El trío femenino de Portland liderado por Jem Marie, tenía las cosas muy claras cuando sacó este demoledor disco homónimo. Lo suyo es seguir por el mismo camino que en su día The Breeders y Throwing Muses transitaron.
No hay más que escuchar la electricidad efervescente de "Luke" para contagiarte de este tumultuo de feedback y furia nunca contenida. "Supermoon (in scorpio), con su dulzor amargo, con su epopeya de ritmos cambiantes, continua poniendo migas para que sigamos recordando lo fértil que fue la producción de los 90, para que tantas bandas siguieran el legado de sonidos de aquella época.
"Dreamy won" es caligrafía inanimada, terciopelo de luto que da paso a "Canine", otra dentellada que empieza lenta, pero que se despierta en un crujido, en un sopor de susto y arenga. Lo de The Ghost Ease es creíble. Parten de los básico, pero consiguen hasta traer a Neil Young en composiciones como "Venus sagius".
En "Truce" juegan con la voz en un entramado de furia sin remilgos y "XV" es otra joya de esas que guardan en un arcón de tesoros y aguinaldos de ruido. Para terminar, "Brux", otra estocada de esas que te pide subir el volumen y gozar.
Lo último que supimos de ellas fue la edición en 2016 del directo "Live from the Banana Stand" donde llevan al escenario todo el frenesí latente de sus temas. Una banda pues a recuperar.
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