Das al play y suena la deliciosa "Skin and bones" y tu cabeza vuela en el tiempo hacia el momento donde nació este disco. Y la nostalgia te invade y te vienen a la cabeza imágenes de cuando tenias apenas 20 años e ibas de descubrimiento en descubrimiento. Era un no parar.
The Sundays siempre fueron una pasada. Sobre todo este primer disco, donde la voz de Harriet Wheeler te hace volar con su delicada cadencia, con sus burbujas que nacen para que no te pierdas ni un instante de su magia. Y luego viene su hit, por el que han pasado a la historia: "Here's where the story ends" donde el grupo te recuerda a The Smiths a esa melancolía siempre de la mano de la tragedia.
El guitarrista David Gavurin sabía exprimir su instrumento para hacer nacer torrentes de luces imperecederas ("Can't be sure"), y el disco está repleto de lugares comunes donde puedes hallar ese encanto de pop sin demasiado sofisticamiento ("I won"), pero siempre como un imán para tu emoción: "Hideous town".
"You're not the only one i know" está fabricada con terciopelo y ternura y "A certain someone" sobresale por ese misterio ignoto de su melodía. "I kicked a boy" también sabe a Morrisey, como "My finest hour" y su tristeza que rezuma elevación.
Termina el disco con "Joy" con la seguridad tras su escucha que pase el tiempo que pase, producciones como ésta siempre permanecerán jóvenes cuando lo escuches. Lo que evoca no tiene fecha de caducidad.
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