La oscuridad es esto. Lo tenebroso es una caída sin fin hacia el abismo donde se deciden que va pasar contigo sin contar contigo. La música de Raime es como adentrarte en una depresión compuesta de abono orgánico electrónico, de pomadas para reventar sueños.
Sólo con media hora de duración, Joe Andrews y Tom Halstead han conseguido poner una banda sonora perfecta a las pesadillas, a los días negros que con un cuervo pegado al calendario pasean por el intricado mundo de las sombras.
"Passed over trail" es el inicio donde todo empieza o todo acaba, según como se mire. "The last foundry" es una apuesta galvánica de baja intensidad por el orbe de las pasiones carcomidas, de los venenos ácidos. Minimal, fría, valdría para poner en una morgue o para dejar al lado de la pistola.
La sociedad se pudre, es una infamia que llena de asko las voluntades, el progreso es para unos pocos, y las calles están llenas de cartones sabanas. "Soil and colts" clama en un pasadizo de espasmos como huracán salvaje de baja intensidad.
Cuando suena "Exist in the repeat of practique" con ese inicio tan maquinal, tan de futuro siglo XXV, puedes imaginar un mundo de robots cargados de razones para aniquilar todo lo viviente. Raime es antitecno, es una capsula de Pansonic repleta de cianuro y depresión. Silencio, se rueda. Una guillotina y una canastilla que debemos de llenar para conseguir algo de purificación. Ponemos "You cast will tire" y que empiece la fiesta. Que todos los villanos de guante blanco que nos hacen la vida imposible cojan el ticket en taquilla para este dulce viaje.
Para postre "The dimming of road and rights", una celebración más para el avance de la post-electrónica, del aislacionismo más nebuloso y catártico. Estamos de enhorabuena, los canes justicieros pululan por las calles buscando presas.
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