Un disco como homenaje sentido a un hermano que se fue, un disco como un puñetazo que rompe cielos, un disco que acoge la música popular, que hace de Lagartija Nick una de las bandas más grandes que ha dado esta Iberia dolorida por tanto y tanto escarnio.
La banda original al servicio de una idea, construyendo una nave espacial acorde con la necesidad de unos tiempos doloridos y duros. Suena "Mapa de Canadá", con letras de Antonio Arias, te salpica con sus guitarras y con sus reflexiones de hit desde el desgarro. Así empieza este álbum de portada en blanco y negro cargado de necesidad.
En "Agonía, agonía", de Jesús Arias, el que se fue por el agujero del tiempo sin vuelta, es la más punk del lote, con las guitarras atronando, mientras la Muerte se sacude los mocos, manchándolo todo, dejando sus huellas en los muebles, los objetos que alguna vez fueron más que testigos mudos de nuestro paso itinerante por la vida. En "Analema" la huella del sol sigue estando donde estuvo, prendida de la inmensidad, mientras los teclados dan la voz a Antonio que cada vez vuela más y más alto.
"Crimen, sabotaje y creación", un trabajo para la historia, para reposar porque no junto al pariente mayor "Omega". "La ira de noviembre", es la más tenebrosa de las doce, con la banda afilando sus enseres en un montón de truenos esparcidos por aires sofocados.
El flamenco aparece a su manera en "La soledad es política", con palabras de la poeta Isabel Daza que es la antesala de uno de los momentos cumbres del disco, "El teatro bajo la arena". De esas canciones que solo Lagartija puede construir. Himno hacia el final de un mundo que se derrumba borracho mientras Antonio serpentea con su veneno, ácido necesario en estos tiempos doblegados. Maravillosa.
"La leyenda de los hermanos Quero", la mejor, es un recuerdo a los Quero, maquis que en los años cuarenta siguieron su lucha contra el fascismo, y por el fascismo fueron asesinados. El tema empieza con el quejío de Juan Pinilla para entrar la banda de golpe al corazón y contar la lucha de los Quero, su vida-muerte. Queda el recuerdo y la estela para seguir en estos tiempos de doctrinas bárbaras y lunas sangrientas.
"Nuda vida" también exprime al máximo la necesidad de denuncia, lamentos y gritos en el vacío, latigazos de guitarras y palabras que se clavan para sorprendernos de nuevo en "Soy de otra Andalucía", recuperando las sevillanas-revolución del grupo Gente del Pueblo.
Para el final, "Exilio/Adagio súbito", once minutos con palabras del hermano que se convirtió en Nova, una canción de esas que ya está entre lo mejor de toda la larga historia de los Lagartija Nick. Por aquí aparece en los coros gente de Lori Meyers y Angel, hermano de Antonio. Todo es poco para el recuerdo, para la dedicación, "no poderte alcanzar en tu nuevo destino...", para confeccionar una larga y emotiva despedida, con los motores de los coches dando coces de ruidos, mientras la canción parece que quiere quitarse de encima alguna triste lágrima para llegar al minuto 11.20.
"Crimen, sabotaje y creación" es más que un disco, es un concepto artístico, es la consumación de una obra de una banda y un músico, Antonio Arias, que ha sabido colocar el telescopio en aquel lugar tan alto donde sólo las miradas puras y buenas pueden recibir el calor de las estrellas. Estrellas siempre lejos de lo mezquino y lo innoble, estrellas hogar del que se fue y dejó a su hermano con la promesa de tirar al espacio un puñado de versos protestas para rellenar huecos en el vacío inmenso....
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