Poco o nada queda del sonido de los dos primeros largos de las daneses. Discos contaminados por el espíritu de Fugazi, posthardcore extremo, violento, dimensionando su capacidad para percutir razones de fuerza y devastación. En este "Plowing into the field of love", desde el comienzo con "On my fingers", se ve a las claras que Iceage ha decidido acercase a los Birthday Party, a las oscuridades de Nick Cave.
Y es que el cambio de estilo les ha sentado bien. "The lord's favorite" parecen un acercamiento vacilón a los parametros de The Lords of the New Church, siempre con patina indie, con ameteurismo a mansalva.
El disco es asfixiante, no deja sitio para el descanso. Las guitarras son cuchillas, ("How many") que se enfurecen estremecidas en un vals queroseno, diatriba constante de distorsión extrema. El piano y la trompeta son protagonistas de "Glassy eyed, dormant and veiled", desgarradora historia sobre la separación de un hijo de su padre al nacer. Cada vez que la escucho me da más miedo. Y encima los chavales tiran de sus arrongantes veintipocos años para pertrechar su rabia, postpunk sin pañuelos ni mocos, algo salvaje y porque no, alojado en los estertores del punk como punto de partida hacia caminos cambiantes, lejos del hardcore de sus inicios.
"Let is vanish" es una de las más bestias del lote. Los muchachos se despachan a gusto con una buena tonelada de fuegos de artificio salvaje, rudos y sin misericordia para el oído. "Abundant living", con mandolina incluida, es una puñetazo punk, un estertor reducido al mínimo, una secuencia radiada de lujuria decadente, de salmos que cortan la yugular. Extremos, y a la vez cercanos.
"Cimmerian shade" nos provoca desde el inicio en un tour de force flotante, espigas en la sien, y guitarras que maman de toda la parte más oscura de Killing Joke. Los pipiolos funcionan a la maravilla. Y como pasar de lado, "Simony", con un buen juego de guitarras, vehemencia sónica, crateres de luz infernal, danzad, danzad malditos mientras decimos adios.
Iceage ha conseguido seguir en la brecha, reforzar su fuerza con brotes de oscuridad, licencia que asumen con fuerza y rebelión, crujiendo desde ladridos por un lugar en el trono de la irreverencia juvenil.