Todo este disco que se grabó en un club de Bruselas en 2003, desde que inicia la marcha con "Dark don't hide it", es como un homenaje a las claras a Neil Young, y todo lo que significa el canadiense. Jason Molina y sus chicos, buscan la pegada, el arreón directo, la fuerza de un golpe demoledor.
Hasta las piezas con componentes country rock, como "Don't this look like the dark", tienen ese aire que nos hace acordarnos de Young desde los primeros acordes. Pero es cuando sacan toda la adrenalina que llevan dentro en trallazos como "Such pretty eyes for a snake", donde desarrollan todo el potencial que tienen.
"Almot was good enough" es sensible y arengadora, es una punzada de electricidad efectiva, con la banda en su máximo apogeo blandiendo la catarsis como elemento engrasador de una soberbia maquinaria. Y la traca continua con "North star", sublime y melódica, repleta de punzadas de distorsión, la mecánica eléctrica que todo lo puede.
"Cross the road" hace que se te ponga la piel de gallina, con ese exceso de feedback que tan bien sienta a la salud y en "Leave the city", es la trompeta la que se lleva el premio, la que es la batuta de un discurso repleto de maestría y sentimiento.
"Trials and errors" es un directo que embriaga, pócimas de rock sin desgaste, donde asistimos a las artes de una banda que seduce desde el principio, que tiene claro que la honestidad es un todo en este rabiosa marea de robustos engranajes sónicos. A disfrutar y a recuperar pues.
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