A veces ocurre. Y cuando pasa te puedes volver casi loco escuchando y escuchando un disco. Y eso me ha pasado cuando me he topado con esta artesanía sonora del grupo del que fuera cantante de Pale Saints, Ian Masters. No se muy bien como explicarlo. De esas veces que puedes estar escuchando el mismo disco hasta diez veces al cabo de día porque algo te obliga a este acto que parece infinito.
Con tan solo el inicio del lp, "Heaven's knot", y ese juego de guitarras con una melodía que impacta, basta para que los prestes atención. Pero es cuando llega la segunda gema de este superlativo disco, "Naturally occurring anchors", con ese arranque de guitarra distorsionada, y con la posterior inclusión de toda la banda en un juego de crisol de impacto inmediato, cuando te das cuenta de la enorme capacidad de conmoción que poseían Spoonfed Hybrid.
No bajan del 9 cada canción en una hipotética nota de fin de curso. Te paras en el lírica de "Tiny planes" y te sumerges de inmediato en un riachuelo de nenúfares de piano, resistiendo la acción del paso del tiempo, colección de minutos que te alegran el corazón. "Stolen clothes" es suave y especial, un conjunto de latidos agrupados alrededor de la voz del que fuera cantante de unas de las mejores bandas de shoegazig de los 90. Aquí no hay esas burbujas de feedback que caracterizan a uno de los géneros que más adoro. Aquí hay voluntad de dream pop, con trajes de fin de semana de art pop ("1936").
"Somehow some other life" con ese inicio de teclados que claman cielos, con esa delicadeza que viene de algún sitio donde los sueños se alían con la belleza más ignota, es otra fuente de goce, de placer para que el como yo, cae rendido antes un conjunto de canciones del tamaño de una catarata del querer.
El aire decadente y ligero de "Boys in zinc" te deja un murmullo en tus oídos que reciben como una caracola con capítulos especiales de sonajero este grato oleaje que parece infinito. Así de gozoso este viaje, que sinceramente me ha dejado ampliamente conmovido. Por cosas así es por lo que la música sigue siendo ese gel encantador contra todo tipo de enfermedades del alma.
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