Pony Bravo ha sido una de las noticias más refrescantes que ha dado la música independiente de este país. Los sevillanos desde que salió "Si bajo de espaldas no me da miedo y otras historias", han sabido con su singularidad hacer algo que nadie había hecho hasta la fecha.
Un batiburrillo de krautflamenco, de rock psicodélico con rumbas de palmas que sueñan langostinos. Este "De palmas y cacería" tras el indispensable "Un gramo de fe" (2010), vino a decir que estamos ante un huracán de aire fresco.
Las dos primeras del disco, "Turista ven a Sevilla" y "Político neoliberal" son confecciones de retales por todos oídos pero con un cachondeo inusitado, con una gracia singular, atávica, paradoja del sur. "Cheney", dedicado al político yankie es una inusitada paradoja espacio tiempo de rock que fuma burbujas, mientras el trío de sevillanos se arremangan las mangas para coplearnos verdades como puños.
Hasta parecen los Doors en "Mi DNI", cambiando la gravedaz de aquellos por una perorata que se parte el culo de todos aquellos bobos que se creen los amos del cotarro, los más indies del orbe nacional. Me parto con estos chicos.
"Eurovegas" es frenética, es un colapso de rubor y mandobles que van y vienen, minimal, germánica del Nervión, manzanilla y tornillos, jocosidad que te hace saltar y saltar. Me pasó en su día con Pony Bravo, lo mismo que hace poco con el Niño de Elche. Ambos han abierto camino, han puesto sus migas para detonar campos y andares.
Y "Zambra de Guantánamo" es todo un elixir que te hace danzar como un orate para con "Ibizta" perder el norte definitivamente. Y para el final de este éxtasis que no se acaba, "El mundo se enfrenta a grandes peligros", afterpunk de plastelina. Si, Pony Bravo, son la irreverencia personificada, el do de pecho total. Maravillosos como sus canciones, un grupo a vitorear.
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