El tercer disco de DIIV es el mejor sin duda. Si los dos anteriores, (sobre todo ese soberbio "Is the is are") picaba en una tarta repleta de krautrock, este "Deceiver" es un punto y a parte, la mejor prolongación en el tiempo y en el espacio que ha tenido My Bloody Valentine.
Las canciones de DIIV duelen, hacen daño, como ese inicio soberbio que se llama "Horsehead", se meten en su laberinto de distorsión y juventud jodida y nos regalan un buen puñado de esencias olorosas de emoción.
Los de New York, de mano de su lider Zachary Cole, bajaron a los sótanos de las drogas y los excesos, y parieron este "Deceiver", donde temas como "Skin game", dibujan un shoegazing repleto de lírica estrangulada, de temas de esos que dan pena que se acaben ("Between tides").
Lentos, agónicos, repletos de aristas de corazón, el feedback aumenta cuando va pasando el disco, como un tiovivo repleto de sensaciones que siempre cauterizan tu espíritu repleto de necesidad de volar y seguir indemne ante los rayos del sol ("Taker").
Y que me decís de "For the guilty" un sorprendente arreón de suavidad y burbujas eléctricas, de suaves paseos por sombras detonadas y efervescentes. "The Spark" es como un sueño que roba nubes, como un trapecio que se mueve entre el vacío y la necesidad del riesgo total. Monumental.
Con "Lorelei" se atreven a penetrar en un pasadizo de calma siempre tensa, de juglares paseos por la disolución del alma en bravas sacudidas de suspiros que se izan como pulsos eternos. "Blankenship" tira de arrojo y dulzura envenenada para entregarnos a "Acheron" con ese bajo de inicio que da pie a pesadillas perversas.
Discos Pensados con este magnífico trabajo se da un descanso merecido navideño. Volveremos con las pilas cargadas y nuevos discos comprados para continuar el año que viene (también espero los finales días de este) con rabia, sorpresa y siempre mucho, mucho corazón. Que como siempre, no pare jamás la música.
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