sábado, 21 de septiembre de 2024

JOY DIVISION. "Unknown pleasures" (1979)



¿Qué podemos decir de este disco de Joy Division? ¿Cuántas palabras podemos utilizar para reafirmar la verdadera magnitud de una obra eterna en su forma, en su estética, en lo que representa, de una de las bandas más grandes de la historia?

Joy Division y Ian Curtis. Y esa horca que hizo que de su cuello brotarán un millón de flores negras para que el post punk casi en pesebre se esparciera por todos los años, por todas las edades, como un asteroide a la deriva donde poder asilarnos siempre que la vida se complique, siempre que tengamos el espejo roto del baño donde antes nos mirábamos de jóvenes, ahora un objeto que día a día te va diciendo lo lejano que esta esa juventud ya mutilada. 

"Unknown pleasures", año 1979. Suena "Disorder" y toda la ropa negra que tengo en el armario parece que empiece a temblar, como mis ojos que vuelven al pasado, una vez más, repartiendo motines en la mirada, cruzando historias, fechorías, excesos, deambulando por el callejón de los recuerdos, donde las ratas se comen las fotos del ayer, donde aún existen jardines acosados por la desconstrucción de los sentimientos ("Day of the lords"). 

Vaya manera de debutar un grupo, vaya manera de poner los andamios a un estilo que 45 años después es el que más amo, el que más me provoca una dulce alergia en la piel, latidos siempre transcendentes previos a ataques severos de nostalgia. "Candidate" y su sonido de catacumba, una banda perfectamente engrasada. Tan jóvenes, tan oscuros, tan viscerales en dar forma al persistente dominio de los pensamientos repletos de niebla. 

Todos tenemos una biografía sentimental musical. Todos tenemos una jukebox en el corazón, al que ponemos monedas para no olvidar de donde venimos, los paseos que dimos de la mano del yo mismo, de nuestro doble que te susurraba al oído la incomodidad por no sentirte parte del rebaño. En esa discoteca personal, "Unknown pleasures" tiene forma de ariete contra la descomposición. Ahora escucho "Insight" y de nuevo la fiebre parece poblar mi frente, una fiebre sinónimo de vida, la fiebre que condensa la necesidad de seguir descubriendo, de seguir gozando con la Música, Musa que ofrece sus frutos para que la rueda no pare. 

Post Punk. The Chameleons, The Sound, Killing Joke, The Cure, Joy Division.... Todos hermanados, todos en la misma parada de bus, con destino a ignotos lugares donde dar rienda suelta a la insatisfacción, a la rebeldía ignata de los que tenemos en las venas corceles que jamás se podrán domar ("New dawn fades"). 

Cuántas veces habré bailado "She's lost control", cuantas veces el espacio entre los movimientos y la quietud total se ha reducido a un vaho de expiración. Me imagino al público que asistiera a los conciertos del grupo. Hipnotizados por las contorsiones de Curtis, él tan perdido en sus sueños, con la cabeza siempre en otro sitio, con la enfermedad ya marcándole ya en el pecho la fecha de caducidad de la vida ("Shadowplay"). 

Sigo asombrado como después de tantas años la escucha de "Unknown pleasures" cause tanta conmoción. Y el remate con "Interzone" y "I remember nothing" no hace más que acrecentar la vigencia de un grupo, de un estilo, que escenifica la supervivencia de nuestros deseos más íntimos, de nuestra necesidad de transcendencia, lobos esteparios en páramos donde es fácil la rendición. Cosa que jamás haremos. Seguimos en negro, hacia la luz......



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