Hay veces que la música es un analgésico, una inyección de morfina en tu corazón, un medicamento para prescindir de ciertos alientos oscuros. Escuchar a Eluvium, es como ver siempre llover protegido desde una aislada casa es un bosque sin más ruidos que tus latidos.
Eluvim, el proyecto que navega entre el ambient, el neoclasicismo y la música minimalista, y que dirige con brillantez Matthew Cooper, siempre nos ofrece señuelos para perdernos en su coordenadas de suavidad necesaria.
"Copia" fue su cuarto disco, y como el resto de su discografía, es todo un puntazo de principio a fin. El inicio sobrecogedor con "Amreik", los diez minutos de sinfonía natural de "Indoor swimming at the space station, o esa tristeza que rezuma "Seeing you off the edges", son sólo una muestra de este hechizante viaje.
El piano te desgarra el alma en "Prelude for time feelers", y cuando llegas a "Requiem on Frankfort Ave", ya no te queda más respuesta que seguir envuelto entre las mantas, cerrar los ojos, dejarte llevar y ofrecer a la tranquilidad tu mano en el invisible silencio perfora asideros convertidos en vaho.
Cuanta belleza en "Radio ballet", cuantas veces que me he puesto esta semana "Reciting the airships" con su envolvente manto de caricias de rocío, o ese final llamado "Repose in bleu", que empieza entre la niebla más absoluta para sumergirte en un huracán de clasicismo atroz. Maravilloso.
Hay días que parece que te vas a comer el mundo, que puedes con todo, que tiras para adelante sin mirar atrás. Otros sin embargo, avanzas como una tortuga, sin querer salir del caparazón, sin ganas de nada. Eluvium es una buena vacuna, sin efectos secundarios, un placebo que amansa y reconforta, el sonido de la perpetua levedad.
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