Marcos Crespo, el culpable de este interesante proyecto llamado Depresión Sonora, estudió en la misma Escuela Universitaria de ingenieros en telecomunicaciones donde trabajo. Las veces (cuando aún no era conocido ni estaba en mente su aventura por los portales fríos del post punk, que nos habremos cruzado o coincidido en los múltiples lugares comunes de la vida universitaria).
Vale esta introducción para confirmar en este su segundo disco, que lo de Marcos va en serio. Esta bien sobre todo que sea bandera de enganche para tanto joven que se ve representado en sus letras de juventud siempre dolida, de eterna búsqueda, de traspiés de la edad, de esos arañazos que marcan y que no se quitan con nada.
Las canciones son una continuación de su primeros pasos, evolucionado, con singles tarareables como "La balada de los perros" , o esa bella ejecución de synthpop llamada "Sin volverme loco". Lo que hace Marcos es elogiable: dar rienda suelta a sus pensamientos, cantando, recitando, casi parece a su manera un chiste de Sr.Chinarro en "La ley del pobre", y se nota que los 80 los tiene grabado en su ser cuando oímos cosas como "Guárdame ese secreto" más pop que nunca.
Para que los chavales no paren de bailar en la pista, "Domingo químico", y tampoco le sienta mal ese experimento llamado "Éxodo 32:15-28". Mi favorita, "Cómo será vivir en el campo", un canto a la huida, lejos del cemento, de los humos, de los autos vociferantes, alojarse en un prado, mirar las estrellas mientras te miro sentimientos.
"Desordenarlo todo" es cálida y chispeante, y "Me va la vida en esto" es puro post punk de juguete repleto de ansiedad y de caricias. Otro de los hits que se te queda de inmediato es "Vacaciones para siempre", aguerrida, vigorosa, candente, como para regalar abrazos.
Termina el disco con "Qué pena que nos vayamos a olvidar", sin artificios, extraña, ni dos minutos para decirnos adiós y para definir de nuevo un presente lleno de rebosante futuro.

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