Siempre fui un ferviente seguidor de esta banda escocesa. Tenían la facultad de hacer himnos épicos y desgarradores al peso, eran una fuente constante de electricidad de esa que entra en tu corazón por todos los poros posibles. Sus cinco discos así lo atestiguan. Y si hay alguien que no se le rompa el alma cuando escucha la inicial "Cold days from the birdhouse" es que tiene un mal día.
Colegas de correrías de Mogwai, The Twilight Sad jugaban en otra liga. Lo suyo era post punk de ese que llevaba inscrito en cada arpegio la lírica impresa de una flor inmaculada ("That summer,at home i had become the invisible boy"). La voz de James Graham es como un cielo estrellado, y los arrebatos de tensión te hacen levantar de inmediato de la silla.
"Walking for two hours" es para escucharla en random hasta que se acabe la energía del mundo y "Last year's rain didn't fall quite so hard" es la perfecta introducción para ese pelotazo desparramador que se llama "Talking with fireworks/ here, it never snowed", una de las piezas más asombrada del cd.
No hay altibajos en los discos de The Twilight Sad. Todos sus trabajos están tocados por la varita mágica de la melancolía aguerrida, de los continentes de distorsión. Y este penúltimo de su carrera no iba a ser menos. Me sobrecoge oír "Mapped by what surrounded them", y su continuación "And she would darken the memory".
Sus explosiones siempre llevaban explícitas una larga tensión que jamás cejaba en su empeño de llevarnos de la mano hacia un lugar lejanos, embarcados en recuerdos de viejas secuencias de nuestras vida ajadas por el mineral del olvido ("I'm talking the train home").
The Twilight Sad. Qué placer oírles, que sensaciones que producen, que impacto provocan con su post punk de rosas estranguladas en tierras siempre secas de fertilidad.
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