Mackenzie Scott es Torres. Y viendo la portada del disco ayuda mucho a los nos encontramos en este estupendo "Sprinter". Sombras y luz, calma y guitarrazos que son embriones eléctricos para calmar penas o poner nombres a calles sin sentido, pero que están para que nos perdamos por los recónditos secretos de la ciudad.
Scott, se ha puesto seria, y a dejado de lado su vena más folk. "Strange hellos" y "New skin", son hermanas de la furia de PJ Harvey y Scout Niblet. El disco es una conversación intima con un colega, diálogos donde se ponen en telas de juicio todo ese orden de valores que sintetizan la educación cuando esta es una forma de represión.
"Son you are no island" es folk minimal para no dormir, y "A propper polisth welcome" es un hit íntimo, todo bajo presión, Mackenzie grave, entonando una caligrafía del dolor y del duelo, con sus ojos siempre abiertos, con su expresión de blanca palidez para que sintamos sus palabras como corren a traés de los segmentos del aire.
La que titula el disco es trotona y aventurera, las guitarras se entretienen divagando ritmos, los tempos son marcados con fiereza, la electricidad repercute calma y suavidad, el eco de una noche nupcial, los terrores del abismo.
Los siete minutos de "Ferris wheel" son todo un té después de comer, una ayuda para digerir excesos. Después vienen las ganas de gritar, el robo de la cordura, los pasos a destiempos, "The Harshest light" te embiste con su solvencia de huracán, con su frenesí colapsador. Y para terminar "The Exchange", la más reposada, una folk song con pájaros y primaveras nuevas. Buenas sensaciones para este año nuevo. Soñar, un poco de sueños como alegato para este comienzo.
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