Tan solo basta con escuchar ese inicio tan loco, africano, desquiciado, orate, con "Bugamaistah, spazzfrica....", con sus guitarras como cuchillos y el trío barcelonés resoplando no wave por cada poro, para saber que esta banda desde sus inicios, ha aportado originalidad, fuerza, transgresión al panorama estatal del grupos con un futuro de esos que echan chispas.
Bob Weston de Shellac fue el encargado de masterizar el disco, y joder, la cosa funciona de principio a fin. El funk terminal de "Doble cobra" junto a ese africanismo demencial que es "Mobuto 1, Kinshasa beat", donde se nos muestran experimentales, corrosivos, buscando nuevos campos donde plantar sus aguijones de ruido y tempestad.
La segunda parte de la canción, "Mobuto 2. Katanga boma-ye", tiene el mismo caldo venenoso que su antecesora, y nos regalan un buen abanico de escatología musical de esa que viene bien para saltarse cánones y normas establecidas.
Za! lo tenían bien claro desde el principio: lo suyo es la irreverencia, la hecatombe ruidosa, el caos programado para hacer añicos la normalidad ("Buenos corceles- eki attar"). "Polígamo industrial" es la más bizarra de todo el lote y "Planta carnívora" es otra afrenta de no wave cautivadora, con saxos que viven en libertad mientras los músicos siguen con su carrera hacia el ruidismo total.
Para terminar, los ocho minutos largos de "Que viene Hammurabi", otra colección de minutos para pasarlo bien, de estridencias convertidas en un ciclón que destroza y devora todo lo que encuentra a su paso.
Luego de "Macumba o muerte", continuaron su carrera productiva con tonadas del tipo "Megaflow" (2011), o "Wanananai" (2013), pero yo me quedo con esta bomba de relojería casera. Todo un boomerang arrasador.
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