Ya en este su segundo disco, tras el inicial "The restless stranger" (1985) todavía aún balbuceantes, se empezó a nota el poder que tiene la voz de Mark Eitzel para erizarnos el alma y el corazón. Y no hay que tardar mucho. Con la serena "Big night" ya empiezas a sentirte bien.
Siempre adoré a American Music Club. Desde que caí rendido con "Everclaer" en los 90, no he parado de seguirle la pista al bueno de Mark, y nunca me defraudó. Aquí, aun en pañales, el impacto sigue siendo inmediato. Sacándose de la manga temas donde la distorsión y el sentimiento manda ("Outside the bar"), aun me pregunto como en su momento no tuvieron más éxito, el que realmente se merecían. Podían haber girado perfectamente con REM sin despeinarse.
"At my mercy" himno que supera mil veces a toda la disgrafía de Lemonheads con una intensidad y pegada que te reconforta, o gemas del calibre de "Nightwatchman", repleta de calma y mesura que te mece.
"Electric light" es una de las canción mas fogosas y rabiosas de una carrera donde lo que predomina son los medios tiempos y los susurros al oído. Rock con estrías que conmociona. "Mom's tv" es quizás mi favorita, elegiaca, himno triste, arreón de guitarras, y siempre la voz de Mark tan desgarradora y particular.
Indie rock con alto poder devastador es "Art of love", retadora, con distorsiones que asustan, pedazo de temazo. Y ya casi al final el grito desaforado de "Asleep", la mejor manera de volver a recordar a American Music Club, los contendientes del corazón.
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