No hace mucho la revista de música independiente que todos leemos dedicaba unas páginas a recuperar del olvido a este enorme e inclasificable banda liderada por Tim Rulli. Antes de formar Califone ya nos tuvo en vilo con sus interesantes Red Red Meat, pero es con este proyecto cuando cuajó a fondo su forma tan mistérica de ver la música.
Este lp contiene una canción, "Spider house", que cuando la oigas no vas a parar de poner, de radiar en ti mismo, un buen puñado de razones mediante la hipnosis personal de seducirte con esa mezcla de pop, barroquismo, suavidad y olas de esas que no sabes muy bien de donde cojones vienen.
Todo cabe en Califone. La experimentación, el folk de terciopelo, el ansia de la transgresión, las migrañas del buen aullido. Empezaron a último de los 90 y en el 2016 ya finiquitado sacaron un ep para que sepamos que no debemos de olvidarles.
"Sundays noises" es un aperitivo frío y "A chinese actor" es una frenética batidora que porque no recuerda algo a sus paisanos de ciudad Tortoise. Se ponen lentos en "Our kitten sees ghosts" para en "The orchids" volver con un hit de esos raros, melódico pero atravesado por una buen ramaje instrumental.
En "Burned by the christians", tiran por la música tradicional americana, para en "Black market valentine" sumergirnos de nuevo en una ánfora de ruidos, ensalada de intenciones, tobogán de esparcimiento. Así son Califone. Lo suyo es la inconcreción, la seda áspera, los galimatías que acaban por convertirse en gemas candorosas ("Rose petal ear").
Rulli y su voz y sus chicos tranquilos que maquillan sus intenciones con mimo y travesura, como en "3 legged animals" y su vahído de club nocturno abandonado a la deriva. Escuches el disco que escuches, Califone no fallará. Una extraña banda de tahures de estílos listos siempre para llevarse la razón.
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