Diez años llevaban Sleater-Kinney desde "The Woods" (2005), sin sacar trabajo, y este "No cities to love", hizo que las volviesen a colocar otra vez en el pedestal. Y es que empezar un disco con la rugosa y amenazante "Price tag" es tener las cartas marcadas para ganar.
Corin Tucker y sus colegas asumen su papel de aguerridas embajadoras de un rock eléctrico, hijo de las riot girls, "No cities to love", está plagado de canciones bien facturadas, indie rock con melodía y chica ("Fangless"), escarceos repletos de distorsión ("Surface envy"), o vaciles de esos que te dejan con buen cuerpo, como la que titula el disco.
Juegan casi una especie de post punk burlón con "A new wave", para en "No athems" llenarnos la cabeza con un soberbio juego rítmico, configurando una buena ración de rock con mayúscula. Menos de media hora les vale para componer una elegía a la fiereza, flores siempre electrificadas con un punto de olor que siempre embriaga.
"Bury our friends" es otro de los puntos fuertes de un disco que se disfruta en un santiamén, ordalía de pétalos y crispación, paladar de fuegos de artificio que implosiona en un cielo ámbar, estrenado de furia ("Hey darling").
A las puertas de un nuevo lanzamiento de la banda, no es ta nada mal recuperar de una tajada este pedazo de disco, molinillo de viento que te agita y te arrastra. Indie rock, riot girl.
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