Pedazo de disco que se sacó de la manga Ainara Legardon. Pedazo de 10 canciones que navegan en rock con toques de noise, con sombras que dan paso a un montón de electricidad, gotas de vanguardia para enredar a las palabras que Ainara dispara entre neblinas de feedback, asonante grito en el vacío, ralladura emocional ("Como lobos").
Tras seis discos, este homónimo álbun es un estilete que se te va clavando a cada escucha, un montón de excusas y de valentía para subir el volumen hasta volvernos sordo. "La espera" es pura catarsis, es como una versión no wave de PJ Harvey. Demencial, crudo, espeluznante, todo un puntazo.
"Frío" es concisa, árida, como un enjambre de tensión que busca el desarraigo. Como la angustiosa y minimal "Déjalo", que transpira por todos los poros densidad, dardos de desasosiego. Las nieblas no paran, se desperezan mientras el tambor de guerra de "La isla (hasta quebrar) deja a Ainara con su voz desnuda frente a un pelotón de guitarras distorsionadas en un bello y peligroso caos.
Todo el álbum es una confeti aciago, es una dureza inigualable, donde la potencia duplica las palabras en hechizos incómodos, en virulencia y desgaste ("Aunque pierda). Noise rock de mil penas es "No ha sido ni es" y "Témpano" es otro duro combate de música sin concesiones, alegoría de lo difícil en un territorio musical el nuestro, plagado cada día más de grupos a olvidar.
Quiere sonar algo más relajada "Aquellos", pero no puede. Se intuye la profecía del miedo, la indocilidad de una música, de unos músicos, que hacen todo lo posible para que su mensaje se acerque por momentos a Swans.
Para terminar, 16 minutos. Eso es lo que dura "Agota", otro pedazo de cielo para estremecerte y gozar, para disfrutar de un disco de esos que debería sentar cátedra. Aquí todo es libre y salvaje. Aquí todo sale del corazón sin acondicionamientos ni memeces. Ainara Legardon, con la mirada puesta muy lejos, donde muchos no llegarán aunque quieran.....
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