"Horse stories" es sin duda el mejor álbum de Dirty Three. Lejos de country oscuro de sus últimos tiempos ("Toward the low sun" 2012), las canciones que se destripan en éste su tercer disco están más cercanas al post rock que a cualquier otro estilo.
Un post rock triste de violines y de desiertos, de poso triste y a la vez violento. "1000 miles" es la que da el pistoletazo de salida a este viaje de la mano de Jim White, Mark Turner y Warren Ellis, compañero de correría de Nick Cave.
Los australianos Dirty Three saben bien meter el dedo en la llaga, sacudirnos con explosiones sónicas como "Sue's last ride", que empieza tranqui y acaba en una monumental batalla de ruido que estremece y daña. Luego, un té de sobremesa con la trágica y emocional "Hope", un vals de valles abiertos y corazones henchidos, un montón de luciérnagas al albur de la desdicha.
"I remember a time when once..." es otra concatenación de estruendos y distorsiones, de luminarias de rayos, de confeti nuclear, más parecido a Godspeed Black Your Emperor! que a los habituales pasajes sonoros que nos tiene Cave acostumbrados, el referente musical de Dirty Three.
Para subir el volumen y no bajarlo. La mejor sin embargo, es un himno a la tristeza eterna. "At the bar", instrumental (como todo "Horse stories"), una perorata de silencios y decadencia, una proclama de suspiros en amaneceres cárdenos de negritud. "Red" vuelve a las andadas de caballos descarriados, sufrientes animales que vagan entre tragos de rebelión.
El violín de Ellis nos deja sin palabras en "Warren's lament". Casi nueve minutos de cuerdas quejumbrosas, de luces que dan miedo y que son el punto de partido para el comienzo de "Horse", himno marcial, lamentaciones, sueños destartalados.
Para terminar, "I knew it would come to this", otro plan perfecto para acometer sacudidas noctámbulas, ardientes pasadizos de besos de lejía. Lo dicho, lo mejor de Dirty Three, un álbum que explota y que es un placer devastador.
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