Nada como un buen chute de drone metal para colocarnos con hipnóticos y reptantes pasadizos minimales que se alargan en temas como la inicial "Datura's crimson veils" hasta casi los doce minutos. Y es que la banda de Olympia, en este noveno disco, siguen por la senda de la sequedad más raquítica.
Dylan Carlson y Adrienne Davis, nos introducen en su laberinto de desasosiego y mantras donde lo mejor es dejarse llevar, sin preguntar, si añadir más comentarios que un gozoso pasatiempo por la cordura de la repetición ("Exaltation or Larks").
Hay veces que por su manera de proceder me recuerdan a unos reencarnación de Codeine con condimentos de de metal congelado ("Cats of the briar"). Lo que hacen lo hacen a las mil maravillas. La extraña y colosal "The colour of poison", con sus continuas rupturas rítmicas te atrapa en una red donde es fácil estamparse en silencios excesivos.
"Descending belladonna" es una letanía que te hará volar, y la segunda más larga del lote, "She rides an air of malevolence" es una trituradora de aridez que contagia ojos cerrados y dejarse llevar. La pesadez de su sonido es pura lisergia, es una cruzada de vientos áridos que se te pegan en tu pensar, en tus oídos encapsulados por este conjunto de elixiris preparados para tus antojos.
En "Maiden's catafalque" se escoran en una diatriba de psicodelia lenta y galvánica para continuar droneando con "An unnatural carousel". Casi al final, "The Mandrake's hymn" pone la guinda a este disco continuista pero repleto de sudores gélidos. Earth, los maestros del drone.
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