Si te gustan The Cramps, tienes que disfrutar como un loco con The A-Bones, banda de garaje rock de New York, formada por el cancante Bill Miller y que despuntó (como tantas y tantas bandas) en los 90. "Music minus five" fue su tercer disco, y desde que comienza la correosa "Bird diggin'", sabes lo que te vas a encontrar por esta cueva de viejas fragancias.
Rock and rolk, tan solo rock and rolk, pero que gusto para el espíritu y para tus orejas ("The Claw"). Y es que una banda que se pone como nombre el titulo de una canción de The Trashmen, tiene muy claro que lo suyo son los bailes dislocados en salones con poca luz y mucho veneno, donde se respire ácido y siderurgia de sudor ("Donut run").
Vaya gozada "You oughta know", es oirla y no parar de bailar, de moverte como un poseso, de flipar por su rabia y su enorme potencial sonoro. Recuerdo cuando los conoci con su minielepe "Free beer for life!" donde aparecia un poli ingles rodeado de cientos de cervezas dando rienda suelta a una ebriedad compulsiva. Así es la música de The A-Bones ("Little bo Pete").
Alojados en el clásico label de rock and rolk Norton Records, la banda cumplía lo que prometía. Buenos ratos, buena diversión, nada de desgana, música desde lo profundo del abismo como esa bestialidades sonoras llamadas "Hully Gully" y "Come on comme on".
Toda la discografía de The A-Bones es un continuo frenesí, una dedicatoria al rock como elemento catalizador, como fuente inagotable de una fuerza primigenia que todo lo desborda. Oyendo temas como "Who the heck" o "Bonomo Twine time" te das cuenta que músicas como las de The A-Bones son incombustibles, que aguantarían hasta una explosión nuclear.
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