Dos grupos, dos discos, un titulo. Todo, en uno. Un mismo envoltorio, un mismo artefacto sonoro que lleva el nombre de un matemático austriaco, el cual descubrió el efecto que lleva su nombre, y que se define como la variación aparente de la longitud de onda de la luz o del sonido causada por el movimiento.
Ese concepto lo llevan a su terreno estas dos bandas, militantes en el post-rok y en el noise, que reproducen con seriedad la elucubración del teórico de las matemáticas. 12twelve (aún lejos de las gozadas especulaciones casi jazzisticas de sus obras cumbres "L'Univers" o "Spetiismo"), con seis canciones en la mochila, recrea ambientes instrumentales, donde la catarsis se intuye en largar minutadas que empiezan con "Scope" (canción que iba destinada a un lp que nunca se hizo dedicado a David Lynch) y que tienen cimas tan extremas como "James P." donde el ánima de Mogwai se pasea por ese teatro de banalidades sonoras que te sumergen en un viento oscuro de electricidad.
Quizás no halla habido por aki nadie como 12twelve para definir el post-rock como género aun vivo, en constante metamorfosis, sin perder los patrones de divagación del estilo. Post-rock que se ve sometido a una cirugía embriagadora cuando suena "Reaction de Maillard", (la mejor del disco), donde la batería comprende a la perfección la necesidad de fecundar espacios sonoros para hallar rincones de soledad.
"Amabi" contiene esas perfectas subidas y bajadas, con lirios que se deshojan con dinamita, que hace que la intensidad sea la mejor definición a esta batalla de surcos sónicos. Los 10 minutos de "Petite mort" valen para confirmar lo que más tarde la banda daría de sí: únicos y envolventes en su propuesta en el panorama ibérico.
Ya te digo también participan con seis tracks, pero sus espejos más cércanos son Sonic Youth y el noise de los 90. "Ausencia" es una vitamina de los jóvenes sónicos, cantada en español pero conservando la pegada, ráfagas de feedback, rótulos en un cielo negro con pepitas de demolición.
Los de Bilbao fabrican con mimo poses creibles, se ralentizan ("Fire exit"), y crean una geografía imponente de volutas de radiación, ("Iceberg"), haciendo puentes con 12twelve, ,más siempre menos químicos, y si más necesitados de dotar a su música del músculo de unos Yo la tengo, o de las bandas que nos hacían perder el sueño en nuestros preferidos 90.
Se marcan una versión de Neil Young, "Pardon my heart", con aires neopsicodélicos y llegan al climax con "Psychic Love", radiografía de pulsiones aceleradas, vitaminas crudas, calvario para la paz.
Dos discos en uno, dos superbandas, un homenaje a un genio, un buen rato de evasión total.
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