad de echarle el lazo al disco cuando salió, ahora estoy perdido entre mundos ignotos de luces que se apagan y seducen, de palabras que surcan el cielo en busca de imágenes programadas para sentir.
Antonio Arias es un personaje singular, de esos artistas que no vale poner etiquetas, ni encuadrarlos en ningún estilo. Lo suyo es bogar y fluctuar. Lagartija y flamenco, guitarras que espantan y ahora el espiritu de la ciencia en cada cuadrícula de su discurso siempre envolvente. Acabo de comer, termino mi copa de vino, salgo a la terraza, en la cocina suena "Soleá de la ciencia" y parece que se abren los cielos.
El espíritu de Morente se presiente, y con respeto se le recuerda ("Soleá de la ciencia", dentro de su disco "Morente sueña la Alhambra"). Soleá Morente aparece en "A la materia" y no te queda más remedio que caer rendido en un mar de universos paralelos. Piano, densidad bajo cero, Antonio y Soleá de la mano en un jardín de flores eléctricas, de rocío carbón, cariño en las palabras, sensualidad en la voz. Llegue tarde a este "Multiverso II", ahora no puedo salir de él.
Estoy en el labertinto de Minos, o en una encrucijada dulce en la cual quiero perderme. "Infinito" es grande, es como un continente, "es vivir, es inventar". De esos discos que perdurará con el paso de los tiempos. Quizás alguién se le ocurrirá enviarle en un cohete de esos que buscan civilizaciones avanzadas por el universo que nunca se acaba. "Relieve" es otra cápsula de escape, otra pléyade de frases que se interrogan y te subyugan. Puro placer para los sentidos.
"La física de la inmortalidad" goza de los parabienes del himno. Es una herramienta para el goce de los ojos, para sacudirte mientras los caracoles miran el reloj la hora prevista para llegar a una naturaleza salvaje, dámero prohibido de dicha. El piano de nuevo en "Proyecto Marte" da paso en "Dejar las cosas intactas", a las guitarras que se ponen nerviosas mientras Antonio recita espejismos, ecuaciones que nunca se resolverán. La ciencia, joder, la ciencia, que enigma.
"Un alfa y tres omegas" sigue con la perpetua agitación, puro nervio, entre sintaxis imposibles y ruidos inaudibles. Y para terminar "Cármenes", también con Soleá, para dar más brío a este increible disco que debería figurar en los manuales de producciones para seguir si quieres saber en que consiste el arte y la revelación.
2 comentarios:
El tema que has puesto me ha gustado mucho. Si a eso le añadimos tu texto, voy a indagar. No controlaba el disco de este histórico. Abrazo.
Pues no tardes tiempos amigo Johnny en hincarle los oidos. Llevo una semana sin parar de escucharlo y sigo en órbita. Saludos
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