Tres discos dieron la luz Evans the Death. La banda inglesa comandada por los hermanos Moss, y con la sugerente cascada vocal de Katherine Whitaker, nos regalaron una buena andanada de indie rock con sordina y distorsión, en su no muy larga carrera.
La inicial "Intrindic grey", pone los puntos en una crudeza siempre modelada y que no está enfadada con tiempos donde aparecen teclados escondidos como "Terrified". Miran a su manera peculiar a los combos de los 90, tipo The Breeders, como se puede vislumbrar con la épica "Sledgehammer". Vibrante y sugestiva.
O ese otro cóctel que te atrapa que se llama "Idiot button". Cuando ponen a trabajar sus guitarras se ponen furiosos pero siempre guiñando un ojo a grupos como Throwing Muses ("Bad year"). Me los creo, son naturales, no engañan a nadie, lo hacen bien, seducen desde la falta de artificio como la que titula el cd.
La más energética se encuentra después, en "Enabler", rabiosa, sin contener, un punto y seguido de esos tiempos donde manejan a la perfección la melodía. Bajan el pistón con la balada "Waste of sushine", para acercarse a algo parecido al indie folk en "Shanty".
Pero no hay que asustarse, la burrota "Clean up", pone las cosas en su sitio con dulzura y fuerza. La más larga, la penúltima, "Don't laugh at my angry face", otra vuelta de tuerca a aquellos maravillosos años que sabemos no volverán, los 90 y su hálito de grandeza.
Un grupo pues a recuperar, de los muchos que salen al cabo del año, y que merecen nuestra atención. En 2017 dijeron adiós a su indie rock de otra época. Quedan sus canciones.
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