El cuarteto con la voz de Satomi Matsukazi al frente, aportando ese aire exótico y siempre infantil, se ha rodeado de una buena corte de colegas para dar un paso más en una interesante carrera. La ex-Stereolab, Laetitia Sadier en "Come down here & say that" aporta su voz para catapultar a Deerhoof al mundo de los grupos siempre extraños y necesarios.
También Juana Molina en "Slow motion detonation", repica pop y majestuosidad. Un punto la versión de "Gracias a la vida" de Chavela Vergas. 1 minuto les basta para que entre la funk "Begin countdown" y la guitarra juguetona para hacernos a todos danzar como malditos.
"Your dystopic creation doesn't fear you" parece un aberración rap al principio para que al poco la distorsión desquiciada entre al combate y suene "Ay that's me", dance sideral, fogatas y lluvia, hibernadero de luces pedregosas.
No, Deerhoof siguen en plena forma. Desde que me hice en su día con el alocado "Milk man" (2004) no les he perdido de vista. Su propuesta es como una derivación post de estilos que por su batidora suenan atómicos, especiados, repletos de fundamento y enjundia. En una misma canción puedes encontrar uno o dos más giros de timón, ofreciendo al oyente la garantía de estar ante algo distinto.
Hasta suenan orientales en "Palace of the governons", árabes con chilabas espaciales, kif de gafas multicolor, sueños y volar libres sin ataduras. 15 temas que pasan como un suspiro, que se enreda en tu sien, que ofrecen alforjas de lisergia, volumen atronador. La que titula el disco con Matana Roberts, el bajo es el que cobra protagonismo junto a los vientos arrolladores, para en "Sea moves" moverse en ritmos negros y en "Kokoye" con unos teclados juguetones, llevarnos a este planeta donde Deerhoof llevan años viviendo de espaldas al mundo.
"Mountain moves", otra golosina para llevarse a la boca, otro artefacto onírico y astral. Es oir cantar a Satomi y romper cielos. No te fallarán.
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