Cuántas ganas tenía de pillar el último largo de los nipones Mono, una de mis bandas favoritas de post rock en su vertiente más abrasiva y lírica a la vez. En la misma liga que Mogwai o Explosions in the Sky, la banda sigue impertérrita su camino por la senda de la devoración interna mediante crescendos que van y vienen, latigazos desbocados, luces a mansalvas de impetu desgarrador.
"Death in rebirth", la primera del disco, es eso y mucho más. Ocho minutos de sinfonía eléctrica, mareo a bordo de una nave de feedback que va poco a poco subiendo el volumen, desperezándose en un rugido de tempestad y vientos de esos que te hacen perder la cabeza.
Steve Albini es el que se encargó de la grabación del disco, y la verdad es que donde mete su mano el de Chicago, se nota a la legua los torrentes de efusividad interna. Su noveno disco no descubre nada. Como ya pasó en "Hymn to the inmortal wind" (2009) o "Gone" (2007), este último trabajo nos lo muestran tal como son. Y eso ya es mucho.
En "Stellar" se someten al dominio de un piano mecido en un velatorio de cuerdas, sumidos todos en un bosque donde la niebla hace imposible un paso sin herida, hallar el reposo después de la huida, la guarida del que cree ver en la brutalidad de la naturaleza el último refugio tras vivir toda la vida entre hollín y velocidad. Música evocadora. Música para soñar.
Y como no, tampoco falta el tema de rigor largo, largo, como para partirte entre luceros. El que títula el cd; unos punteos de guitarra, mientras el grupo a rebufo parpadea suspiros, preparándose para una acometida de furia, repletos de cartas marcadas con el daño del incredulo, con la pasión del que se esfuerza por creer a pesar de todo. Pedazo de tema.
Mono es un huracán desmesurado, un conjunto de trinos instrumentales ardiendo entre florestas inmarchitas y resonancias de labios que ladran. "Ely's hearbeat" es una oda imperfecta, clasicismo con un serrucho de deseo.
Para terminar, "The last scene", una tranquila travesía por un universo de colores y rocío perfumado, un volcán devorador a raudales. Mono, para volar y volar, levitando entre arpegios y sonajeros de extrema delicadeza.
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